El Portón de las leyendas
Las narrativas que se publican en esta sección, son productos de aprendizaje del curso-taller
“Expresión Oral y Escrita”, impartido por el Mtro. Pablo Huerta Gaytán. Fueron redactados por
alumnos del primer semestre (ciclo 2017-B) de la Licenciatura en Negocios Internacionales, del
Centro Universitario de Los Altos, de la Universidad de Guadalajara
Por: Sandy Jetzarel de Anda Padilla
Se cuenta que en la calle Rita
Pérez de Moreno, en San Juan de
los Lagos, Jalisco, en una casa
céntrica, donde hoy es la Casa de
la Cultura, vivía un matrimonio con su pequeño hijo.
Todo marchaba bien, la familia era muy unida, feliz, los
esposos eran sencillos y generosos; por ser una casa
tan grande, la prestaban para eventos culturales.
Misteriosamente después de algún tiempo
empezaron a pasar cosas extrañas en esa casa. De
la nada se empezaban a escuchar ruidos en la azotea
y nunca se supo nada en concreto. Se dice que hubo
un tiempo en que el niño se ponía muy nervioso y le
preguntaba a sus padres: ¿Quién juega y llora en la
azotea todas las noches?”, pero ni papá, ni mamá
daban importancia, ambos decían: “Ha de ser un gato,
¡duérmete!”.
El niño se despertaba a media noche, asustado,
porque en el techo de su cama se escuchaban los
sollozos y el sonido de una lata rodando de un lugar
a otro.
Él llamaba a sus padres, pero ellos desde su
cuarto le decían que se durmiera. Incluso trataba de
irse a dormir con ellos, pero también se lo impedían.
Los papás fueron despertados a la media noche por
un grito de miedo que provenía del cuarto del niño, y se
dice que después de eso, no pudieron encontrarlo en
ningún lado. Dieron aviso a la policía y al siguiente día,
al volver a casa después de un largo día buscando a
su hijo, vieron un bote atado con una cuerda colgando
de la azotea.
Con algo de enojo y rareza el padre subió a la
azotea y lo quitó, después bajó y vio otro bote tirado
sobre el techo del cuarto de su hijo, al acercarse vio
a éste en un rincón, sentado con las rodillas dobladas
hacia al pecho, abrazando sus piernas, tenía el cuerpo
totalmente arañado y su rostro se veía con mucho susto.
Después de eso, cuentan las personas de San Juan de
los Lagos que los papás, no soportaban escuchar los
ruidos y ver cosas tan frecuentemente que se tuvieron
que cambiar de casa.
A pesar de eso, en su nueva casa a los padres les
siguieron pasando cosas; dicen que a media noche los
despertaba un sollozo y el ruido de un bote rodando, y
que cuando se podían percatar, estaba un niño frente
a su casa diciendo:
“Me asusta el ruido de allá arriba”.
Se cuenta que los padres comentaban que
eran demasiados y espantosos los sollozos que
se escuchaban, porque no sólo eran de un niño,
sino de varios, los que se escuchaban; lamentaban
profundamente no haberle hecho caso a su hijo, del
que ya no disfrutaban su presencia.
Aquí no acaba la historia, después de muchos años
esa casa tan grande, se convirtió realmente en la
actual Casa de la Cultura de San Juan de Los Lagos
y también se cuenta que en cada aniversario de la
muerte del niño, se escuchan ruidos alrededor de la
casa durante el día, mientras se realizan actividades
culturales; el velador asegura que a veces escucha un
bote rueda y los sollozos de un niño, del que también
ha percibido su presencia.
Según la leyenda, a varias personas les ha tocado
el mal momento de escuchar y presenciar lo relatado,
de ahí que varios sacerdotes y diáconos han visitado
este lugar, a petición de los sanjuanenses que residen
cerca de la Casa de la Cultura, para bendecir la casa
y hacer que las malas vibras desaparezcan, reine la
armonía entre las personas que dan servicios y en
quienes acuden regularmente al recinto o visitantes
esporádicos.
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