Por Omar López Franco
Lic. en Contaduría Pública,
2º. semestre
El Portón de las leyendas
Las narrativas que se publican en esta sección, son productos de aprendizaje del curso-taller
“Expresión Oral y Escrita”, impartido por el Mtro. Pablo Huerta Gaytán. Fueron redactados por
alumnos del primer semestre (ciclo 2017-B) de la Licenciatura en Negocios Internacionales, del
Centro Universitario de Los Altos, de la Universidad de Guadalajara.

Un día vio pasar a uno de sus amigos y compañero de
trabajo, parecía una persona muy distinta a la que Juan había
conocido pues venía vestido con mucha elegancia y parecía
estar muy feliz; ya no era el triste trabajador mal pagado
que Juan conocía. Al saludarlo, le preguntó dónde había
adquirido dinero para comprarse esa ropa, el compañero
contestó que pidió prestado a un amigo, Juan le preguntó a
cuál amigo, éste le dijo que si esperaba hasta las doce de la
noche, en cualquier lugar retirado de la iglesia, podría ver a
ese amigo.
Juan quería conocer a la persona que le había dado
tanto dinero a su compañero, pues él también necesitaba de
dinero, entonces decidió seguir su concejo; en un lugar muy
retirado de la ciudad esperó hasta que dieran las doce de la
noche para conocer al misterioso personaje.
Como ya se había cansado de esperar, se proponía
retirarse, cuando de pronto escuchó a lo lejos el andar de
un caballo, de repente se le heló la sangre y sintió un terror
profundo, se dio la vuelta y alcanzó a distinguir la silueta de
un individuo que se aproximaba montado en el caballo.
Por alguna extraña razón Juan sintió que aquella era
la persona de la que le habían hablado. Conforme se
aproximaba pudo ver mejor las características de aquella
persona, estaba vestida de charro, era muy alto y parecía
fuerte, vestía completamente de negro, con un gran sombrero
sobre su cabeza; su traje era sumamente elegante, pero no
alcanzaba ver la cara, tenía manos esqueléticas; en cuanto
al caballo, era de una especie que Juan nunca había visto
antes, de una altura considerable y de un negro tan intenso
que se perdía en la oscuridad.
Por un momento dudó, pero ya que ambos estaban
tan cerca, Juan le hizo una señal para que el charro se le
aproximara, cuando ya estaban de frente volteó a verle la
cara al charro y Juan sintió un terror aún más fuerte ya que
ese rostro era completamente esquelético, parecía que no
tenía ojos, pero los veía de un color rojo tan intenso que
parecía salido del mismo infierno.
Por un momento Juan intentó irse corriendo, pero el
charro le indicó que se le acercara y éste obedeció, fue el
peor error que pudo haber cometido en toda su vida.
Juan le
explicó su situación y como respuesta el charro le mostró a
Juan una bolsa de ceda fina llena de monedas, Juan tomó
la bolsa y una diabólica sonrisa se dibujó en el rostro del
charro, quien continuó su camino. Juan volvió a dirigirle la
mirada pero ya no vio a nadie, a pesar de ello, Juan sentía
que seguía allí y podía escuchar al caballo, era como si se
hubieran vuelto invisibles.
Juan Salió corriendo de ese lugar, regresó a su casa
ubicada en una colina muy alta, la casa estaba construida
completamente de madera, considerando su situación, no
era difícil adivinar que su casa era una de las más viejas y
feas que había en toda la ciudad, al entrar a su casa, Juan
notó que toda su familia dormía tranquilamente, se acostó y
cayó en profundo sueño, pero no supo si por el cansancio o
por el horror que sintió asa noche.
Al día siguiente, Juan se despertó cansado y con algo de
sensación por lo vivido la noche anterior y creyó que todo
había sido un sueño, estaba un poco más calmado, dudaba
que existiera una persona así; al levantarse, cayó de su
bolsillo una bolsa de ceda y al recogerla notó que estaba
muy pasada, al observarla bien sus ojos brillaron de codicia,
lo que contenía la bolsa era un montón de monedas de oro,
todas eran muy brillantes y obviamente podían valer una
fortuna.
Juan aunque muy pobre, era buena gente, humilde,
honrado y nunca en su vida había robado nada a nadie;
por primera vez tuvo un sentimiento nuevo, la avaricia.
Ese
mismo día comenzó a comprar un montón de cosas para él
y su familia, todos en el pueblo estaban muy impresionados
de ver a Juan gastar tanto dinero; compró mucha ropa
elegante, una casa, un automóvil, entre otras cosas de
gran valor; cuando alguien le preguntaba dónde había
conseguido tanto dinero, él simplemente contestaba que se
lo prestó un amigo.
Juan intentó encontrar al fulano que le recomendó ir a
buscar al charro negro, pero nadie sabia en donde estaba,
ni su esposa, ni su jefe, ni sus muchos amigos, era como
si se lo hubiese tragado la tierra; la esposa de Juan y sus
hijas estaban muy felices, tenían todo el dinero para cumplir
todos sus antojos o caprichos y vivían muy cómodamente,
con todo y eso. Sin embargo, Juan no se sentía feliz, al
contrario, desde el día que conoció al charro, se sentía
asechado como si alguien o algo lo tuviera en la mira para
cazarlo.
