Por Mariana Legazpi Vázquez
El Portón de las leyendas
Las narrativas que se publican en esta sección, son productos de aprendizaje del curso-taller
“Expresión Oral y Escrita”, impartido por el Mtro. Pablo Huerta Gaytán. Fueron redactados por alumnos del primer semestre (ciclo 2017-B) de la Licenciatura en Negocios Internacionales, del Centro Universitario de Los Altos, de la Universidad de Guadalajara.
“Expresión Oral y Escrita”, impartido por el Mtro. Pablo Huerta Gaytán. Fueron redactados por alumnos del primer semestre (ciclo 2017-B) de la Licenciatura en Negocios Internacionales, del Centro Universitario de Los Altos, de la Universidad de Guadalajara.
Mi papá me contó esta historia del
párroco del templo de La Cantera, el
padre Severo López, era un sacerdote
católico muy humilde que tenía fama
de santidad. El padre Severito (así
le decían) comenzó a celebrar misas
entre semana por las tardes, cuando
aún no estaban permitidas.
Llegó información de este hecho a
oídos del entonces Señor Cardenal de
Guadalajara, Don José Garibi Rivera,
bajo cuya jurisdicción se encontraba
y lo mandó llamar para amonestarlo.
El padre Severito acudió a la cita y
cuando le llamó la atención por lo
que hacía, le explicó que su intención
era que las personas que salían muy
temprano a las labores del campo, no
alcanzaban a asistir a las misas en los
horarios establecidos, entonces de
esta manera, al terminar sus trabajos
podían participar y acercarse a los
sacramentos.
Parece ser que el Señor Cardenal
no acababa de convencerse de esta
desobediencia y las argumentaciones
del padre Severito no le convencían del
todo; después de una ligera discusión
sobre el tema, en un momento dado el
Padre Severito se quitó la sotana y se
la arrojó al Señor Cardenal diciéndole:
“está bien, José, si no te parece, aquí
tienes”. Al aventar la sotana, se quedó
suspendida en el aire, colgada de un
rayo de sol que entraba por la ventana;
sorprendido y viendo en este hecho
algo excepcional, el Señor Cardenal la
descolgó rápidamente y se la regresó
al padre Severito diciéndole, “está bien
Severo, vete y has lo que quieras”.
El
padre Severito regresó a su parroquia
y continuó celebrando sus misas
vespertinas.
Cuenta la leyenda que durante la
persecución religiosa, tropas
federales llegaron al curato del
templo de La Cantera donde
vivía el padre Severito, quien
logró salir por la parte posterior
de la casa, unos soldados
apostados atrás lo vieron salir y
se fueron tras él, vieron cómo se
metía a la casa de una anciana
vecina del lugar. Llegaron los
soldados a la casa detrás de
él, la viejecita salió a detener a
los soldados, diciéndoles que
allí no habitaba nadie aparte de
ella; ellos empujándola hacia un
lado, entraron a la casa directo
a donde habían visto que se
había ocultado el padre, pero
se encontraron con la sorpresa
que en el cuarto donde el padre
había entrado, sólo había un niño
pequeño en pañales recostado
en la cama; desconcertados los
soldados salieron de la casa y se
retiraron del lugar, después de
que se alejaron de allí, la anciana
miró salir al padre Severito de
ese mismo cuarto.
Cuentan que en otra ocasión, como
era un sacerdote extraordinario, unos
brujos de ese tiempo estaban en su
contra y se burlaban de él. Se dice que
esos brujos tenían el poder para hacer
creer que había una tormenta.
Un día uno de los brujos en
plena madrugada fue a despertar al
sacerdote pidiéndole que fuera a asistir
a un familiar suyo que se encontraba
en agonía; al sacerdote no le importó
quién era la persona, tomó su libro y
los santos óleos para acompañar al
brujo y asistir al supuesto familiar.
A pesar de la tormenta tan fuerte,
el padre Severito sólo se puso su
sotana y su sombrero, y al salir hacia
la calle, con la oscuridad de la noche,
tropezó y cayó sobre un charco de
lodo; mirándose cómo había quedado
lleno de lodo y mojado, observó entre
la oscuridad y escuchó las carcajadas
del brujo que lo acompañaba y del
otro que se encontraba en la calle,
haciendo la brujería de que lloviera y
hubiera lodo.
Cuando se dio cuenta que sólo se
burlaban de él, les predijo que tres
culebras iban a terminar con toda su
comunidad en ese lugar; pronunció
una pequeña oración, desapareció
el hechizo de los brujos, y ellos al
verse sorprendidos por el sacerdote,
terminaron huyendo...
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