Por: Miguel Ángel Quintana Salazar
¡Despierta! ¡La Felicidad eres tú!
Despertarse es la espiritualidad, porque solo despiertos
podemos entrar en la verdad y descubrir qué lazos nos
impide la libertad.
Lo importante es el Evangelio no la persona que lo
predica, eres tú el que tiene que interpretar el mensaje
personal, que encierra para ti, en el ahora.
A Jesús lo asesinaron los buenos en turno, los más
respetados y creídos en aquella sociedad y si no andas
con cuidado, asesinarás a Jesús mientras vives dormido.
¿Y cómo sabré si estoy dormido? El estar despierto es
cambiar tu corazón de piedra por uno que no se cierre a
la verdad. Si estás doliéndote de tu pasado es que estás
dormido. Lo importante es levantarse para no volver a
caer.
Cuando se abran los ojos, verás cómo todo cambia,
que el pasado está muerto y el que se duerme en el
pasado está muerto, porque solo el presente es vivo si tú
estás despierto en él.
Para saber esto hay un criterio: ¿tú sufres? Es qué
estás dormido. El sufrimiento es real, sino una obra de tu
mente.
Si tienes problemas es que estás dormido. La vida
no es problemática, la realidad no hace problemas, los
problemas nacen de la mente cuando estás dormido. Tú
pones los problemas.
Le preguntaron a un maestro oriental sus discípulos:
¿Qué te ha proporcionado la iluminación? Y contestó:
“Primero tenía depresión y ahora sigo con la misma
depresión, pero la diferencia está en que ahora no me
molesta la depresión”.
Si tu aceptas el dolor, el sufrimiento no existe. Lo
insoportable es querer distorsionar la realidad que es
inamovible. Eso sí que es insoportable.
No se puede
luchar por lo que no existe.
No hay que buscar la felicidad en dónde no está, ¿Qué
hace falta para despertarse? Mi vida es un lío. ¿Soy capaz
de reconocerlo? O despiertas tú, o la vida te despertará.
Cuando la gente se harta de sufrir es un buen momento
para despertar. La base del sufrimiento es el apego, el
deseo. Donde hay amor no hay deseos. ¿Qué deseas?
¡Amar a esa persona tal cual es, o a una imagen que no
existe?
El enamorarse tampoco es amor, sino desear para ti
una imagen que te imaginas de una persona. Todo es
sueño, porque esa persona no existe.
Cuando estás enamorado no te atreves a decir toda la
verdad por miedo a que el otro se desilusione porque, en
el fondo, sabes que el enamoramiento sólo se alimenta
de ilusiones e imágenes idealizadas.
¿Vale la pena? Donde hay miedo no hay amor y
puedes estar bien seguro de ello.
En cuanto te agarras
a la permanencia destruyes toda la belleza del amor. Los
deseos te hacen siempre vulnerable.
Sólo yo puedo actualizar las potencias de amor y
felicidad que están dentro de mí y sólo lo que yo consiga
expresar, desde esa realidad mía, me puede hacer feliz.
No se puede caminar cuando se lleva a alguien
agarrado. Tú ya eres felicidad, eres la felicidad y el amor,
pero no lo ves porque estás dormido. Si te empeñas en no
despertar, nada se puede hacer.
¡Desprográmate! ¡Sé tú mismo!
Lo importante es ser capaz de darte cuenta de que
no eres más que un yo-yo, siempre de arriba para abajo,
según tus problemas, tus disgustos o depresiones; que
eres incapaz de mantener una estabilidad.
Que no eres dueño de ti ni capaz de mirar las
situaciones con sosiego, sin enfados, ni ansiedad. Toda
esa actitud sólo depende de tu programación.
El honor,
el éxito y el fracaso no existen, como tampoco la belleza
ni la fealdad, porque todo consiste en una manera de ver
cada cultura.
Cuando eres un producto de tu cultura, sin cuestionarte
nada, te conviertes en un robot. Tu cultura, tu religiosidad
y las diferencias raciales, nacionales o regionales te han
sido estampadas como un sello y las tomas como algo
real. Sólo lo que nace y se decide desde adentro es
auténtico y te hace libre. Tienes que liberarte de tu historia
y su programación para responder por ti mismo y no de
personaje a personaje.
Lo menos que se puede hacer por el amor es ser
sincero, tener claridad de percepción y llamar a cada cosa
por su nombre. Esto es lo menos que puedes exigirle al
amor: sinceridad.
La espiritualidad ha de nacer de ti mismo, y cuanto más
seas tú mismo, serás más espiritual. La culpabilidad y la
crítica no existen más que en la mente de la cultura. Las
personas que menos se preocupan de la vida de ahora,
de vivir el presente, son las que más se preocupan por lo
venidero.
