Esta leyenda está comentada y se
relata conforme experiencias reales
vividas por un grupo de personas del
municipio de San Miguel el Alto.
Cuentan a través del tiempo que entre
las rancherías de La Angostura, Rincón de
Chávez y de Santa María, pertenecientes
al municipio de San Miguel el Alto, una
caravana fue asaltada por un grupo
de cinco ladrones de la época; dicha
caravana llevaba tantos tesoros de los
que ni en una vida los ladrones hubieran
podido capturar.
De esta manera al ver entre ellos lo
que habían recolectado, que iban desde
prendas y vestidos finos hasta joyas y
centenarios de oro y plata, decidieron
que ya habían sido suficientes días de
permanecer ocultos y dedicase a hurtar,
así pues todos coincidieron en terminar
sus lazos en este “trabajo” y repartirse
“sus” bienes.
Debido a que eran ladrones ninguno
de ellos confiaba más que en ellos
mismos, todos ambicionaban obtener
todo el tesoro para sí y la única forma de
obtenerlo era la traición.
Así pues esperaron al día siguiente
para reponer fuerzas y tomar sus riquezas
y largarse de allí lo antes posible, pero
como todo buen ladrón, ninguno dejó a
un lado sus intereses, pues todos tenían
la intención de robar las pertenencias al
momento en que los demás durmieran.
Esa noche, todos simulaban estar
dormidos hasta que uno se levantó; utilizó
una estrategia para hacer creer que iba
a orinar pero cuando regresó otro de los
ladrones lo esperaba a punta de pistola;
lo amenazó y al ver que su compañero no
cedió, también sacó su arma y le disparó
sin dudarlo.
Al escuchar el aturdidor sonido, los
otros tres se levantaron y al ver que se
acercaba a ellos el traidor que acababa
de asesinar a uno de los suyos, le
dispararon y él hizo lo mismo pero con
la ventaja de ser más certero ya que los
otros estaban asustados; logró acabar
con dos de ellos y además hirió en la
pierna al que salió hacia la obscuridad y
pretendió huir.
Tampoco él logró salir ileso ya que
sufrió dos heridas de bala que no fueron
suficientes para detenerlo, hasta que
sintió un puñal clavado justo por la parte
trasera del hígado, al darse la vuelta, vio
como el único de sus compañeros que
creyó que había huido, lo atacó por la
espalda. No le quedó más vida para ver a
su compañero sobreviviente que también
moría desangrado.
El último de los ladrones conocía su
destino y sabía que no llegaría lejos, así
que se dedicó a ocultar la caravana y
sellar ese lugar maldito, porque si a ellos
sólo les trajo ambición y muerte, también
las demás personas que la encuentren
tendrán el mismo destino que ellos.
Hasta aquí la historia original concluye;
pero, debido al mismo relato contado,
hace poco más de un año y medio, un
grupo de compañeros excavadores en
pos de tesoros, comenzaron la búsqueda
de nuevos descubrimientos, sin saber lo
que les aguardaba.
Su destino, un lugar despoblado entre
las rancherías La Angostura, Rincón de
Chávez y Santa María. Muchos de los
rumores hicieron llegar a esas zonas
a muchas personas en busca de las
riquezas que se escondían e intentaban
encontrar. El dueño de la propiedad
actual, les concedió el permiso y con
acuerdo entre las partes, iniciaron sus
excavaciones con sofisticado equipo de
localización y expedición.
Duraron todo el día excavando lo
suficiente como para que cupieran los
ocho integrantes en pie; estaba por caer
la noche y no querían extraviar nada así
que se juntaron y se dispusieron a comer.
En ese momento, de serena noche
y bajo un cielo estrellado, fue cuando
un fuerte viento, gélido como la misma
muerte los embistió, trataron de ver qué
hora era pero los equipos que tenían
dejaron de funcionar.
Pánico y angustia provocó que dos
de las personas, sentadas al borde del
hueco excavado, cayeron dentro del
mismo porque al parecer una persona
los empujó. Los equipos no funcionaban,
las linternas dejaron de iluminar y los
celulares no encendían.
Asustados sacaron a sus
compañeros de la excavación, juntaron
las pertenencias y huyeron disparados
de ese sitio, porque sabían que una mala
presencia los amenazaba. Al alejarse
del lugar, todo volvió a la normalidad, los
teléfonos se encendieron y las linternas
alumbraban con intensidad la parte
trasera de la camioneta.
Cuando volvieron contaron a todos
lo ocurrido y uno de los que escuchó
el relato, les contó la coincidencia del
lugar con la leyenda relatada al principio,
entonces ellos prometieron no regresar
a ese sitio aunque sea durante el día.
¿Realidad y ficción?...
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