Una actitud negativa resulta mortalmente
peligrosa para una presentación en particular.
Desenvolverse con arrogancia es algo que debe
evitarse a toda costa al hablar ante los demás.
Podemos tener todo a nuestro favor, la mesa
puesta para lograr nuestro objetivo, podemos
incluso saborear la victoria, pero a final de
cuentas, ser traicionado por nuestra arrogancia
o presunción, quedándonos con el amargo sabor
del fracaso.
Podemos admirar a alguien por sus triunfos y
logros, por una carrera respetable y reconocida,
pero en el momento en que el susodicho comienza
hacer un alarde desmedido de tales virtudes, el
encanto se rompe, se vuelve odioso y surge la
antipatía generalizada.
¿Qué ocurre después de eso? Una barrera
similar a la Gran Muralla China se ha desplegado
entre la audiencia y nosotros. A partir de este
momento la comunicación será muy complicada.
La primera impresión es la más perdurable y tendremos
poco tiempo para revertirla. Si nos damos cuenta que
hemos sido arrogantes en plena presentación, los
minutos no nos alcanzaran para reivindicarnos.
Lo mejor es evitar una actitud así de repulsiva desde
el principio de la exposición o, mejor aún, siempre, en
cualquier momento de la vida. Presentarnos como
profetas, como iluminados o sabios ante los demás nos
cerrarán las puertas. Hay que resistir a la tentación de
jactarnos de ser expertos en el tema, aunque de verdad
lo seamos.
De ser cierto, los demás lo reconocerán sin
que nosotros alardeemos.
Muhammad Alí, histórico deportista, poseía grandes
dotes boxísticos y atléticas, pero definitivamente
también era conocido por su altanería y soberbia. En
cierta ocasión, justo antes del despegue del avión en
que viajaría, la sobrecargo le recordó que debía ajustar
su cinturón: “Superman no necesita cinturón” dijo Alí
con tono autosuficiente. “Superman no necesita avión”
replico la sobrecargo. Alí ajustó su cinturón. Lo cierto es
que incluso él, que sin duda era el mejor boxeador de
su tiempo, tuvo que dejar de lado su arrogancia por un
momento.
Estamos ahí para los demás
Al hablar en público es importante quitarnos ese
“programa mental” que os indica que debemos dar un
discurso o hablar de nosotros sin parar. Todo eso es
mentira. No se trata de nosotros y de lo mucho que
sabemos. No es cuestión de presentarnos como alguien
más avanzado que los demás.
Cuando estamos frente a una audiencia, el objetivo
primordial es entender y atender sus necesidades,
encontrando él vínculo que nos una. Ese vínculo es
la solución que tenemos, el beneficio que llevamos, o
cualquiera que sea el contexto de la presentación.
Todo es cuestión de actitud
Quedó establecido lo importante que resulta evitar
una actitud negativa que nos sabotee. ¿Cuál es entonces
la actitud correcta para desempeñarnos adecuadamente
en una presentación?
Los principios son los mismos que deben regirnos en
la vida diaria. Esto solo quiere decir que no debemos
olvidar que en nuestra exposición nos relacionemos con
personas, tan influidas como nosotros por aspiraciones,
sentimientos, emociones, situaciones y asuntos
cotidianos.
Virtudes como la empatía, la apertura de mente, la
atención, el respeto, la honestidad y la humildad son
deseables en nuestro desenvolvimiento frente a la
audiencia.
¿Qué transmite nuestra persona?
Nuestras interacciones con otras personas incluyen
una enorme cantidad de elementos comunicativos que
la contraparte interpreta. Al hablar con alguien transmitimos
mucho más que palabras. Nuestro cuerpo es una
maravillosa fábrica de mensajes de todo tipo, aunque no
estemos conscientes de que los enviamos.
Constantemente comunicamos a través de infinidad de
canales, muchos de ellos subconscientes, tanto para el que
los transmite como para quien los recibe.
Esta forma de comunicación, conocida como lenguaje
corporal, es un código sumamente poderoso. En esa
comunicación no verbal se encuentra un elemento
verdaderamente humano de la comunicación.
¡Que sí! ¡Qué no!
Nuestra boca puede decir algo, pero es posible
que nuestro desenvolvimiento manifieste una cosa
completamente diferente.
