Javier Contreras
Aquella persona estaba parada frente a mí y yo le
invitaba a dialogar y a formar un equipo de trabajo que nos
beneficiara a ambos; pero ella me miraba como tomándome
la medida y ubicándose de si yo era un peligro para ella o
me podía devorar. En ese momento me di cuenta, de que
nunca íbamos a poder trabajar juntos, porque esa persona
no estaba hecha para laborar en equipo, puesto que tenía
un pensamiento depredador, o sea, una forma de pensar
a nivel animal: algo parecido a como “piensan” los peces y
las serpientes.
No se puede uno imaginar a un pez o a una víbora
pensando en hacer equipo con otra; animales más
evolucionados, como los lobos o los delfines, trabajan en
equipo para obtener mejores resultados que si trabajaran
por su cuenta; pero las serpientes y los peces, cuando
ven a una semejante frente a ellas, nunca piensan en la
posibilidad de trabajar en equipo, porque su pensamiento
es muy limitado; su capacidad de razonamiento sólo llega a
dos opciones: si es más grande que yo mejor huyo porque
me come, si es más chico que yo, me lo como.
Este es el nivel de pensamiento de los racistas,
de los supremacistas blancos, de los ladrones, de los
secuestradores, etc.; ellos no alcanzan a pensar, que
trabajando junto con otros, lograrán mejores resultados, y
a la larga vivirán mejor; ellos jamás ven a los demás, como
posibles aliados, sino como competidores a los que hay que
superar o a los que hay qué temer, (aunque se finja que
no hay temor y este se oculte tras un disfraz de un poder
que no existe); nunca ven la posibilidad de lograr mejores
resultados trabajando juntos, sino que siempre están
pensando que si no se comen al otro, este los devorará
primero. Es, tú o yo; nunca nosotros. Esa es la raíz
básica de todo delincuente: pensar que el otro es alguien,
que si no le pegas primero, entonces él te pegará a ti; y
creer que los demás nomás están pensando en lastimarte,
por lo tanto son tus enemigos: y por ello no ven moralmente
malo el lastimarte.
Los supremacistas blancos en USA, temen el
incremento de alguna minoría, porque nunca se imaginan
que los tendrán como aliados o compañeros de vida, sino
que como los han tenido siempre como un subconjunto de
ellos, se imaginan que si una minoría alcanza el estatus
de mayoría, automáticamente se invertirán los papeles y
la minoría creciente les impondrá su estilo de vida; y ellos
serán en lo sucesivo un satélite del nuevo “poder social”. Y
es esa imposibilidad de ver a los demás como potenciales
aliados, y el temor a ser dominados por los demás, lo que les
impide entender una posibilidad de diálogo en condiciones
de igualdad.
Con estas personas nunca podrás platicar; parecerá
que conversan juntos, pero estarán fingiendo escucharte y
pensando en cómo comerte. Parecerá que te entiende lo
que dices, y que dicen que sí o no a tus argumentos, pero
en el fondo, ellos te estarán midiendo, y comparándose
contigo y buscándote el lado débil por el que te pueden
superar. Tú estarás creyendo que propones una idea y que
el otro la analiza; pero aquel ya tiene un juicio previo sobre
ti, y ya no escucha nada de lo que dices, sino que finge
escucharte, pero nada de lo que dices lo hace modificar
la opinión que ya tiene ti; porqué no te está escuchando,
sino que el pensamiento fijo y previo que ya tenía sobre ti,
lo hace que, independientemente de lo mucho que le
digas, siempre seguirá pensando lo que pensaba antes de
que te oyera hablar.
Este pensamiento animal se da en casi todos los ámbitos
del desarrollo humano, pero se nota más en política, porque
es un ámbito en donde por excelencia conviven los seres
humanos y siempre hay un trasfondo de lucha por el poder
en la supuesta convivencia; en algunas personas siempre
existe la lógica de imperar sobre otros, imponer el propio
punto de vista; o de cuidarse del otro, del que siempre se
espera que se quiera aprovechar de ti.
En la sociedades en las que se da mucho este
pensamiento: son sociedades atrasadas, pobres y
desorganizadas; que tienen poca solidaridad entre ellos y
cada quien se rasca con sus uñas y donde impera la ley de
la selva: siempre el pez más grande se come al más chico;
donde no haya instituciones que efectivamente hagan valer
el derecho del débil sobre el fuerte. En estos pueblos, si
pretendes que se aplique la ley, habrá un gran número de
personas que no la querrán obedecer, porque partirán del
supuesto de que “otros”, que se hacen los vivos, se quieren
aprovechar de ellos; y siempre verán a la policía, como un
agente represor, al servicio de los poderosos; y por ello se
sentirán avalados para no obedecerla… y festejarán al que
la combate… Y con esto incentivarán el surgimiento de
los criminales, de las pandillas, de las mafias, del crimen
organizado, etc. El pensamiento imperante hace consentir
al que hace mal, que él no es malo, que los malos son los
que lo quieren devorar y que los que delinquen, sólo son
gente que se defiende como puede, de “los verdaderos
malos”; como consecuencia de esto, el tipo se pretende
imaginar a sí mismo como un “luchador social”… como
alguien que lucha por el bien… Hágame usted favor!
En estas sociedades será fácil el surgimiento de políticos
que le abonen al pensamiento animal, y le digan a la gente,
que sí, que “los poderosos” se quieren aprovechar de ellos,
que “los poderosos” son corruptos y malos y que sólo el
“líder” se preocupa realmente por ellos; y la conclusión es:
voten por este “líder”, que los va a salvar de “los malos” que
los quieren devorar. Con lo que se consigue una división
de la sociedad entre buenos y malos y lograron el principio
básico de la ruina de cualquier sociedad: la división. De
ahí en delante nadie podrá organizar a ese pueblo, pues
el pensamiento dominante será que el que pretende hacer
algo por los demás, es un “listo” que algo quiere para sí
mismo, para aprovecharse de los demás y que los que lo
secunden son “tontos” que se han dejado manipular, y que
no son capaces de adivinar las “verdaderas intenciones” del
otro.
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