
Está fuera de toda discusión que la intención del papá de
Pedrito fue buena al llevarlo a vacunar y que tanto él como
la amable enfermera que le aplicó la inyección, actuaron
pensando en el bien del niño; pero para Pedrito ha sucedido
una catástrofe de dimensiones descomunales.
El está
sufriendo un dolor para el que no tiene explicación y mira a su
papá y a la enfermera con coraje y con mirada de interrogación:
¿Por qué? Pedrito puede ponerse a pensar y preguntarse si
acaso ha sido un mal niño que mereciera un castigo; y el cree
que la respuesta es no, pues ha sido siempre un buen niño;
entonces vuelve a la obligada pregunta: ¿Por qué? El creía
que su papá era bueno, pues normalmente le ha manifestado
una gran ternura, y juega con él y le compra comida y juguetes
y golosinas y lo lleva al parque… y de repente esto, lo que lo
lleva a la obligada pregunta: ¿Qué pasó? y ¿Por qué?
Si el papá de Pedrito le hubiera explicado a éste, que lo
iban a inyectar, que le iba a doler, pero que era por su bien;
el niño tal vez hubiera preguntado, que para qué le causan
tal dolor, si él está bien. Si le dicen que es para prevenir
que en el futuro no se enferme, el, pensando en la “enorme
aguja” de la jeringa, diría que ya es suficiente mal el dolor
que le van a causar al inyectarlo, para andarse preocupando
por una enfermedad futura que puede llegar o no; o que tal
vez en pocos días se muera en un accidente y no alcanzó a
llegarle la temida enfermedad. Total, que si Pedrito y su papá
se pusieran a dialogar sobe la conveniencia o no de aplicarle
la vacuna; no habría argumento que el papá pudiera esgrimir
para convencer al niño de que voluntariamente accediera a ser
vacunado, pues el infante siempre tendría un contraargumento
por el que pretendiera que tal acontecimiento no sucediera o
que dejáramos el asunto para otra ocasión posterior.
El punto es que si comparamos la cantidad de dolor
ocasionado por el piquete de la vacuna con la cantidad de
dolor que puede llegar a experimentar Pedrito, si le afecta la
enfermedad que se espera evitar, no hay comparación válida
entre ellos. Lo que desde el punto de vista limitado de Pedrito
es una catástrofe, desde el punto de visita del enorme mal
que se ha logrado evitar, es un mal risible, que ni siquiera se
puede llamar un mal; sólo fue un medio de lograr un bien. Lo
que desde un punto de vista limitado llamamos un mal,
desde un punto de vista más amplio, es sólo un medio
para lograr un bien incomparablemente mayor para
nosotros.
De este modo, podríamos imaginarnos diálogos en los
que, lo que para una persona de corto criterio es un mal, para
otra persona más informada es todo un bien; por ejemplo:
alguien podría quejarse diciendo que teme que le tendrán que
poner alguna inyecciones próximamente y eso lo ve como un
mal que tiene que vivir y otro le podría contestar que el mal no
está en que le vayan a poner inyecciones, sino en que éstas
no estuvieran disponibles y tuviera que vivir la enfermedad
sin medicina; donde resultaría que las inyecciones que teme
nuestro personaje no son un mal, sino un medio de lograr un
bien mayor, que es recuperar la salud perdida, por mucho que
pudieran doler al recibirlas.
Y lo mismo podría decirse de tener que estar hospitalizado,
o sufrir una cirugía; que antes que ser un mal que se deba de
vivir, se deberían de ver como un medio de lograr un bien
mayor. Y así mismo podría decirse de muchas experiencias
que nos toca o nos tocará vivir en el futuro, que vistas desde
un punto de vista limitado pueden verse como un mal, pero
viéndolas desde una perspectiva más amplia, puede ser que
resulten en un medio que permite conseguir bienes mayores.
Quien sabe si cosas desagradables vividas en lo personal
o en la historia universal, no fueran tan catastróficas como las
recordamos, sino que viéndolas a la distancia, las pudiéramos
ver como motores de algún cambio trascendental, como el
medio por el que pudimos lograr algo, que de otra manera no
lo hubiéramos visto venir.
Javier Contreras
No hay comentarios.:
Publicar un comentario