viernes, marzo 06, 2020

EL ÚLTIMO ADIÓS

Lo único en lo que podía pensar mientras estaba de pie ante el pasillo blanco y con olores a farmacéuticos era en la distribución de cada camilla, parecía que sabían cómo distribuir la agonía para que la muerte no se fuera a equivocar, derecha e izquierda, a la izquierda una anciana con una tos seca y su respiración agitada, a la derecha un joven con la piel amarillenta, se veían realmente enfermos. Mire hacia adelante y en cada extremo de las camillas estaban los pies de distintas personas, diferentes posiciones, uno arriba de otro, otros doblados, y otros extendidos hacia cada extremo de la cama, estos últimos eran los que yo buscaba. Se me advirtió antes de entrar que no tuviese temor al verla puesto que la apariencia que había obtenido gracias a la decadente enfermedad era fatal. Caminé por el pasillo y justamente al llegar a esos pies giré hacia la derecha, estaba ahí, con los pies abiertos en A, y las manos extendidas en su costado. La piel era de un color más enfermo que el amarillento muchacho, el cuerpo estaba hinchado, mientras la observaba decidí recorrer su cuerpo con mi mano, la caricia más tierna para decirle hola, cuando toqué sus pies los noté más helados que el invierno que asechaba a los parisinos que vivían debajo del Pont Neuf, la humedad que percibí en ellos parecía el agua que corría del río Sena, esto era producto de las lágrimas que caían de mis mejillas y terminaban en esos hermosos pies, me sequé el rostro y seguí hasta llegar a sus manos, mientras las tomaba sentí cómo despertó y movió sus dedos entre los míos, estaba mirándome de una manera tan acogedora y tierna que provocó una honda conmoción en el alma como pocas veces he sentido, mis manos comenzaban a sudar, tenía el cuerpo temblando y el corazón acelerado, mis ojos abiertos como platos no podían quitarle la vista de los suyos… Qué nervioso me ponía esta mujer Dios mío. Sólo en ese momento existió una manera de desahuciar mi alma y fue verla así de vulnerable ante mí, así queriendo dar la vida por ella sin poder hacerlo, y por supuesto que era tarde…siempre es tarde cuando es hora de despedirse de alguien. Me declaro ignorante en cuanto a la capacidad de reconocer el grado de deterioro de un cuerpo, pero a pesar de estar conectada a máquinas, estar helada y prácticamente descompuesta desde el alma, me seguía pareciendo uno de los seres más hermosos que conocía. La miré atónito puesto que habían comentado con anterioridad que tal vez no pudiese volver a despertar, nervioso y con la voz desquebrajada le dije “hola” sorprendido de poder hablar y de seguir soportando el nudo que me cerraba la garganta. 
-Hola, cariño.- Me dijo con la voz apenas audible y débil. 
-Hola hermosa, te extrañé hoy 
La observé con detenimiento, nunca pude habituarme a dejar de lado la vulnerabilidad que me provocaban esos ojos, en cierto grado me gustaba sentirme desprotegido ante ella, porque significaba todo lo contrario desnudarte ante alguien con quien jamás te sentirás solo ni serías juzgado. 
-Will, ¿Puedo pedirte algo? 
-Lo que sea mi pequeña Sara 
-¿Podrías decirme qué significa vivir? 
-Vaya, creo que es una pregunta perversa de tu parte (Sonrió como pudo, siempre traté de hacerla reír
cuando se sentía triste) no estoy seguro de contestarla de manera correcta, pero podría decirte qué se siente recorrer la piel del ser amado con tus manos como si fuese el mismísimo Dios tocando el arpa, cuando sueñas como si tuvieras la mente de un niño y las ganas de un anciano. Sentir que vives cuando estás sufriendo, cuando te invade el sentimiento de dolor que puede más que tú y no te permite respirar, cuando te duele el pecho mansamente y pareciese que las arterias se volviesen de acero. De vibrar con tanta pasión que todo lo que tocamos cobra vida de alguna manera, de desear de querer algo con tantas ganas hasta verlo cumplirse o por consiguiente ver ese deseo convertido en utopía, las utopías mi querida Sara siempre han servido para avanzar, aunque no siempre se consigue llegar lo deseado. La vida es maravillosa, y su belleza la encontramos en cada recoveco del mundo, ¿Has visto alguna vez la corteza del árbol muy de cerca? Bueno, se asemeja huellas dactilares, las venas son pequeños relámpagos, tus ojos, tus preciosos ojos son como una nebulosa, las conexiones neuronales son idénticas al universo. El calor cálido que hay en un atardecer se asemeja al que desprende tu piel cada vez que se aproxima a otro cuerpo. El ruido de la lluvia cayendo a horas de madrugada es idéntico a cada latido que despide tu corazón. La luz que desprende una luna de octubre en medio del campo es igual a la que desprende tu mirada cuando estás observado algo que amas. Vivir es amar, y tú eres amor Sara toda tú desde el pie hasta el alma, y para entender el amor se requiere de una vasta inteligencia de una sensibilidad superior al entendimiento humano, dicen que el amor es una de las más elevadas experiencias humanas, nos deja atónitos, ¿Ahora entiendes?, ¿Entiendes por qué no eres algo común, y por qué no todos logran amarte, qué divinidad me bendijo o con cuántas vidas tuve que merecer el regalo de haberte compartir parte de tu vida. 
