sábado, julio 13, 2019

En San José de las Flores, Zapotlanejo:

El salto de los lobos
En Lagos de Moreno:
La leyenda de Bartolo Prieto
Por M. Josué Sanromán
El Portón de las leyendas
Las narrativas, descripciones, historias, relatos y/o leyendas que aquí se publican,
son productos de aprendizaje del curso-taller “Expresión Oral y Escrita” que imparte el
Mtro. Pablo Huerta Gaytán a estudiantes del Centro Universitario de Los Altos, de la
Universidad de Guadalajara. En algunos textos se mezclan la imaginación, realidad y
ficción para, a partir de la leyenda, llegar incluso al cuento.

Ésta es una de las leyendas más conocidas en Lagos de Moreno, Jalisco y es de las más contadas. La historia de Bartolo Prieto es una leyenda contada por el conocido profesor y escritor Ezequiel Hernández, así como por la gente mayor de esa localidad. Bartolo Prieto es un bandido legendario, quien durante el último tercio del siglo XIX merodeó en todas partes de una vasta región comprendida entre Santa Bárbara, Santa María de Enmedio, El Sáuz de los Ibarra, Tlacuitapa, Unión de San Antonio, Pedrito y otras poblaciones aledañas a Lagos de Moreno; sembraba miedo, pánico y muerte donde quiera que pasaba; convirtió como su principal centro de operaciones los cerros de Lagos, entre ellos La Campana, El Cuervo y sobre todo el Cerro de la Bola, donde se dice que escondió un enorme tesoro. 
Después de la muerte de Bartolo Prieto, estos lugares han sido visitados por gran número de personas interesadas en buscar tesoros; sin embargo, todos han fracasado en esa búsqueda. Esta riqueza ha sido buscada en los alrededores hasta con los aparatos más modernos y sofisticados. Los más versados en el secreto de la ubicación de la cueva de Bartolo Prieto, dicen que sólo puede verse la entrada de esa cueva, el día de San Bartolo; que según el decir de la gente mayor “anda el diablo suelto”. 
Pero no a todas horas, sólo cuando aparecen los primeros rayos del amanecer, luego de cruzar las torres de la parroquia de la Asunción, se incrustan en los acantilados del Cerro de la Bola. El recuerdo que del bandido se tiene, que se ha relatado de padres a hijos y que ha llegado hasta nosotros es variado; para unos, era un asesino desalmado, capaz de las más bajas acciones, con tal de salirse con la suya; para otros, era el bandido desprendido que, en más de alguna ocasión, robó a los ricos para ayudar a los pobres. 
Hay también quienes aseguran que antes de morir, se arrepintió de sus fechorías y prometió visitar el Santuario de San Juan de los Lagos; fue una manda que nunca cumplió por lo que muchos sanjuaneros “peregrinos”, después que murió, juran haberlo visto entre las caravanas, cuando cruzan el arroyo que la misma gente comenzó a llamar de Bartolo Prieto; todo vestido de gamuza y con su inseparable sombrero de copa alta, dicen que camina al mismo paso que todos, la única diferencia, es que sus pies no tocan el suelo. 
Cuando era perseguido, siempre se escondía entre los cerros al poniente de Lagos; entre las elevaciones que tenían varias entradas y salidas, lo que le permitían librarse de sus perseguidores. En uno de estos cerros tenía una cueva, la que sólo él y sus secuaces de confianza sabían dónde estaba y la forma de llegar a ella. Bartolo Prieto no traía muchos acompañantes, por eso todos cabían en ese escondite. A esta cueva, después que murió el bandido, la gente la ‘bautizó’ como “la cueva del todo o nada”, porque antes de morir dejó una maldición. 
Dicen que para que nadie diera con su fabuloso tesoro practicó en ella conjuros y encantamientos; de tal manera que, quien diera con ella y quisiera tomar algo del tesoro, tenía que cargar con todo o de lo contrario, no podía llevarse ni una moneda y hasta corría el peligro de quedarse encerrado y hacerle compañía a otros intrépidos busca-tesoros, ya convertidos en esqueletos porque nunca pudieron llevarse nada. 
Uno de sus últimos asaltos fue a una diligencia que venía de León, allá por el arroyo de La Sauceda, matando a todos sus ocupantes. Desde ese día comenzó la feroz persecución del bandido del Cerro de la Bola, hasta que dieron con él. Según las leyes de aquel entonces contra ladrones y plagiarios, sin juicio alguno, fue colgado en el lugar más conocido de sus latrocinios. Esto ocurrió en el cruce del camino real a Guadalajara con el arroyo del Cerro de la Bola; arroyo que el pueblo comenzó a llamar como “de Bartolo Prieto”. 
Allí fue ajusticiado, colgándolo de una de las ramas más altas de un pirul ubicado a un lado del camino. Desde aquel día, quienes se aventuran por los potreros del Cerro de la Bola no falta qué rareza escuchen. Algunos dicen que sienten caer piedras a su alrededor, pero nunca ven ninguna. Otros escuchan los sonidos de caballos que tiran y chirridos entre los riscos de los cerros. La leyenda se ha ido desvaneciendo con el paso de las generaciones, pero aún hay quienes buscan la cueva, se sigue esperando el día de San Bartolo en el mes de agosto, para que alguien pueda entrar a la cueva

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