Por Tania Guadalupe Velázquez Hernández
El Portón de las leyendas
Se cuenta que por los años de la guerra cristera
en Arandas Jalisco, muchas personas padecían
serios problemas, producto de la pobreza y porque la
violencia no dejaba salir a trabajar a la mayoría de los
habitantes de este pueblo, ni permitía que realizaran
sus actividades normalmente.
Entre los habitantes se encontraba una familia
compuesta de los padres y dos niños, ésta era una
familia común de aquella época, muy humilde, pero es
de resaltar que la esposa era una mujer muy celosa y
cuidaba mucho a su marido, quien se dedicaba a las
labores del campo, pero también ayudaba a los curas
y a la iglesia porque en aquellos tiempos, como ya
sabemos, Arandas se formó siendo un pueblo católico.
El esposo, cuyo nombre era Pedro, apenas si
mantenía a su familia, era bastante pobre, aunque
claro, él hacía todo lo posible por llevar comida a la
mesa de su casa a pesar de la falta de recursos. Por su
parte su esposa, la señora llamada María, se dedicaba
a las labores del hogar, a cuidar de sus hijos y no sabía
trabajar de ninguna otra forma, pero como anteriormente
se indicó, ella tenía el defecto de ser muy celosa.
Constantemente inventaba historias en las que se
veía involucrado Pedro, pero él lograba convencerla
de que todo era mentira; por su parte, sus hijos eran
unos niños muy bien portados, veían a sus padres
como sus héroes y por su formación católica su papá
y mamá eran lo máximo para ellos. Vivían en un lugar
no muy céntrico y bastante cerca del río, en una casa
pequeña pero bonita y a sus alrededores, tenían mucha
vegetación pero pocos vecinos.
Un día le llegó a María la noticia de que su esposo
había muerto, ella se puso muy triste pero sabía que
tenía que mantener y seguir cuidando de sus hijos,
días después de la triste muerte y María, con los pocos
recursos que tenía, seguía dando de comer a sus hijos.
Después de unas semanas se dio cuenta que su
situación era muy mala, ya no tenía para comer, incluso
ella llevaba varios días sin probar alimento porque se
los daba a sus hijos; no había manera de mantenerse
así y comenzó de nuevo a inventar historias, inició
negando la muerte de su esposo y ella misma se fue
convenciendo que él se había ido con otra, ¡que la
había engañado!
Siguió con su locura y comenzó a asustar a los
dos niños con tantas y tantas historias sin razón de lo
que les decía y, una tarde casi noche decidió ir al río
a lavar la ropa y se llevó a sus dos hijos, cosa que a
éstos les pareció muy rara, no era normal ir allí a esa
hora; mientras iban de camino, tenía una lucha con
ella misma por lo que estaba a punto de hacer, ya que
por momentos pensaba bien y después seguía con su
locura.
Cuando llegaron al río comenzó a llover, ella les
decía a sus hijos que la perdonaran y que los quería
mucho, pero que no podían llevar una vida así con ella y
así nomás, de repente y sin pensarlo mucho, los aventó
al río; los niños se golpearon en la cabeza y murieron
al instante, mientras la corriente se los llevaba, ella se
quedó en la orilla por días, llorando hasta que murió
por falta de comida agua y claro, por la pena de haber
matado a sus hijos.
Se dice que hasta hoy día, cuando llueve, se escucha
un grito bastante aterrador diciendo “¡ay mis hijos, ay
mis hijos!”
Se afirma que se trata del alma en pena de la
todavía actualmente conocida como “la llorona”.
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