El tesoro del toro
Por Alondra Irazú Aceves Jiménez
2º.semestre de Lic. en Contaduría Pública
“Rescate cultural de leyendas”
Las narrativas, descripciones, historias, relatos y/o leyendas que aquí se publican,
son algunos productos de aprendizaje del curso-taller “Expresión Oral y Escrita” que
imparte el Mtro. Pablo Huerta Gaytán a estudiantes del Centro Universitario de Los
Altos, de la Universidad de Guadalajara. En algunos casos, en el texto se mezclan la
imaginación, realidad y ficción para, a partir de la leyenda, llegar incluso al cuento.
En San Diego de Alejandría, se cuenta que en tiempos
de la Guerra Cristera, cerca de la Presa de la Garza vivía
un señor muy rico, el cual tenía muchas tierras, tántas
que parecía le gustaba coleccionarlas; además de poseer
ganado, lo que más atesoraba, eran las monedas de oro
y joyas que sus antepasados en Unión de San Antonio, le
habían heredado.
Un día, el señor se encontraba muy atemorizado ya
que en los alrededores ocurrían constantes robos, pues
los amantes de lo ajeno, aprovechaban la incertidumbre,
inseguridad y confusión que prevaleció durante la Gesta
Cristera y entonces, motivado por el impulso de la codicia,
pensó resguardar sus pertenencias para que nadie se las
pudiera llevar.
Al instante le vino a su mente una idea. Llamó a uno de
sus trabajadores y le pidió que matara el toro más grande y
bravo de los corrales. Momentos después, llamó a otro de
sus trabajadores para ordenarle que le quitara el cuero al
animal y lo pusiera a secar. Mientras tanto él, junto con otros
de sus empleados más fuertes, cavaron un hoyo cerca de la
casa grande; se dice que era un hoyo tan grande que cabían
más de 15 personas allí dentro.
La mañana siguiente el señor mandó llamar a todos sus
trabajadores para que cosieran el cuero del toro y que quedara
de nuevo la forma del animal, pero había una indicación que
no entendían y era la principal, que dejaran un orificio en
la parte de arriba como si fuera una gran alcancía; una vez
que terminaron, tuvieron que llevarlo al cuarto donde el señor
guardaba sus monedas y joyas e hizo que las metieran una
por una dentro de cuero del toro.
A media noche ya habían formado un toro lleno de oro,
estaba tan pesado que aunque todos intentaban levantarlo
era imposible; entonces le pusieron unos palos en la parte
de abajo para poder trasladarlo como si fuera una camilla;
el señor iba hasta adelante, dando instrucciones, para que
su riqueza llegara intacta al hoyo que previamente habían
cavado. La noche era más obscura de lo habitual, las estrellas
no brillaban, por lo que cada trabajador llevaba consigo una
vela en la mano para poder distinguir el camino y no tropezar.
El trayecto fue largo, pero al llegar, el amo les ordenó
arrojar el toro al hoyo, para después taparlo con tierra y que
no quedara ningún rastro de lo que habían enterrado; en ese
momento, más de alguno de los trabajadores tenía en mente
la idea de poder hacerse rico, si a escondidas, regresaba
otro día y desenterraba el tesoro; pero todo quedo en ideas,
porque justo en al momento de aventar el toro hecho alcancía
al hoyo, el patrón sacó su pistola y sin darles tiempo de nada,
les disparó a quemarropa y cayeron muertos al instante;
enseguida, uno a uno los arrojó al hoyo enterrándolos con
su riqueza; mientras los cubría, sólo pensaba en su tesoro,
sin importarle lo que aquellos hombres habían hecho por él.
-Nadie podrá adueñarse de mi tesoro, susurró y dijo:
-Todos estos hombres y este toro bravo, defenderán por
siempre mi riqueza, y su espíritu será un feroz guardián.
El malvado y ávaro patrón, estaba tan concentrado,
que no se dio cuenta de que una de sus criadas lo había
perseguido y logró presenciar a distancia todos esos letales y
macabros hechos, pero, por miedo de correr el mismo riesgo
que los trabajadores, se quedó callada y nunca comentó una
sola palabra, sino hasta mucho tiempo después, cuando su
patrón ya había muerto.
Se dice que cuando la criada comentó lo que ocurrió
aquella noche, muchos habitantes comenzaron con la
búsqueda del tesoro, logrando encontrar el lugar, pero al
momento en que intentaban excavar comenzaban a escuchar
disparos y gritos aterradores que, erizaban la piel hasta del
más valiente; otros veían un resplandor con la figura de un
toro, rodeado de seis velas.
Lo que se sabe hasta ahora, es que nadie ha podido
desenterrar las monedas y las joyas que están en ese hoyo…
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