El salto de los lobos
En Lagos de Moreno:
La leyenda de Bartolo Prieto
Por M. Josué Sanromán
El Portón de las leyendas
Las narrativas, descripciones, historias, relatos y/o leyendas que aquí se publican,
son productos de aprendizaje del curso-taller “Expresión Oral y Escrita” que imparte el
Mtro. Pablo Huerta Gaytán a estudiantes del Centro Universitario de Los Altos, de la
Universidad de Guadalajara. En algunos textos se mezclan la imaginación, realidad y
ficción para, a partir de la leyenda, llegar incluso al cuento.
Ésta es una de las leyendas más conocidas en Lagos
de Moreno, Jalisco y es de las más contadas. La historia
de Bartolo Prieto es una leyenda contada por el conocido
profesor y escritor Ezequiel Hernández, así como por la
gente mayor de esa localidad.
Bartolo Prieto es un bandido legendario, quien durante el
último tercio del siglo XIX merodeó en todas partes de una
vasta región comprendida entre Santa Bárbara, Santa María
de Enmedio, El Sáuz de los Ibarra, Tlacuitapa, Unión de San
Antonio, Pedrito y otras poblaciones aledañas a Lagos de
Moreno; sembraba miedo, pánico y muerte donde quiera que
pasaba; convirtió como su principal centro de operaciones
los cerros de Lagos, entre ellos La Campana, El Cuervo y
sobre todo el Cerro de la Bola, donde se dice que escondió
un enorme tesoro.
Después de la muerte de Bartolo Prieto, estos lugares
han sido visitados por gran número de personas interesadas
en buscar tesoros; sin embargo, todos han fracasado en esa
búsqueda. Esta riqueza ha sido buscada en los alrededores
hasta con los aparatos más modernos y sofisticados.
Los más versados en el secreto de la ubicación de
la cueva de Bartolo Prieto, dicen que sólo puede verse la
entrada de esa cueva, el día de San Bartolo; que según el
decir de la gente mayor “anda el diablo suelto”.
Pero no a
todas horas, sólo cuando aparecen los primeros rayos del
amanecer, luego de cruzar las torres de la parroquia de la
Asunción, se incrustan en los acantilados del Cerro de la
Bola.
El recuerdo que del bandido se tiene, que se ha relatado
de padres a hijos y que ha llegado hasta nosotros es variado;
para unos, era un asesino desalmado, capaz de las más
bajas acciones, con tal de salirse con la suya; para otros, era
el bandido desprendido que, en más de alguna ocasión, robó
a los ricos para ayudar a los pobres.
Hay también quienes aseguran que antes de morir, se
arrepintió de sus fechorías y prometió visitar el Santuario de
San Juan de los Lagos; fue una manda que nunca cumplió
por lo que muchos sanjuaneros “peregrinos”, después que
murió, juran haberlo visto entre las caravanas, cuando
cruzan el arroyo que la misma gente comenzó a llamar de
Bartolo Prieto; todo vestido de gamuza y con su inseparable
sombrero de copa alta, dicen que camina al mismo paso que
todos, la única diferencia, es que sus pies no tocan el suelo.
Cuando era perseguido, siempre se escondía entre los
cerros al poniente de Lagos; entre las elevaciones que
tenían varias entradas y salidas, lo que le permitían librarse
de sus perseguidores. En uno de estos cerros tenía una
cueva, la que sólo él y sus secuaces de confianza sabían
dónde estaba y la forma de llegar a ella. Bartolo Prieto no
traía muchos acompañantes, por eso todos cabían en ese
escondite.
A esta cueva, después que murió el bandido, la gente la
‘bautizó’ como “la cueva del todo o nada”, porque antes de
morir dejó una maldición.
Dicen que para que nadie diera con
su fabuloso tesoro practicó en ella conjuros y encantamientos;
de tal manera que, quien diera con ella y quisiera tomar algo
del tesoro, tenía que cargar con todo o de lo contrario, no
podía llevarse ni una moneda y hasta corría el peligro de
quedarse encerrado y hacerle compañía a otros intrépidos
busca-tesoros, ya convertidos en esqueletos porque nunca
pudieron llevarse nada.
Uno de sus últimos asaltos fue a una diligencia que venía
de León, allá por el arroyo de La Sauceda, matando a todos
sus ocupantes. Desde ese día comenzó la feroz persecución
del bandido del Cerro de la Bola, hasta que dieron con
él. Según las leyes de aquel entonces contra ladrones y
plagiarios, sin juicio alguno, fue colgado en el lugar más
conocido de sus latrocinios.
Esto ocurrió en el cruce del camino real a Guadalajara
con el arroyo del Cerro de la Bola; arroyo que el pueblo
comenzó a llamar como “de Bartolo Prieto”.
Allí fue
ajusticiado, colgándolo de una de las ramas más altas de un
pirul ubicado a un lado del camino.
Desde aquel día, quienes se aventuran por los potreros
del Cerro de la Bola no falta qué rareza escuchen. Algunos
dicen que sienten caer piedras a su alrededor, pero nunca
ven ninguna. Otros escuchan los sonidos de caballos que
tiran y chirridos entre los riscos de los cerros.
La leyenda se ha ido desvaneciendo con el paso de las
generaciones, pero aún hay quienes buscan la cueva, se
sigue esperando el día de San Bartolo en el mes de agosto,
para que alguien pueda entrar a la cueva
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