Una noche muy oscura, Juan se encontraba durmiendo
tranquilamente en su nueva casa, de repente el ambiente
se puso muy caluroso, se despertó y fue a abrir la ventana,
pero la temperatura estaba más alta afuera que adentro,
entonces cerró la ventana; al parecer esta temperatura
atípica sólo le afectaba a él, porque su familia seguía
durmiendo tranquilamente; Juan no sabía que esa era la
última noche que estaría y podía ver a su familia.
Al regresar a la cama, escuchó que alguien llamaba a
la puerta, un miedo muy profundo se apoderó de Juan, no
sabía a qué le tenía miedo, pero presentía que una gran
catástrofe iba a ocurrir, porque en primer lugar nadie llama
a esas horas de la noche; la persona que se encontraba
afuera volvió a golpear la puerta esta vez más fuerte, Juan
se acercó muy lentamente a la puerta y giró con poca fuerza
la perilla de la puerta y de repente vio… justo a unos cuantos
centímetros de distancia frente a él, al charro negro con un
aire amenazador.
Nada más por ver al charro negro, Juan sintió desmallarse,
pero resistió, sabía que aquella persona o criatura venía
a cobrar su deuda; el charro señaló a la familia de Juan,
entonces éste se arrodilló suplicante, comenzó a rogar y a
llorar diciendo: llévate lo que quieras pero por favor no te
lleves a mi familia, son lo que más quiero; llévame a mí, pero
a mi familia no por favor; al charro de sus ojos salía fuego y
con aspecto más espelúznate y amenazante se le acercó y
le dijo a Juan a quien se le heló la sangre:
Conque no quieres entregarme a tu familia, bueno pues
ahora verás y el charro comenzó a reír de forma siniestra y
desapareció; Juan se levantó rápidamente, se quedó por un
momento esperando a que el charro volviera para matarlo,
con sus esqueléticas manos pretendía arrancarle el corazón,
pero lo sucedido a Juan, fue mucho peor, cien veces peor.
Juan en pie alcanzó a escuchar a lo lejos unos lamentos
que parecían de almas perdidas pues no tenían nada de
humanos aquellos ruidos, más bien parecían fantasmales;
al instante cerró la puerta, pero los espíritus la atravesaron,
parecía que flotaban con grandes garras y un rostro
espantoso, pero no tenían brazos, ni pies y su aspecto era
casi transparente.
Juan intentó correr pero los espíritus lo atraparon y
comenzaron a rodearlo y girar a su alrededor como un
tornado, de este modo le fueron quitando la vida; primero
su piel comenzó a quemarse hasta quedar sin piel, luego
sus ojos comenzaron a derretirse por el calor hasta quedar
ciego, por dentro sus órganos también ardían hasta
desaparecer por completo, sus tejidos y ligamentos junto
con sus músculos, fueron quemándose hasta quedar en
cenizas, en fin, Juan quedó completamente esquelético.
Juan gritaba de dolor y de miedo, pues el dolor tan
intenso que Juan prefería que alguien le cortaran los brazos
y las piernas o que alguien le sacara las tripas, todas las
torturas ideadas por el hombre resultaban muy dulces en
comparación con ese dolor; en sus últimos instantes, vio
pasar delante de sus ojos, el trayecto de su vida, desde
cuando vivía con sus padres, cuando se casó, cuando
nacieron sus hijas, cuando hizo muchos amigos; en los
últimos segundos se dio cuenta de que lo tenía todo para
ser feliz, a pesar de no ser rico, a pesar de no tener muchas
cosas.
Entonces Juan sintió algo que sienten muchos
condenados a la hora de morir, el ¨arrepentimiento¨, a lo
largo del lugar se escuchaba a alguien riendo y disfrutando
del dolor de Juan, era la misma risa del charro negro; a pesar
de todo Juan se sintió feliz porque todo acabaría pronto para
él, pero lo que no sabía es que a donde se dirigía nunca
podría descansar en paz, finalmente el cerebro de Juan se
consumió, ya no razonaba pero sí sentía.
Los demonios lo tomaron de ambos brazos y lo sacaron
afuera de la casa a poca distancia de allí comenzó a abrirse
una grieta de donde emanaba una gran cantidad de fuego,
el calor de ese lugar era mil veces más intenso al que Juan
había sentido cuando murió; cuando iba entrando a la grieta
comenzó a gritar, pero ni sus gritos, ni sus lamentos eran
escuchados, todo parecía indicar que lo sentido antes era
sólo el comienzo, entonces Juan entró a la grita y esta se
cerró rápidamente.
Al día siguiente su esposa se levantó un poco tarde,
hacía años que no dormía tan tranquila y profundamente
como aquella noche, al salir de la cama notó que había una
gran cantidad de cenizas por toda la casa, pero no le dio
mucha importancia, comenzó a buscar a Juan pero, nadie
nunca más, volvió a saber nada de Juan.
edición de Marzo hagan click en entradas
antiguas, Gracias...
Para seguir viendo la
edición de Marzo hagan click en entradas
antiguas, Gracias...
No hay comentarios.:
Publicar un comentario