Por América Vera
Lic. en Negocios Internacionales
Cuando era una niña pequeña, solía pasar mucho tiempo
con mi abuelo, antes de que desafortunadamente falleciera,
eso ocurrió y yo seguía siendo muy joven. Él era un hombre
de estatura media, con piel clara y arrugadita, pelo canoso
blanco como la nieve, ojos profundos de color café, ceja
tupida y complexión un poco robusta. Era una persona llena
de bondad y amor, se la llevaba bien con todo el mundo, pero
le molestaban aquellas personas que no hacían las cosas
de manera recta; le fascinaba el rancho y siempre fue muy
activo, además de ser muy sabio, inteligente y trabajador. Mi
abuelo era también muy bueno para platicar.
Recuerdo las historias que me contaba, en particular
recuerdo una que me cautivó por completo, pues despertó
mi curiosidad desde el primer instante. Se trata de una
leyenda, muy famosa en el pueblo de nuestras raíces,
Yahualica.
Recuerdo la emoción en su voz al contarme, y la
mía al escucharlo, sobre la cueva que se abre cada viernes
santo y por eso la quiero compartir con ustedes.
Ocurre en la Sierra de las Ventanillas de Yahualica, dicen
que allí hay un lugar al que le conocen como el “Cerrito de la
mina”, incluso ya está registrado y protegido por el Instituto
Nacional de Antropología e Historia (INAH) y no dejan que
se destruya porque parece ser que allí fue alguna vez un
santuario de los caxcanes, refiere el artesano Rogelio
Herreras Benavides, quien también vive en Yahualica.
Según esto, la entrada a la cueva, está al oriente del cerro,
por donde sale el sol y la salida por donde se oculta, al
poniente.
Cuentan que en esta cueva se encuentra un tesoro muy
grande, tan grande como para poder forrar de oro todo el
pueblo. Además dicen que la persona que logra salir de la
cueva consigue ser rejuvenecida.
La cueva se abre en viernes santo, a eso de las 8:00
de la mañana, después de que las primeras campanadas
del día llaman a misa, se rumora que si una persona quiere
entrar a la cueva a buscar el tesoro deberá hacerlo durante
el transcurso de la misa con mucho cuidado, precisión y
rapidez, porque de no ser así, y no conseguir salir con el
mismo, antes de que en misa se dé la bendición, la persona
quedará atrapada allí durante un año entero.
Un año que según la percepción del buscador atrapado
es sólo un instante, pero para todas las demás personas,
realmente es un año. Hay historias sobre personas que
han acudido y cuando salen al encontrarse con su familia y
amigos, tenían la idea de que habían desaparecido o en el
peor caso, que habían muerto.
Cuentan de un hombre recién casado que fue en su
burro a la leña a esta sierra, precisamente un viernes santo.
Iba caminando, cuando de repente, se escuchan unas
campanadas y él amarra su burro afuera y se mete a la
cueva, siguiendo el sonido, porque creía que realmente se
trataba de una celebración religiosa.
Al entrar se queda atrapado durante “un instante” y al
salir se encuentra aterrorizado con el esqueleto de su burro.
Al regresar a su casa con su esposa, descubre que
esta mujer ya ha dado a luz, y en su confusión, le
pregunta que como es posible si ellos no habían
tenido contacto alguno hasta hace muy poco, el
día de la boda.
Ella le explica que él había estado
ausente durante un año entero. Su familia y amigos
pensaban que se había muerto o que se había
arrepentido de contraer matrimonio y por lo tanto,
que había abandonado a su mujer.
Esta historia es un verdadero enigma, pues hay
versiones como la anterior, de gente que confirma
haber experimentado esto. Pero aún así, sea cierto o
no, yo no me atrevería a visitar esa misteriosa cueva,
pues para mí vale más el tiempo, un año de vida junto
con mis seres queridos, que el tesoro más grande
del mundo. Si algún día se encuentran por ese lugar
de Yahualica, ¡aguas con las campanadas!…
No hay comentarios.:
Publicar un comentario