Imagine que alguien le dice: “Me gané la lotería. Hoy
es el mejor día de mi vida, en verdad. Estoy eufórico,
nunca me había sentido tan feliz”. Mientras se mantiene
totalmente quieto, apenas abriendo la boca para articular
palabras, con los ojos entreabiertos y las cejas inmóviles,
es decir totalmente inexpresivo.
Sería muy difícil de creerle que en realidad le “pego al
gordo”, o cuando menos está feliz por ello. Mediante la
comunicación no verbal percibimos y nos damos cuenta de
muchas cosas, por ejemplo, si el otro es honesto o no, si
está nervioso o incómodo, si es seguro de sí mismo, cuál es
su estado de ánimo. Sin embargo, quizá lo más importante
es que a través de estos medios sentimos el mensaje y así
podemos interpretarlo por completo.
En nuestra presentación buscamos precisamente
hacer sentir a los demás, construir un vínculo sólido con
la audiencia comunicando efectivamente. Al estar frente a
ellos, somos el primer y más importante elemento visual.
Resulta de suma importancia reconocer y aprovechar
todas las potencialidades que tengamos como elementos
visuales.
Las Emociones son contagiosas
Somos seres empáticos: esto es, somos capaces de
ponernos en el lugar de otros y sentir tanta alegría o dolor
como ellos. Las incontrolables señales que mandamos
durante una presentación son importantes, porque nos
permiten tener reciprocidad por parte de la audiencia.
Como sucedería en cualquier otro tipo de conversación
directa, hay acciones y reacciones en ambos sentidos. En
la mayoría de los casos recibiremos lo que damos. Es un
proceso de ida y vuelta constante.
Si todo lo que nos envuelve pareciera gritar que estamos
terriblemente aburridos, la gente reaccionaría de manera
negativa. No recibirán nuestro mensaje por más que les
interese el tema.
Por otra parte, podemos atrapar a la audiencia aunque
el tema sea muy poco atractivo si manifestamos una actitud
energética, magnética e infundimos un ambiente integrador
y dinámico.
Las emociones se transmiten directa e indirectamente.
Cuando las cosas salen mal en una presentación, la
audiencia reaccionará dependiendo de cómo manejemos
la situación.
La energía no se crea ni se destruye: se transforma
en una presentación efectiva. Cuando le imprimimos la
dosis correcta de energía a nuestras palabras y nuestras
acciones, las ideas que expresamos dejan huella más
profunda en quienes nos escuchan. Con energía nuestro
mensaje es impulsado; se vuelve creíble, toma fuerza y
logra causar impacto. Pero, ¿en qué consiste transmitir con
energía un mensaje?
No se trata de gritar durante toda nuestra participación
o gesticular en demasía. Una presentación bien llevada
adapta distintos niveles de energía dentro de ella.
La fuerza imprimida a las palabras es modulada de
acuerdo con el momento, se les da un énfasis variable,
se busca tener la capacidad de usar adecuadamente todo
nuestro cuerpo para establecer el punto que queremos.
Para transmitir con energía nuestro mensaje es
indispensable sentirla correr por nuestras venas. Es
necesario poseer la energía para poder usarla.
Es muy importante estar realmente comprometidos con
aquello que queremos transmitir. Hay que buscar cuáles
son nuestras motivaciones más profundas y abrazarlas con
fuerza para comunicar con pasión. Resulta prácticamente
imposible engañar a la gente fingiendo poseer una energía
que no está ahí.
Seamos poliglotas
Una cosa es la apariencia y otra el desenvolvimiento que
tengamos frente a los demás a través del lenguaje corporal.
El lenguaje corporal es precisamente eso, un lenguaje muy
complicado que utilizamos de manera subconsciente a
cada momento mientras conversamos con alguien.
En él se muestran infinidad de sutilezas y detalles
que pueden fortalecer o contradecir nuestras palabras,
así que deberemos poner mucha atención en cómo nos
expresamos valiéndonos de nuestro cuerpo para así
controlar este “idioma”.
Existen ciertas recomendaciones muy puntuales que
pueden hacerse a este respecto. Si bien no se trata de
mostrar un recetario, hay algunos aspectos generales en
los que debemos poner atención.
¿Queremos claridad? Encendamos la luz.
Primero que nada, es necesario evitar en la medida de
los posible la existencia de obstáculos físicos entre la gente
y nosotros.
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