sábado, marzo 02, 2019

Yo conocí a Laurita

San Nicolás de los Garza es un municipio de Nuevo León, el segundo asentamiento fundado, solo después de Monterrey. Ahí mero nació Laurita Garza sobre sus espaldas y las de sus ascendientes vive una enorme y rancia tradición histórica: ¡Cuadricentenario su lugar de origen! 
En sus albores se llamó Estancia Díaz Berlanga por sus primeros pobladores; hoy en día inserta la ciudad en la ZM de Monterrey. Desde güerquilla se nutrió de la naturaleza, la olisqueó, la palpó, la gozó: caminatas tomada de la mano de su padre ascendiendo el cerro del Topochico; cayó, levantó y volvió a caer. Refrescantes baños en el arroyo “Topochico” en épocas calurosas, condición que le permitió aprender a nadar pasaditos los cinco años. Este contexto armonizó su personalidad, y le dio rumbo a su carácter que fue fuerte, pero noble ella. 
A mediados del ciclo escolar 1973/1974 –cuando cursaba el 1er grado de educación primaria- ella junto con su familia se trasladaron a la sureña Atenquique, en Jalisco, y ahí se establecieron por causales de negocios. 
Acá era magnate papelero un viejo amigo de la familia, Don Daniel Garza Sada y éste, los invitó a administrar la ampulosa empresa; dado que aquél sus múltiples negocios lo mantenían largas temporadas fuera del país. (“al ojo del amo…”) Laurita fue inscrita –reinscrita- en la primaria “Jaime Torres Bodet” anexa al CREN, en Cd. Guzmán; con una travesía diaria cubierta por un chófer particular de Empresas Atenquique. Su barrio “Rey de copas” en San Nicolás fue tornado por bosques espesos, calles reducidas olorosas a resina y frescas tardes y mejores noches; veladas por espigado e insomne chacuaco que como fiel caballero espantaba los malos espíritus de sus inocentes sueños. Laura Esther Garza Berlanga, “Laurita”, había nacido un 02 de octubre de 1968. 
Cuando tuvo consciencia de esa fecha atinó a decir: “ni modo que olviden mi cumple”. En el futuro inmediato tendría un enorme jardín apenas menos que el zócalo capitalino –según José Luis Martínez-, el “5 de mayo” de la capital zapotlense para ella solita; para que no extrañe los paseos con helado en mano en la norteña plaza “Bernardo Reyes”. Se trae a colación estos apuntes porqué Laurita, “norteña”, se desarrolló “sureña”, y zapotlense en su formación profesional, como leerán: 
En la secundaria federal “Benito Juárez” cursó la educación media, y contra la lógica social, hizo la licenciatura en educación primaria en el celebérrimo CREN también de la tierra de Don Guillermo Jiménez. Su posición social y económica les sugería otra carrera “más” universitaria a quienes la conocían; porque la relación tan amistosa, tan “familiar”, tan de paisano con Don Daniel era llave de acceso a TODO, léase a ¡TODO! Para el ciclo escolar 1986-1987 inició su corta carrera docente a sus 19 años en la Hacienda “del Jazmín” de la demarcación municipal de San Gabriel, Jalisco; en una histórica primaria federal, la “Nabor Rosales y Araiza”. (Jalisciense, de Copala, Tolimán, creador del son, música fundamental del mariachi). De 1023 habitantes con que en ese momento contaba el pueblo, 349 eran menores de edad, y ella tenía 22 en 1° y 2°. De aquélla se originó el pueblo. Don Jesús Cobián Ocaranza fue el propietario hasta que “Tata” Lázaro la incluyó en el reparto agrario. Laurita se convirtió en heraldo puro de su escuela formadora y con el ABC bajo el brazo, transmitió su fortaleza, su talante al surcado completo de niños que en tres años de permanencia, comulgaron con ella y sus enseñanzas. 
Entabló lazos de cooperación con las instituciones culturales del municipio, y curioso, después fue más estrecha y múltiple con las paralelas de Sayula, por… ¡Sabe! Igual que muchos maestros, crenianos específicamente; sin ser muy “profesantes” de alguna religión, en aras del bienestar y regocijo de la comunidad, colaboraron en el fortalecimiento de las tradiciones. 