-Te amo, y quiero que sepas que jamás logré amar a alguien tanto como me amé a mí Will y puedo jurar que fue lo mejor que pude haber hecho, sólo tú pudiste saber quién soy realmente, te quedaste a mi lado hasta el final sin pedirme nada a cambio. Con lo que queda de mí, ayer, hoy, mañana y siempre te amaré. 
Era escalofriante secar las lágrimas que corrían por las mejillas de Sara mientras me sonreía. Observaba con detalle su mirada, jamás olvidaré los ojos vidriosos llenándose de agua salada, mirándome con tanta nostalgia, la mirada más triste que había visto en mi vida, era el momento más estremecedor, trataba de controlar mi quebranto pues de alguna manera eso haría menos trágica la despedida para ella, bajé la mirada y cayó la lagrima mojando la sábana de la camilla, suspiré pasando mi mano por los ojos para secarlos. La miré de nuevo, algo dentro de mí sabía que ya no había más tiempo, su aspecto era más lúgubre que cuando había llegado y me tenía inquietante la idea de que eran sus últimos respiros, tomó mi mano y yo la acaricié detenidamente, noté que comenzó a perder fuerza, se sentía fría, la observé e inmediatamente llamé a la enfermera, claramente estaba agonizando, y el pensar en eso era inconcebible, Sara sólo había estado tratando de despedirse, coartadas para la sórdida muerte, ella debía seguir su camino al crepúsculo que llevaba a las almas frescas, las recién migradas del mundo de los vivos, en ese momento lo supe, supe que se habían esfumado mis esperanzas de vivir siempre a su lado. Cómo era posible lidiar con la tristeza carcomiendo cada parte de tu cerebro, del corazón y del cuerpo, si sólo asistía acechando en cada recoveco posible. 
Mientras estaba de pie frente a la camilla comenzaron a llegar las enfermeras y el doctor, la revisaban de cabo a cabo desesperados, parecía que jugaban con ella como si fuese una muñeca, yo seguía quieto, no sabía cómo hacerme reaccionar, estaba postrado ante una escena sombría y ahí con los labios sellados dentro mío gritaba piedad de Dios, escuchaba dentro mío cómo se me partía el alma, cómo el nudo en la garganta se hacía más sofocante, y cómo el hueco en el corazón se sentía cada vez más vacío, quería morir con ella, era todo lo que quería. 
El doctor me tomó del hombro y yo sólo podía ver como se movían sus labios sin escuchar qué decía, segundos después volví en sí. 
-Lo sentimos mucho. No hemos podido hacer nada lo dejaremos un momento a solas, mi más sentido pésame Sr. William. 
Asentí y le sonreí como forma de agradecimiento, qué manera tan triste de sonreír ¿no cree usted? Me acerqué hasta ella, la observé con tanta tristeza como era capaz de soportar, tomé sus piernas y las acomodé pegaditas una a otra, sus brazos los puse sobre su pecho haciendo cruz, le acomodé el cabello detrás de su oreja como solía hacerlo, acaricié sus mejillas, ¡No lo soportaba! La tomé entre mis brazos y me solté a llanto abierto, como cuando niño caías de la bicicleta dándote un santo golpazo que había chorros de sangre y tu asustado sin saber qué pasaría contigo llorabas y gritabas en los brazos de tu madre, pues esto era idéntico, pasaron los minutos, me levanté de la camilla y estuve esperando a que llegaran por su cuerpo a hacer lo correspondiente. 
Sé que no es nuevo para los doctores o la gente que está aquí alrededor el dolor que estoy sintiendo, sé que no es nuevo saber que alguien ha muerto, todos los días la muerte aparece para hacer su trabajo, y a casi todos nos toma por sorpresa la muerte, como cuando tocan a tu puerta y es el casero al que le debes 4 meses de renta. Hay un silencio en la obra de Dios, el mundo está paralizado cuando la muerte está cerca, sin embargo, no sólo llora quien despide al fallecido, la muerte profusamente triste consume la nostalgia del deber y de ser odiada por el mundo entero, viene innumerables veces al paraíso terrenal, gótica y solemne con su trabajo consumado derrama la lágrima del trabajo más triste del mundo.

Blanca De la Torre
Tepatitlán de Morelos, Jal.
BlancaJaneth2018@hotmail.com

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