-Esta historia no es muy placentera,
el olvido y el temor es su sello.
Hace años, había un barrio en
las afueras de la ciudad que era muy
conocido por la vitalidad que existía en
él, los niños jugaban en las calles, y la
gente y los vecinos eran muy buenos
amigos, excepto una casa, era la
última de la calle, esta se encontraba
entre árboles altos, caminos viejos y
descuidados, todos los niños tenían
prohibido entrar, y la gente mayor
jamás hablaba del tema, excepto el
pequeño Thomas. Thomas era un niño
curioso, hacía preguntas sobre la vida
que nadie se atrevía o que a la gente
mayor le parecían extrañas y algo
perturbadoras a él no le interesaba el
mundo exterior, ese donde todo era
muy feliz y algo sumamente común,
la cotidianidad y las explicaciones sin
sentido no le parecían sorprendentes,
se había vuelto una locura para él la
intriga de no saber qué pasaba en
esa casa, si estaba abandonada, o
si alguien muy gentil vivía ahí y era
un marginado que la misma gente
había obligado a esconderse porque
eran poco amables y lo hacían sentir
mal por no invitarlo a jugar o entablar
conversaciones de adultos. O quizá no
era un niño, ni un viejo, tal vez no vivía
nadie y sólo eran calumnias de la gente
adulta.
Una tarde el pequeño Thomas
paseaba en su bicicleta por todas las
calles del barrio, calle tras calle hasta
que en el momento menos acordado
ya se había alejado bastante, paró
y miro a su alrededor, se dio cuenta
entonces que se encontraba en el
camino que daba a la casa prohibida,
miró el camino y regresó la mirada a
la casa, dándose cuenta que estaban
algunas luces encendidas decidió bajar
y caminar hacia la ella.
Al llegar, se dio
cuenta claramente que la casa estaba
muy vieja, era grande y blanca, tenía
varias ventanas amarillentas y llenas
de polvo, tenía tiempo descuidada
pues en la fachada la coloración
variaba de tono y se notaba la madera
corroída. Thomas decidió entrar y dar
fin a sus dudas.
Al abrir la puerta esta
rechinó, quedó atónito por lo que veía,
todos los muebles estaban cubiertos
con sábanas blancas y llenas de
polvo, candelabros y lámparas llenas
de telarañas, la casa era muy grande
por lo cual se comenzaban a producir
ruidos de madera que rechinaban,
las aves entre los árboles, todo ruido
emitido parecía tener sentido hasta
que logró dar con la habitación que
tenía la luz encendida, antes de
entrar al aposento se escuchó cómo
alguien se sentó haciendo rechinar la
madera de una mecedora lentamente,
Thomas no acostumbraba a dejarse
apoderar del miedo pues para él todo
tenía una explicación, incluso lo poco
común, giró la perilla y abrió la puerta
lentamente preguntando si podía
pasar, nadie contestó, entró y vio a un
anciano mirando hacia la ventana con
un bastón en la mano izquierda, ropa
vieja, y un sombrero negro que tapaba
la mitad de su cara.
-Hola- dice Thomas con voz tímida-
He visto la puerta abierta y he tomado
la confianza de entrar pues creí que
no estaba habitada, espero no haberle
causado disgusto alguno.
- ¿Qué es lo que quieres niño? –
Pregunta el viejo con una voz grave y
poco amigable.
- ¿Quién es usted y a quién espera,
está solo?
Se quedó inmóvil dejando de
mecerse mientras apretaba con
su mano el bastón, después de un
profundo silencio decidió hablar.
-Verás, no hay mucho qué contar…
Los recuerdos se han vuelto helados y
el tiempo tiene una sonrisa rígida para
mí, me he sentado en esta mecedora
durante 70 años, un hombre incapaz
de sostener un recuerdo en la memoria
sobre quién es, es un rotundo fracaso,
hace tiempo que olvidé a quién espero,
sólo se me ha dado una tarea para
poder escapar de aquí niño. Y tú me
puedes ayudar.
- ¿Qué es lo que tiene que hacer?
El viejo levanto la cara dejando ver
unos ojos negros azabaches y una
sonrisa siniestra:
- ¡Esta casa está maldita, no
debiste entrar! Hace 30 años tuve un
infarto mientras esperaba aquí sentado
por alguien, quedé condenado por
algo que no he podido recordar, mi
sentencia fue quedarme encerrado en
esta casa hasta que un alma limpia de
pecado entrara voluntariosamente para
poderla ofrecer como sacrificio…
Thomas quedó helado errando así
en todas las posibilidades de escape
en que pensaba, trató de correr, pero
al llegar a la puerta y mover la perilla
desesperadamente esta no abrió, miró
hacia atrás, ya era demasiado tarde.
Thomas fue anunciado como
desaparecido, encontraron la bicicleta
y al entrar a buscarlo a la vieja casa
del barrio nadie había podido encontrar
nada más que muebles cubiertos de
sábanas y polvo en todas partes. Años
después las luces de la casa volvían a
encenderse y una silueta pequeña se
veía en la ventana del segundo piso,
esperar era la única tarea.
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