miércoles, diciembre 05, 2018

Los educadores de México

Por: Rogelio Aguiar Barajas.

A partir de los años 60, surgen los nuevos misioneros de la educación en México, ansiosos por adquirir el arsenal pedagógico que los capacitara para lanzarse a combatir las necesidades educativas que aquejaban a miles de niños en las comunidades rurales distribuidas a lo largo y ancho del territorio nacional, convirtiéndolos así, en los verdaderos promotores de los cambios sociales y culturales de estos lugares. Consientes del destino que les esperaba a cada uno de ellos, prestos acudieron al llamado que les hiciera la Patria a sus hijos predilectos, recibieron la encomienda de cubrir las necesidades educativas que había en estos lejanos y apartados rincones de nuestra patria. 
Jamás pensaron o se imaginaron siquiera las condiciones que les esperaban a cada uno de ellos. Su destino era “cualquier lugar” , “en donde hicieran falta sus servicios”. Así fueron quedando distribuidos los maestros egresados de las Normales Rurales que ya existían y los egresados de los Centros Normales Regionales de Ciudad Guzmán, Jalisco y de Iguala, Guerrero. Esto, lejos de asustarlos o desanimarlos, los motivó y les dio la fuerza necesarias para enfrentar este gran reto, ya que estaban acostumbrados a la austeridad, carencias y pobreza que vivieron en las normales. 
Otro factor que les favoreció para el desempeño de sus actividades fue, el origen humilde del cual descendían originalmente cada uno de ellos, estaban acostumbrados al trabajo rudo del campo, lo cual ayudó a que se adaptaran con mayor facilidad. Las comunidades que contaron con la presencia de un maestro, recibieron de ellos el mejor de los alientos, se convirtieron en el motor del desarrollo de las mismas. La gente humilde sintió del maestro su calor, su mano amiga que los guiaba por el camino del saber. 
Esta mezcla de sentimientos al final se conjugaron formando una sola. El compromiso profesional de estos mártires dejó una huella profunda en la mente de cada ciudadano que recibió el alimento de la enseñanza de un maestro, a la postre esto les sirvió de base para abrirse paso en la vida. 
El magisterio fue, y es para muchos, no solo profesión, sino el futuro, el medio mas digno de sacar adelante a las familias y a todo un proyecto de nación , que nada tiene que ver con las corruptelas que imperaban en las altas esferas educativas. Muchas veces, la vocación del maestro se vio amenazada, producto de la tensión que vivieron ante los problemas que había en las comunidades. 
No sabían como actuar ya que en la normal no los asesoraron o previnieron para intervenir en estos casos, lo que por momentos pensaron en desistir. No todos corrieron con la misma suerte, unos fueron bien recibidos, les brindaron el apoyo necesario para el desempeño de su labor docente, otros en cambio, se enfrentaron a grupos sociales, políticos y religiosos que se oponían a la llegada del maestro. 
Veían en él a un enemigo potencial capaz de interferir en sus negocios inculcando en las personas ideas que pudieran cambiar su modo de pensar. Algunos entregaron sus vidas al comprometerse demasiado en los problemas de las comunidades, otros fueron agredidos salvajemente por personas ignorantes que escudadas en prejuicios religiosos y el fanatismo que los dominaba los hicieron actuar de esa manera. Estos incansables mártires de la educación les enseñaron en la normal a “amar a sus semejantes” y a respetar las creencias y costumbres de los pueblos. 
Llevaban bien tatuados los valores que recibieron en el seno del hogar y su religión bien definida, a pesar de esto fueron agredidos y mancilladas sus mujeres. Estos atropellos, vejaciones y señalamientos, a pesar de lo grave del caso, el magisterio “YA PERDONO”; pero no por haberlo hecho se ha olvidado. 
Queda viva una herida en la mente del magisterio que no sana ocasionada por el daño moral que aún prevalece al recordar estos pasajes inhumanos sucedidos a los maestros. La mayoría de estos mentores ya han fallecido, otros viven en situaciones difíciles, algunos padecen enfermedades terminales, otros se encuentran lisiados, en sillas de ruedas o postrados en una cama sin poderse mover. Toca a la sociedad mexicana reconocer su trabajo y saldar la deuda histórica que tienen con estos incansables promotores del saber. 
Al final del camino, los que aún viven, los hacen de sus recuerdos y un retiro digno que les permite tener la frente muy en alto, seguros de que ninguno traicionó los principios emanados de las escuelas que los formaron. 
Les queda una jubilación, acompañada de un salario humillante, olvidados por el gobierno, pero no de sus familias, esperan ansiosos el reconocimiento de la sociedad a la que sirvieron con su trabajo. Lo valioso, agradable y dignificante para un maestro jubilado es cuando algún exalumno le dirige las palabras que por mucho tiempo se guardó, sentir el amor y el cariño de las personas que un día ayudó a transitar de manera honesta y honrada por los caminos de la vida. ¡ FELICIDADES A LOS SUPERVIVIENTES ¡

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