Por Blanca De la Torre
Qué van a saber de la buena
vida las mentes estrechas, si yo
le contara con cuántas personas
me he encontrado que exigen un
carácter rígido y lleno de formalidad,
tendría un lista numerosa, personas
insatisfechas consigo mismas. En lo
personal no me apetece dejar de lado
el carisma que porto cuanto estoy
haciendo mi trabajo. La única sonrisa
que veo por parte esas personas es
una especie de movimiento rígido en
los labios que casi… casi forman una
curva, pero es una falsa sonrisa ni
siquiera se les achinan los ojos como
debe ser, ni rastros tienen de marcas
de felicidad (las mentadas patas de
gallo) cargan en los ojos una apatía
desprovista y desganada, siempre
rectos y firmes.
En esta ocasión haré hincapié en
lo laboral, normalmente en el área en
la que estoy tengo que estar tratando
la mayor parte del día con clientes,
personas de todo tipo están aquellos
tímidos, serios y risueños, bueno
usted ya comprenderá. Hace unos
días entonces en el transcurso del
día llegó un señor aproximadamente
de 55 años, no me dejará mentir
pero las personas traen consigo
una vibra que los acompaña y unos
ojos que delatan si vienen alegres,
nostálgicos o apáticos, pues a lo que
me percaté era un señor amable y
carismático, entonces mientras lo
atendía él mismo bromeaba entre
pláticas sobre la construcción de su
casa y los materiales desperdiciados
por no haber encontrado entonces
el indicado, a lo que a mí respecta
le contesté del mismo modo, unas
cuantas risas pues, se despidió y se
fue contento a su morada, cuando se
fue mis compañeros de oficina rápido
me hicieron ciertos comentarios como
“No debes hablarle así a los clientes”,
“No puedes porque no sabes cómo
son y si tomarán a bien que bromees”
entre otros más parecidos, pues yo
no entendí cómo es que podían estar
opinando con toda la semejante
ignorancia y desfachatez, no sé de
muchas cosas por supuesto, pero
sí sé de respeto, educación y cómo
tratar a las personas, de ponerme
en los zapatos del otro y tratar de
entenderlo, porque yo también soy
cliente de algún negocio y sólo ahí
entiendes con total claridad el trato
que se
quiere que
te den, con
empatía .
Todavía me
sorprende,
pues en su
mome n t o
llegué a
creer que
estaba mal
mi posición
pero
durante el
día pensé y curiosamente me tocó
leer por ahí una frase de Vincent Van
Gogh “Es mejor tener mucho espíritu,
aunque se cometa un mayor número
de errores, que una mente estrecha
y prudente para todo”. Tengo 3 años
en mi puesto y ampliamente puedo
decir que el trato caluroso, honesto
y amable me ha traído mucho pues
realmente conoces a las personas
que entran al negocio, son ese tipo
de personas que se alegran porque
te va bien y les da gusto que los
puedas atender con ese trato.
Va a entender usted muy bien
mi punto, a nadie nos gusta llegar
a un negocio donde siente uno
tanta formalidad, normalmente las
personas llenas de pensamientos
negativos no tienen la amabilidad
y el carisma de regalar una sonrisa
y si lo hacen no se siente más que
una mueca por obligación, si usted
lector maneja un negocio piense dos
veces en la diferencia de un trato
rígido y uno empático, ¿A usted cuál
le gustaría más?
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