domingo, febrero 02, 2020

En San Diego de Alejandría:

El tesoro del toro 

Por Alondra Irazú Aceves Jiménez
2º.semestre de Lic. en Contaduría Pública

“Rescate cultural de leyendas” Las narrativas, descripciones, historias, relatos y/o leyendas que aquí se publican, son algunos productos de aprendizaje del curso-taller “Expresión Oral y Escrita” que imparte el Mtro. Pablo Huerta Gaytán a estudiantes del Centro Universitario de Los Altos, de la Universidad de Guadalajara. En algunos casos, en el texto se mezclan la imaginación, realidad y ficción para, a partir de la leyenda, llegar incluso al cuento. 

 En San Diego de Alejandría, se cuenta que en tiempos de la Guerra Cristera, cerca de la Presa de la Garza vivía un señor muy rico, el cual tenía muchas tierras, tántas que parecía le gustaba coleccionarlas; además de poseer ganado, lo que más atesoraba, eran las monedas de oro y joyas que sus antepasados en Unión de San Antonio, le habían heredado. 
Un día, el señor se encontraba muy atemorizado ya que en los alrededores ocurrían constantes robos, pues los amantes de lo ajeno, aprovechaban la incertidumbre, inseguridad y confusión que prevaleció durante la Gesta Cristera y entonces, motivado por el impulso de la codicia, pensó resguardar sus pertenencias para que nadie se las pudiera llevar. 
Al instante le vino a su mente una idea. Llamó a uno de sus trabajadores y le pidió que matara el toro más grande y bravo de los corrales. Momentos después, llamó a otro de sus trabajadores para ordenarle que le quitara el cuero al animal y lo pusiera a secar. Mientras tanto él, junto con otros de sus empleados más fuertes, cavaron un hoyo cerca de la casa grande; se dice que era un hoyo tan grande que cabían más de 15 personas allí dentro. 
La mañana siguiente el señor mandó llamar a todos sus trabajadores para que cosieran el cuero del toro y que quedara de nuevo la forma del animal, pero había una indicación que no entendían y era la principal, que dejaran un orificio en la parte de arriba como si fuera una gran alcancía; una vez que terminaron, tuvieron que llevarlo al cuarto donde el señor guardaba sus monedas y joyas e hizo que las metieran una por una dentro de cuero del toro. 
A media noche ya habían formado un toro lleno de oro, estaba tan pesado que aunque todos intentaban levantarlo era imposible; entonces le pusieron unos palos en la parte de abajo para poder trasladarlo como si fuera una camilla; el señor iba hasta adelante, dando instrucciones, para que su riqueza llegara intacta al hoyo que previamente habían cavado. La noche era más obscura de lo habitual, las estrellas no brillaban, por lo que cada trabajador llevaba consigo una vela en la mano para poder distinguir el camino y no tropezar. 
El trayecto fue largo, pero al llegar, el amo les ordenó arrojar el toro al hoyo, para después taparlo con tierra y que no quedara ningún rastro de lo que habían enterrado; en ese momento, más de alguno de los trabajadores tenía en mente la idea de poder hacerse rico, si a escondidas, regresaba otro día y desenterraba el tesoro; pero todo quedo en ideas, porque justo en al momento de aventar el toro hecho alcancía al hoyo, el patrón sacó su pistola y sin darles tiempo de nada, les disparó a quemarropa y cayeron muertos al instante; enseguida, uno a uno los arrojó al hoyo enterrándolos con su riqueza; mientras los cubría, sólo pensaba en su tesoro, sin importarle lo que aquellos hombres habían hecho por él. 
-Nadie podrá adueñarse de mi tesoro, susurró y dijo: 
-Todos estos hombres y este toro bravo, defenderán por siempre mi riqueza, y su espíritu será un feroz guardián. 
El malvado y ávaro patrón, estaba tan concentrado, que no se dio cuenta de que una de sus criadas lo había perseguido y logró presenciar a distancia todos esos letales y macabros hechos, pero, por miedo de correr el mismo riesgo que los trabajadores, se quedó callada y nunca comentó una sola palabra, sino hasta mucho tiempo después, cuando su patrón ya había muerto. 
Se dice que cuando la criada comentó lo que ocurrió aquella noche, muchos habitantes comenzaron con la búsqueda del tesoro, logrando encontrar el lugar, pero al momento en que intentaban excavar comenzaban a escuchar disparos y gritos aterradores que, erizaban la piel hasta del más valiente; otros veían un resplandor con la figura de un toro, rodeado de seis velas. 
Lo que se sabe hasta ahora, es que nadie ha podido desenterrar las monedas y las joyas que están en ese hoyo…

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