Aunque vas diciendo que buscas la felicidad, lo cierto
es que no quieres ser feliz. Prefieres volver al nido antes
que volver porque se tiene miedo, y el miedo es algo
conocido y la felicidad no.
Observarse sin críticas, sin justificaciones ni sentido de
culpabilidad ni miedo a descubrir la verdad. Es conocerse
a fondo.
La pregunta más importante del mundo, base de
todo acto maduro es: ¿Yo quién soy?
Porque, sin conocerte, no puedes conocer ni a Dios.
Conocerte a ti mismo es fundamental. Sin embargo lo
curioso del caso es que no hay respuesta para la pregunta
¿Quién soy yo? Porque lo que tienes que averiguar es lo
que no eres, para llegar al ser que ya eres.
Darte cuenta de aquel sufrimiento o las molestias se
deben a tu reacción ante un hecho o una situación concreta
y no a la realidad de lo que está ocurriendo.
La cultura nos
inculca unas leyes rígidas, cuya única razón es que así se
ha hecho siempre.
Lo importante es el ser, y no el figurar.
¡Reconoce tu añadidura!
Lo malo es que hasta la espiritualidad ha sido objeto
de programación, de desfiguración, pues la espiritualidad
es como la realidad, pero todo lo valioso es susceptible de
distintas interpretaciones y manipulaciones.
Cada persona tiene una forma de reaccionar y de
interpretar.
Antes se jugaba por el puro placer de jugar,
ahora, en las competiciones, se contaminó el deporte con
el veneno de vencer y elevarse por encima del vencido.
Yo soy mejor que tú y por ello consigo la admiración y la
fama; pero ¿en que eres mejor que yo?, ¿en correr?, ¿en
saltar? ¿En meter una bola entre dos palos y dentro de un
cesto? Y eso, ¿para qué sirve? ¿Amas con ello?, ¿te hace
mejor persona? Despertarse es despertar a la realidad de
que no eres el que crees ser.
Esto es desidentificación.
¿Se consigue la felicidad en esta vida? Cuando sueltes
tus alucinaciones, te darás cuenta de que la felicidad
siempre estuvo en ti, pero se metieron las exigencias de
por medio, la cultura, los deseos, los miedos, con sus
mecanismos de defensa, y la fueron ahogando. Darnos
cuenta de esto ya es un gran paso.
El yo, ¿Quién es? ¿Soy un cuerpo? No, porque las
células de mi cuerpo son renovadas continuamente y,
en siete años, no queda ni una de las anteriores y, sin
embargo, sigo siendo el mismo. Yo no soy mi cuerpo,
pero tampoco soy mis pensamientos, pues ellos cambian
continuamente y yo no. Ni tampoco soy mis actitudes,
ni mi forma de expresarme, ni de andar.
Yo no puedo
identificarme con lo cambiable, que abarca las formas de
mi yo, pero no es mi yo.
Tu eres el ser, lo que es. El cielo es, no cambia; las
nubes sí. Lo único que puedes buscar es lo que no eres,
pues en cuanto puedes objetivarlo ya no lo eres, sino que
es una forma, una expresión de lo que realmente eres.
Puedes buscar lo que no eres, y al ir apartando tus formas
y añadidura, te irás liberando de ideas equivocadas sobre
ti y, detrás de todo esto, irá surgiendo tu ser.
Las cosas serán cuando deban ser, por mucha prisa
que te des. La realidad no es algo que se pueda forzar
ni comprar. Se trata de ver la realidad tal como es. Lo
cierto es que ya estás en ella, siempre lo has estado,
pero la buscas, como aquel pez que iba loco buscando el
océano.
Lo único que no te deja es tu programación y tus
exigencias.
El sufrimiento que padeces es el equivalente a tu
resistencia a la realidad.
El resistirte a la verdad hace que
choques con la realidad, que te está diciendo no es por
ahí, que revises tus planteamientos para que se ajusten
a la verdad. Si lo comprendes así, crecerás. Si no lo
comprendes y te empeñas en seguir obcecado y dormido,
sufrirás sin remedio. En cuento entiendas esto, por la
observación que te dé luz para descubrir tu realidad, se
acabarán tu sufrimiento y tu irritación.
Es muy importante, pues, ver, observar lo que te
perturba para entender lo que anda mal en ti. Al descubrir
esto, verás cómo cambia tu escala de valores. Vas
descubriendo tesoros por todas partes, mientras se va
cayendo, por sí solo, lo que no vale.
No hay nada más clarividente que el amor.
En cambio,
la emoción del apego, que tomas por amor, te hace ciego.
Si estás apegado a tu amigo, no podrás verlo, porque te lo
impedirá tu emoción. La emoción del apego trae consigo
reacciones, pero no acciones. Para las acciones tienes
que estar despejado y despierto.
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