Javier Contreras
Esta es la triste historia de un hombre que no tenía
amigos, porque no podía tener amigos. Y esto era
porque no se podía relacionar con los demás como
de igual a igual; pues no se sentía parejo con nadie.
El tenía un gran problema en su personalidad, que
le impedía relacionarse con las personas; y era que
necesitaba urgentemente trascender sobre los demás
y ante los demás, como razón de vida, como razón de
ser… y esa necesidad de imperar sobre los demás, era
mayor que la satisfacción que podría producirle la sana
convivencia entre iguales y la felicidad que se logra de
preocuparse de que los amigos estén bien.
Toda la gente necesita sentir que vale y que es
apreciada, pero para él era una urgencia de gran
magnitud, superior a cualquier otra preocupación; por
que era un hombre sin Dios, y eso le provocaba un
gran vacío en su corazón, que no hallaba la forma de
llenar con ninguna cosa o logro alcanzado; y así, con la
misma desesperación que una persona que se ahoga
en agua, busca afanosamente bocanadas de aire; así,
él buscaba afanosamente llenar el inmenso vacío que
había en su alma, y creía que con logros materiales,
titulos nobiliarios o amistades sobresalientes, lo
lograría llenar: y así… buscaba, hacia un lado y hacia
el otro, el material adecuado para rellenar su vacío y no
lo encontraba y seguía buscando y seguía buscando:
…y esa era su vida.
Su gran sentido de minusvalía, lo hacía reaccionar,
y para tratar de no sentirse inferior, simulaba ver a los
demás, como si él estuviera muy alto y así pretendía
que los demás eran más pequeños que él. Pero luego,
su corazón le recordaba que él no era alto, ni grande,
ni suficientemente significativo, ni significativamente
sobresaliente… y entonces se volvía a sentir inferior
a todos, y se sentía muy triste; como resultado de
esta reflexión, él suponía que tenía que esforzarse en
lograr ser muy grande y ser más que los demás, y en
el intento de consegirlo, volvía a ver a los demás como
más pequeños: y esto era su vida…
Una vida de constante subidas y bajadas, un
momento pretendiendo ser más grande que todos,
y creyéndose superior a los demás y al siguiente
ubicándose que seguía siendo lo mismo que siempre
había sido, y entonces se sentía una porquería; y por
ello, queriendo asegurarse que los demás eran más
pequeños que él y que él era lo que no era, grande,
los trataba con despotismo, y por consiguiente estos lo
rechazaban; por lo que no podía tener amigos… y en
su interior sufría por ello… con un sufrimiento callado…
silente… de ese que va carcomiendo el alma… como
cáncer… como enfermedad que va matando el ser
poco a poco, hasta dejarlo hecho una piltrafa.
Era como un rey que hubiera perdido su reino…
… y reconocer a los demás como sus iguales,
implicaba aceptar que él ya no podía ser rey nunca
más y que ahora era un simple mortal; y entonces
luchaba por recuperar su reino perdido tratando de
relacionarse con personajes influyentes de la política
o sobresalientes socialmente por su nivel económico;
pero no lo conseguía, porque si la persona era más
poderosa que él, no lo aceptaba como su igual y eso lo
frustraba; pero si lograba emparejarse con la persona,
entonces sus logros carecía de sentido, porque
para qué servía un amigo que no era más alto o más
fuerte que él, y que no le habría de dar un ascenso,
o un espaldarazo: y entonces se frustraba. Vivía de
una frustración a otra; y así era su vida… por lo que
nunca pudo conocer la amistad verdadera… la que
alimenta… la que nutre… la que da vida.
Creía que tenía amigos, pero como sólo buscaba
socios que le ayudaran a “llegar”, o a conseguir
sus logros sociales, nunca disfrutó una amistad
verdadera, sino solamente compañeros de tertulias y
de apariencias de amistad… pues todos los demás a
quienes fecuentaba, no buscaban tampoco amigos…
sino unicamente socios de avance social, que sólo
se utilizaban entre sí, unos a otros, y se desechaban
una vez pasada la ocasión… y es que confundía la
amistad con la relación de negocios… si tan solo
hubiera sido capaz de reconocer que no los valoraba
como personas, sino como instrumentos de avance
social… se hubiera dado cuenta, de que no tenía
amigos, porque él no deseaba ser amigo de nadie…
sino valerse de ellos, para avanzar en el logro de sus
metas. Se habría dado cuenta de que su inmensa
soledad sólo nacía de su inmenso egoísmo… de su
incapacidad de pensar en los demás.
Su deseo incesante de reconocimiento, hacia
que exigiera que todos los que se dirigieron a él, lo
hicieran utilizando un título nobiliario. Todos tenían
que mencionar su título universitario antes de
nombrarlo: necesitaba resaltar su grandeza. Por eso
sus compañeros de trabajo, a regañadientes, siempre
se dirigían a él, acentuando su logro académico… (no
podían decirle fulano, sino licenciado fulano) pero
sintiendo al mismo tiempo, repulsión y antipatía hacia
aquel tipo, que exigía que se le diera un trato especial.
Sensación de rechazo que se sentía en el aire en
torno a él y que todos los que se acercaban a
su ambiente, percibían en el acto; y él también
sentía ese tufo en los demás, sin darse cuenta
que él mismo lo había provocado: lo que de
nuevo lo volvía a hacer sentirse frustrado.
Una forma de hacerse sentir importante,
era darse a desear. Siempre que veía que
alguien lo buscaba; un compañero de trabajo
o un cliente, el fingía estar ocupado, para
hacer esperar al que lo buscaba. Ya era una
forma de ser; y todos la conocían. Todo mundo
sabía, que cuando lo fuera a buscar, el fingiría estar
ocupado para que las personas hicieron fila ante él.
Lo que acrecentaban el sentimiento de rechazo, de
parte de quienes lo rodean; y lo que acrecentaba su
inmenso sentimiento de soledad: Pero lo curioso en
él, y en todos los que viven vida semejantes,, es que
no se daban cuenta de que ellos mismos ocasionaban
la situación. Ellos mismos se ponen en lazo, que los
hará caer…y luego se la pasan quejándose de su
mala suerte y diciendo que los demás son ingratos,
pues no lo tratan como él espera, como él cree que
merece ser tratado.
Siempre se expresó mal de sus superiores,
a quienes los tildó con los peores epítetos que
lograba pronunciar, bajo el argumento de que nunca
le reconocieron sus méritos, ni lo recompensaron
debidamente; y su amargura la descargó siempre
con sus subalternos, con los que era especialmente
tiránico y déspota. Si alguien lo oía hablando de sus
superiores, se daba cuenta de inmediato que se
estaba describiendo a sí mismo en su actuar para con
los demás; pero nadie se lo podía hacer notar, porque
no era capaz de escuchar a nadie, salvo a sí mismo: y
lo que se decía a sí mismo, era que él lo merecía todo,
que la vida había sido siempre injusta con él… y que
este miserable mundo, se podía ir mucho al carajo.
Gente de este tipo, van por la vida, sintiendo que
el mundo no los merece; pensando que nacieron
con mala estrella; percibiéndose perpetuamente
insatisfechos; permanentemente dolidos: porque
siempre sienten que le dan más al mundo de lo que
éste les retribuye. Una vida con duelo permanente. Sin
entender nunca que ellos mismos se crearon la ruta
por la que habría de transcurrir su vida, sin entender
que siempre fueron el arquitecto de su propio destino.
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