Hoy, justo hoy, estaría en las actividades del 12 de diciembre, si se hubiera quedado ahí. Llevó cuadrillas de sonajeros desde –bueno están próximas- Cd. Guzmán para “vestir de Frac” estas celebraciones. Hecho que no le representaba mucho sacrificio porque conocía el entorno por “tantales” días de vivir en la región. Ella costeaba la estancia y los traslados: “no se tronaba los dedos” para apurar la quincena “ni lanzaba jaculatorias” para que los pagadores se apiadaran de una maestra más. Su holgura económica soplaba en popa. Las LUMINARIAS o fogatas es una tradición muy arraigada entre las familias, que ella como la comunidad no deseaba su final por eso la recreaban año tras año entre el 13 y 22 de octubre Encendían su fogata afuera de su casa y en torno de ella se distribuían sus miembros, lo que ocasionaba una convivencia real como estrecha a nivel familiar. Dicen gozar como infantes las sombras que en la pared se proyectaban: perfiles distorsionados y a veces híbridos de hombre y diablo hechos. Curioso, esas fogatas no reflejaban ni ángeles ni vírgenes; lenguas de fuego que no saben del bien, pero hechas para bien. 
La última de la que fue parte se sugirió que se cocieran elotes; otras veces tamales, pozole… Igual en el Jazmín, se vive el reparto de Décimas a la usanza secular la Zapotlán el Grande, Jalisco, qué no es otra cosa que, una composición o métrica literaria de 10 versos con los particularidades específicas de ella y con una temática señalada con antelación, y que además, incluye el programa de las festividades que en este caso es relativa a la Virgen de Guadalupe. Que hasta la “belleza cansa”, sostiene el vulgo: y así fue ocurriendo con Laurita que teniéndolo TODO empezó a ser “pobre”, a menguar empezó su jubilosa estrella. Unos años atrás sus padres habían regresado a la querencia; justo cuando la industria vino a menos, la “Papelera Atenquique”. Desde San Nicolás la instaban a regresar, a pesar de que dieciocho años de su vida ella se “crió” jalisciense, sureña. Aun así, empezó a sopesar el deseo de los “viejos”. 
La conocí en Colima en un municipio llamado Minatitlán: enclavado en la sierra a una hora de la capital. Otrora centro minero de gran auge (…), aunque todavía “pujaba”. Los líderes mineros auspician los festejos patronales, y en ese año, 1990, cerraron de lujo las festividades: un “paisa” de Laurita, compositor e intérprete norteño, amenizó la noche del 15 de enero y buena parte del día siguiente. La “paisanidad” se huele, ese día quedó comprobado: el sol de ese sistema fue ellá; el núcleo de la galaxia ella, y quien paralizó los corazones de los presentes, ella. Esbelta silueta, blanca tez, linda en toda su periferia; ataviada pa’ la ocasión. 
Pendían de los artísticos lóbulos de sus orejas, áureas arracadas que casi gritaban su norteña cepa.
Ahí la vi por vez primera y única siendo el imán de admiradas como dilatadas pupilas; incluidas las de éste. La presente melodía va para… esta canción dedicada a…: cómo siempre ella ¡TODO! La riqueza física, la emocional, la coquetería, ella; a los 22años y con esas “gracias”, Laurita ¡Jamás!, pasó inadvertida. Vino lo esperado por sus padres: después de 3 años de ejercicio profesional docente en Jalisco, se fue a Nuevo León. No hizo aspavientos, su filosofía cotidiana fue “más vale un momento colorada y no mil descolorida”; salió de vacaciones y ya no volvió.
El jazmín perdió para siempre su lozanía. Pidió una escuela de la periferia; de esta manera también le “echaba un ojo” a las tierras de sus padres. 
En estos “correres” su corazón “perdió los estribos”, la güerquilla se apasionó, no se enamoró; y hoy, a la luz de los hechos, de quien jamás la aquilato: Tres años de orgullosa y ríspida relación, fueron prueba definitoria. 
Ella puso sensatez, carácter, lo que no quiso poner fue su dignidad para ser pisoteada y humillada mecho menos en su entorno; donde el tal Emilio la quiso exhibir. 
Tres años de “probar el amor” le bastaron. Lo demás, lectores amigos, la historia, ustedes la conocen. Laurita fue protagonista del corrido norteño más famoso ¡jamás creado!, de todos los tiempos… “El corrido de Laurita Garza”. 
Juan Rosales C.

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