sábado, mayo 09, 2020

EL HOMBRE QUE NO TENIA AMIGOS

Javier Contreras

Esta es la triste historia de un hombre que no tenía amigos, porque no podía tener amigos. Y esto era porque no se podía relacionar con los demás como de igual a igual; pues no se sentía parejo con nadie. El tenía un gran problema en su personalidad, que le impedía relacionarse con las personas; y era que necesitaba urgentemente trascender sobre los demás y ante los demás, como razón de vida, como razón de ser… y esa necesidad de imperar sobre los demás, era mayor que la satisfacción que podría producirle la sana convivencia entre iguales y la felicidad que se logra de preocuparse de que los amigos estén bien. 

Toda la gente necesita sentir que vale y que es apreciada, pero para él era una urgencia de gran magnitud, superior a cualquier otra preocupación; por que era un hombre sin Dios, y eso le provocaba un gran vacío en su corazón, que no hallaba la forma de llenar con ninguna cosa o logro alcanzado; y así, con la misma desesperación que una persona que se ahoga en agua, busca afanosamente bocanadas de aire; así, él buscaba afanosamente llenar el inmenso vacío que había en su alma, y creía que con logros materiales, titulos nobiliarios o amistades sobresalientes, lo lograría llenar: y así… buscaba, hacia un lado y hacia el otro, el material adecuado para rellenar su vacío y no lo encontraba y seguía buscando y seguía buscando: …y esa era su vida. 

Su gran sentido de minusvalía, lo hacía reaccionar, y para tratar de no sentirse inferior, simulaba ver a los demás, como si él estuviera muy alto y así pretendía que los demás eran más pequeños que él. Pero luego, su corazón le recordaba que él no era alto, ni grande, ni suficientemente significativo, ni significativamente sobresaliente… y entonces se volvía a sentir inferior a todos, y se sentía muy triste; como resultado de esta reflexión, él suponía que tenía que esforzarse en lograr ser muy grande y ser más que los demás, y en el intento de consegirlo, volvía a ver a los demás como más pequeños: y esto era su vida… 

Una vida de constante subidas y bajadas, un momento pretendiendo ser más grande que todos, y creyéndose superior a los demás y al siguiente ubicándose que seguía siendo lo mismo que siempre había sido, y entonces se sentía una porquería; y por ello, queriendo asegurarse que los demás eran más pequeños que él y que él era lo que no era, grande, los trataba con despotismo, y por consiguiente estos lo rechazaban; por lo que no podía tener amigos… y en su interior sufría por ello… con un sufrimiento callado… silente… de ese que va carcomiendo el alma… como cáncer… como enfermedad que va matando el ser poco a poco, hasta dejarlo hecho una piltrafa. 

Era como un rey que hubiera perdido su reino… 

… y reconocer a los demás como sus iguales, implicaba aceptar que él ya no podía ser rey nunca más y que ahora era un simple mortal; y entonces luchaba por recuperar su reino perdido tratando de relacionarse con personajes influyentes de la política o sobresalientes socialmente por su nivel económico; pero no lo conseguía, porque si la persona era más poderosa que él, no lo aceptaba como su igual y eso lo frustraba; pero si lograba emparejarse con la persona, entonces sus logros carecía de sentido, porque para qué servía un amigo que no era más alto o más fuerte que él, y que no le habría de dar un ascenso, o un espaldarazo: y entonces se frustraba. Vivía de una frustración a otra; y así era su vida… por lo que nunca pudo conocer la amistad verdadera… la que alimenta… la que nutre… la que da vida. 

Creía que tenía amigos, pero como sólo buscaba socios que le ayudaran a “llegar”, o a conseguir sus logros sociales, nunca disfrutó una amistad verdadera, sino solamente compañeros de tertulias y de apariencias de amistad… pues todos los demás a quienes fecuentaba, no buscaban tampoco amigos… sino unicamente socios de avance social, que sólo se utilizaban entre sí, unos a otros, y se desechaban una vez pasada la ocasión… y es que confundía la amistad con la relación de negocios… si tan solo hubiera sido capaz de reconocer que no los valoraba como personas, sino como instrumentos de avance social… se hubiera dado cuenta, de que no tenía amigos, porque él no deseaba ser amigo de nadie… sino valerse de ellos, para avanzar en el logro de sus metas. Se habría dado cuenta de que su inmensa soledad sólo nacía de su inmenso egoísmo… de su incapacidad de pensar en los demás. 

Su deseo incesante de reconocimiento, hacia que exigiera que todos los que se dirigieron a él, lo hicieran utilizando un título nobiliario. Todos tenían que mencionar su título universitario antes de nombrarlo: necesitaba resaltar su grandeza. Por eso sus compañeros de trabajo, a regañadientes, siempre se dirigían a él, acentuando su logro académico… (no podían decirle fulano, sino licenciado fulano) pero sintiendo al mismo tiempo, repulsión y antipatía hacia aquel tipo, que exigía que se le diera un trato especial. Sensación de rechazo que se sentía en el aire en torno a él y que todos los que se acercaban a su ambiente, percibían en el acto; y él también sentía ese tufo en los demás, sin darse cuenta que él mismo lo había provocado: lo que de nuevo lo volvía a hacer sentirse frustrado. 

Una forma de hacerse sentir importante, era darse a desear. Siempre que veía que alguien lo buscaba; un compañero de trabajo o un cliente, el fingía estar ocupado, para hacer esperar al que lo buscaba. Ya era una forma de ser; y todos la conocían. Todo mundo sabía, que cuando lo fuera a buscar, el fingiría estar ocupado para que las personas hicieron fila ante él. Lo que acrecentaban el sentimiento de rechazo, de parte de quienes lo rodean; y lo que acrecentaba su inmenso sentimiento de soledad: Pero lo curioso en él, y en todos los que viven vida semejantes,, es que no se daban cuenta de que ellos mismos ocasionaban la situación. Ellos mismos se ponen en lazo, que los hará caer…y luego se la pasan quejándose de su mala suerte y diciendo que los demás son ingratos, pues no lo tratan como él espera, como él cree que merece ser tratado. 

Siempre se expresó mal de sus superiores, a quienes los tildó con los peores epítetos que lograba pronunciar, bajo el argumento de que nunca le reconocieron sus méritos, ni lo recompensaron debidamente; y su amargura la descargó siempre con sus subalternos, con los que era especialmente tiránico y déspota. Si alguien lo oía hablando de sus superiores, se daba cuenta de inmediato que se estaba describiendo a sí mismo en su actuar para con los demás; pero nadie se lo podía hacer notar, porque no era capaz de escuchar a nadie, salvo a sí mismo: y lo que se decía a sí mismo, era que él lo merecía todo, que la vida había sido siempre injusta con él… y que este miserable mundo, se podía ir mucho al carajo. 

Gente de este tipo, van por la vida, sintiendo que el mundo no los merece; pensando que nacieron con mala estrella; percibiéndose perpetuamente insatisfechos; permanentemente dolidos: porque siempre sienten que le dan más al mundo de lo que éste les retribuye. Una vida con duelo permanente. Sin entender nunca que ellos mismos se crearon la ruta por la que habría de transcurrir su vida, sin entender que siempre fueron el arquitecto de su propio destino.

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