sábado, julio 13, 2019

En San Francisco de Asís: Leyenda de Panchito “el charrito”

Por María Lizeth Núñez Angulo  
Lic. en Negocios Internacionales 

 Dicen los testigos que son innumerables los milagros que ha realizado “El Charrito”. Se cuenta que por las noches Panchito recorría el pueblo para socorrer a los menos afortunados y separar a los borrachos en riña, por eso las vestiduras del santo aparecían rasgadas y los huaraches muy gastados de tanto peregrinar. Para ilustrar esto, don Diego Sánchez García, oriundo de Real de Catorce, platica la famosa historia de dos borrachos –Valente y Valentín– que se enfrascaron en una pelea mortal. 
Las cuchilladas empezaban a hacer estragos cuando un misterioso personaje los conminó a suspender la lucha. Al evaporarse los efectos del pulque, coincidieron ambos en que su salvador se parecía a San Francisco de Asís, por lo que acudieron a la capilla y encontraron que la efigie mostraba los vestigios y rasgos de las cuchilladas que supuestamente recibió. 
Allí juraron, Valente y Valentín no volver a tomar, y desde entonces, viven en paz como trabajadores honrados. Otro testigo, don Jorge Quijano, cuenta por su parte, que hace muchos años un niño se perdió en el desierto; lo buscaron por muchas horas y al no encontrarlo decidieron dar aviso a la policía de El Catorce. 
Cuando lograron hallar al pequeño, éste dijo que un señor lo había consolado y ayudado. Los padres acudieron a dar gracias a Panchito y cuál fue su sorpresa, cuando llegan frente a la imagen, el pequeño les dijo: “Ese es el hombre que me ayudó”. 
 A su vez, el relato de don Ignacio Frías refiere que un barco fue sorprendido por una fuerte tormenta en altamar, y cuando estaba a punto de encallar, los marinos se treparon al palo mayor y se encomendaron a San Francisco. La tripulación se salvó y durante muchos años visitaron a la venerada imagen. Cuenta Lole Frías, también natural de El Catorce, que el primer milagro de Panchito ocurrió cuando un niño cayó en un aljibe; ya se le daba por muerto, cuando volvió a la superficie del agua gracias a las oraciones al santo. 
También se dice que la imagen de San Francisco escapaba de la parroquia donde se encuentra para regresar a la Capilla de Guadalupe, lugar al que llegó primero. De nuevo era colocada en su sitio, y otra vez aparecía en la otra capilla. Todos coinciden en que el milagro más grande que ha realizado “El Charrito” es haber rescatado del olvido a Real de El Catorce, luego de que en 1905, debido al cierre de las minas fue abandonado casi por completo. Los retablos, que atestiguan la magnitud de la fe religiosa hacia San Francisco de Asís, llenan la sacristía de la parroquia. Entre ellos hay algunos muy significativos, como el que data de 1935: “Doy gracias al Señor San Francisco por haber hecho el milagro de que mi esposo recobrara su libertad, luego de que iba a ser pasado por las armas”. 
Debido a la gran afluencia de peregrinos, las autoridades municipales cierran el acceso a los automóviles, de modo que la vía de entrada, el famoso túnel Ogarrio de 2.5 km de longitud, debe atravesarse en las carretas colocadas allí para tal fin. Desde la salida del túnel se mezclan los gritos de los merolicos con las grabadoras a todo volumen y los músicos de acordeón. Los rancheros de los alrededores llegan a ofrecer sus flores, nueces, manzanas, duraznos, tunas, etcétera; naturalmente, no faltan los vendedores de milagritos, veladoras, Cristos y cuadros de San Francisco. Hay quien improvisa un puesto de comida y pone cocido para chicharrón o vende gorditas. 
 Quienes ya no alcanzaron hospedaje o su bolsillo no se lo permite, duermen donde les cae la noche, ya sea en una improvisada tienda de campaña o en una banca de la plaza central. Y para las frías madrugadas, en cada esquina se ofrecen atole y cafecito, con pan de nata para acompañar. Los necesitados de alivio por los excesos de la noche anterior, pueden recurrir a bebidas de nombres curiosos: “cuchi-uchi”, “charro picarón” y “chupetón”. 
 Al alba del día 4 de octubre, se cantan las mañanitas a San Francisco de Asís y luego se celebra una misa al aire libre que reúne a miles de feligreses, Panchito preside la ceremonia desde el puesto de honor; tras la celebración, la efigie es conducida de regreso hasta su camarín en la parroquia, todos los asistentes la acompañan. 
 Entra pues “El Charrito” y es colocado nuevamente en la urna. Los mariachis entonan las golondrinas, mientras los rostros de los presentes se ven conmovidos por el adiós. Las canciones continúan hasta que el frío de la madrugada lleva a todos al reposo y el alba anuncia un nuevo día. Despacio se van retirando los visitantes, la travesía de vuelta los regresará a sus lejanos hogares, pero el próximo año volverán a colmar este pequeño y mágico pueblo en busca de la fe, para pedir nuevos favores y agradecer a “El Charrito”.

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