Por Blanca De la Torre
BlancaJaneth2018@hotmail.com
La casa en la que me encontraba esa noche era según toda la apariencia de un lugar agradable y acogedor, pero al caminar con las maletas por el pasillo que daba camino a los cuartos del huésped sentí un escalofrío recorrerme el cuerpo, y por un momento juré haber escuchado mi nombre entre el viento que circundaba en mí. Me sacudí bruscamente los brazos para soltar la mala vibra que ahí yacía. No obstante, después de unas horas cuando la noche caía decidí calmar mi curiosidad y matar toda clase de pensamientos góticos, pues quería comprobar que mi orgullo y mi fuerza mental no se habían debilitado por ese momento tan extraño, cómo sería posible que una mujer tan fuerte de espíritu se doblegara por un simple susurro del viento, pensé vagamente que era el cansancio por el largo viaje, salí al pasillo y me quedé de pie frente a un gran candelabro que por la hechura tenía muchos años ahí postrado, pero tenía un aspecto fúnebre si lo mirabas largo tiempo. Sabía que alguna presencia sobrenatural me asechaba esa noche, dada a mi capacidad de encontrar siempre solución o tranquilidad a los sucesos sobrenaturales que desde chica me había tocado vivir o percibir de alguna manera, esta noche mi mente carecía de fuerza y estabilidad, el miedo se apoderaba de mí, esa sensación de angustia, de ansiedad y desesperación tomaban poder. Sólo pensé en lo que decía mi abuelo: “Jamás dejes que el miedo se apodere de ti, ellos se alimentan de eso”, pues era demasiado tarde, algo siniestro me estaba observando, cuanto más silencio había más podía percibir sus susurros mezclados en el viento, observé el candelabro otra vez, se movía incesantemente y su luz era cada vez más obsoleta, comencé a sentir esa presencia más fuerte, mi piel se erizaba de pies a cabeza, miré rápidamente tras de mí y segundos después se apagó dejándome en completa oscuridad, sudaba frío y me temblaban las piernas, corrí a la banca que estaba atrás de mí, miré presurosamente a lado mío pues sentí que alguien más se sentaba en la banca de madera haciendo que esta rechinara lentamente, al no ver a nadie por la densa oscuridad sucumbí al miedo, parecía que no era suficiente, sentí la respiración pesada en mis oídos, erizándome la piel de inmediato comencé a sentir lágrimas caer por mis mejillas, quería gritar, pero el miedo había dominado mis cuerdas bocales y no salía más que pequeños jadeos ahogados, los ojos abiertos como platos mirando alrededor ando de buscar una salida, me levanté y corrí por todo el largo pasillo mientras tenía el terror y la sensación de que era perseguida y estaban a punto de cogerme del cuello y llevar mi gélido cuerpo a un lugar lúgubre en el cual se alimentarían de mi alma hasta quedar satisfechos. Corrí hasta llegar y chocar con alguien, era un trabajador que tenía consigo una lámpara, golpeando desesperadamente su pecho y gritando que me socorriera él me tomo de los brazos y me dijo que me calmara, después de unos minutos pude hacerlo, me quedé en shock, jamás había tenido un ataque de pánico como este, el hombre comenzó a hablar: Me llamo Gabriel y trabajo aquí, al parecer no conoce la historia de este lugar, hace 70 años un hombre se ahorco en ese candelabro era velador y se decía que el hombre estaba loco pues vivía con la idea de que varios demonios lo asechaban todas las noches en este pasillo al no aguantar creyó que esa era la mejor manera de hacerlos callar y cesar, ahora su alma en pena busca otro cuerpo que haga lo mismo que él para que pueda liberarse de la condena y pueda descansar en paz, le da el alma de otro ser a cambio de la suya. Ahora le pido de favor que siga esas puertas para que llegue a recepción y le den un vaso de agua para eso de los miedos.
Me dejó atónita, osaba de tanto pánico en todo mi cuerpo que como pude llegué a donde me dijo, la señorita me preguntó que qué había pasado, le conté y le mencioné que el hombre, velador llamado Gabriel me había ayudado, cuando le dije ella se tocó el pecho y se dejó caer a la silla tapando su boca, ¿Qué sucede? Pregunté, -El hombre que se suicidó era un velador, y él se llamaba Gabriel.
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