Lo único en lo que podía pensar mientras estaba de
pie ante el pasillo blanco y con olores a farmacéuticos
era en la distribución de cada camilla, parecía que sabían
cómo distribuir la agonía para que la muerte no se fuera a
equivocar, derecha e izquierda, a la izquierda una anciana
con una tos seca y su respiración agitada, a la derecha
un joven con la piel amarillenta, se veían realmente
enfermos. Mire hacia adelante y en cada extremo de las
camillas estaban los pies de distintas personas, diferentes
posiciones, uno arriba de otro, otros doblados, y otros
extendidos hacia cada extremo de la cama, estos últimos
eran los que yo buscaba. Se me advirtió antes de entrar
que no tuviese temor al verla puesto que la apariencia que
había obtenido gracias a la decadente enfermedad era
fatal. Caminé por el pasillo y justamente al llegar a esos pies
giré hacia la derecha, estaba ahí, con los pies abiertos en
A, y las manos extendidas en su costado. La piel era de un
color más enfermo que el amarillento muchacho, el cuerpo
estaba hinchado, mientras la observaba decidí recorrer
su cuerpo con mi mano, la caricia más tierna para decirle
hola, cuando toqué sus pies los noté más helados que el
invierno que asechaba a los parisinos que vivían debajo
del Pont Neuf, la humedad que percibí en ellos parecía
el agua que corría del río Sena, esto era producto de las
lágrimas que caían de mis mejillas y terminaban en esos
hermosos pies, me sequé el rostro y seguí hasta llegar
a sus manos, mientras las tomaba sentí cómo despertó
y movió sus dedos entre los míos, estaba mirándome de
una manera tan acogedora y tierna que provocó una honda
conmoción en el alma como pocas veces he sentido, mis
manos comenzaban a sudar, tenía el cuerpo temblando
y el corazón acelerado, mis ojos abiertos como platos no
podían quitarle la vista de los suyos… Qué nervioso me
ponía esta mujer Dios mío. Sólo en ese momento existió
una manera de desahuciar mi alma y fue verla así de
vulnerable ante mí, así queriendo dar la vida por ella sin
poder hacerlo, y por supuesto que era tarde…siempre
es tarde cuando es hora de despedirse de alguien. Me
declaro ignorante en cuanto a la capacidad de reconocer
el grado de deterioro de un cuerpo, pero a pesar de estar
conectada a máquinas, estar helada y prácticamente
descompuesta desde el alma, me seguía pareciendo uno
de los seres más hermosos que conocía. La miré atónito
puesto que habían comentado con anterioridad que tal
vez no pudiese volver a despertar, nervioso y con la voz
desquebrajada le dije “hola” sorprendido de poder hablar y
de seguir soportando el nudo que me cerraba la garganta.
-Hola, cariño.- Me dijo con la voz apenas audible y
débil.
-Hola hermosa, te extrañé hoy
La observé con detenimiento, nunca pude habituarme
a dejar de lado la vulnerabilidad que me provocaban esos
ojos, en cierto grado me gustaba sentirme desprotegido
ante ella, porque significaba todo lo contrario desnudarte
ante alguien con quien jamás te sentirás solo ni serías
juzgado.
-Will, ¿Puedo pedirte algo?
-Lo que sea mi pequeña Sara
-¿Podrías decirme qué significa vivir?
-Vaya, creo que es una pregunta perversa de tu parte
(Sonrió como pudo, siempre traté de hacerla reír
cuando
se sentía triste) no estoy seguro de contestarla de manera
correcta, pero podría decirte qué se siente recorrer la piel
del ser amado con tus manos como si fuese el mismísimo
Dios tocando el arpa, cuando sueñas como si tuvieras
la mente de un niño y las ganas de un anciano. Sentir
que vives cuando estás sufriendo, cuando te invade
el sentimiento de dolor que puede más que tú y no te
permite respirar, cuando te duele el pecho mansamente y
pareciese que las arterias se volviesen de acero. De vibrar
con tanta pasión que todo lo que tocamos cobra vida
de alguna manera, de desear de querer algo con tantas
ganas hasta verlo cumplirse o por consiguiente ver ese
deseo convertido en utopía, las utopías mi querida Sara
siempre han servido para avanzar, aunque no siempre
se consigue llegar lo deseado. La vida es maravillosa, y
su belleza la encontramos en cada recoveco del mundo,
¿Has visto alguna vez la corteza del árbol muy de
cerca? Bueno, se asemeja huellas dactilares, las venas
son pequeños relámpagos, tus ojos, tus preciosos ojos
son como una nebulosa, las conexiones neuronales
son idénticas al universo. El calor cálido que hay en un
atardecer se asemeja al que desprende tu piel cada
vez que se aproxima a otro cuerpo. El ruido de la lluvia
cayendo a horas de madrugada es idéntico a cada latido
que despide tu corazón. La luz que desprende una luna de
octubre en medio del campo es igual a la que desprende
tu mirada cuando estás observado algo que amas. Vivir
es amar, y tú eres amor Sara toda tú desde el pie hasta
el alma, y para entender el amor se requiere de una vasta
inteligencia de una sensibilidad superior al entendimiento
humano, dicen que el amor es una de las más elevadas
experiencias humanas, nos deja atónitos, ¿Ahora
entiendes?, ¿Entiendes por qué no eres algo común, y por
qué no todos logran amarte, qué divinidad me bendijo o
con cuántas vidas tuve que merecer el regalo de haberte
compartir parte de tu vida.
-Te amo, y quiero que sepas que jamás
logré amar a alguien tanto como me amé a mí
Will y puedo jurar que fue lo mejor que pude
haber hecho, sólo tú pudiste saber quién soy
realmente, te quedaste a mi lado hasta el final
sin pedirme nada a cambio. Con lo que queda
de mí, ayer, hoy, mañana y siempre te amaré.
Era escalofriante secar las lágrimas que
corrían por las mejillas de Sara mientras
me sonreía. Observaba con detalle su
mirada, jamás olvidaré los ojos vidriosos
llenándose de agua salada, mirándome
con tanta nostalgia, la mirada más triste
que había visto en mi vida, era el momento
más estremecedor, trataba de controlar mi
quebranto pues de alguna manera eso haría
menos trágica la despedida para ella, bajé la
mirada y cayó la lagrima mojando la sábana
de la camilla, suspiré pasando mi mano por
los ojos para secarlos. La miré de nuevo,
algo dentro de mí sabía que ya no había más tiempo, su
aspecto era más lúgubre que cuando había llegado y me
tenía inquietante la idea de que eran sus últimos respiros,
tomó mi mano y yo la acaricié detenidamente, noté que
comenzó a perder fuerza, se sentía fría, la observé e
inmediatamente llamé a la enfermera, claramente estaba
agonizando, y el pensar en eso era inconcebible, Sara
sólo había estado tratando de despedirse, coartadas
para la sórdida muerte, ella debía seguir su camino al
crepúsculo que llevaba a las almas frescas, las recién
migradas del mundo de los vivos, en ese momento lo
supe, supe que se habían esfumado mis esperanzas
de vivir siempre a su lado. Cómo era posible lidiar con
la tristeza carcomiendo cada parte de tu cerebro, del
corazón y del cuerpo, si sólo asistía acechando en cada
recoveco posible.
Mientras estaba de pie frente a la camilla comenzaron
a llegar las enfermeras y el doctor, la revisaban de cabo
a cabo desesperados, parecía que jugaban con ella
como si fuese una muñeca, yo seguía quieto, no sabía
cómo hacerme reaccionar, estaba postrado ante una
escena sombría y ahí con los labios sellados dentro mío
gritaba piedad de Dios, escuchaba dentro mío cómo se
me partía el alma, cómo el nudo en la garganta se hacía
más sofocante, y cómo el hueco en el corazón se sentía
cada vez más vacío, quería morir con ella, era todo lo
que quería.
El doctor me tomó del hombro y yo sólo podía ver
como se movían sus labios sin escuchar qué decía,
segundos después volví en sí.
-Lo sentimos mucho. No hemos podido hacer nada lo
dejaremos un momento a solas, mi más sentido pésame
Sr. William.
Asentí y le sonreí como forma de agradecimiento, qué
manera tan triste de sonreír ¿no cree usted? Me acerqué
hasta ella, la observé con tanta tristeza como era capaz
de soportar, tomé sus piernas y las acomodé pegaditas
una a otra, sus brazos los puse sobre su pecho haciendo
cruz, le acomodé el cabello detrás de su oreja como solía
hacerlo, acaricié sus mejillas, ¡No lo soportaba! La tomé
entre mis brazos y me solté a llanto abierto, como cuando
niño caías de la bicicleta dándote un santo golpazo que
había chorros de sangre y tu asustado sin saber qué
pasaría contigo llorabas y gritabas en los brazos de tu
madre, pues esto era idéntico, pasaron los minutos, me
levanté de la camilla y estuve esperando a que llegaran
por su cuerpo a hacer lo correspondiente.
Sé que no es nuevo para los doctores o la gente que
está aquí alrededor el dolor que estoy sintiendo, sé que
no es nuevo saber que alguien ha muerto, todos los días
la muerte aparece para hacer su trabajo, y a casi todos
nos toma por sorpresa la muerte, como cuando tocan
a tu puerta y es el casero al que le debes 4 meses de
renta. Hay un silencio en la obra de Dios, el mundo está
paralizado cuando la muerte está cerca, sin embargo,
no sólo llora quien despide al fallecido, la muerte
profusamente triste consume la nostalgia del deber y
de ser odiada por el mundo entero, viene innumerables
veces al paraíso terrenal, gótica y solemne con su trabajo
consumado derrama la lágrima del trabajo más triste del
mundo.
Blanca De la Torre
Tepatitlán de Morelos, Jal.
BlancaJaneth2018@hotmail.com
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