La extraña enfermedad que
mataba a los ingleses del siglo XVI en
menos de 24 horas. El “sudor inglés”
acabó con Arturo Tudor, heredero al
trono de Inglaterra por delante de su
hermano Enrique VIII y primer marido
de Catalina de Aragón.
David Barreira @davidbr94
La primera ciudad de la historia
que declaró una cuarentena: así se
controló la peste negra. Hacía más de
un siglo que Londres no contemplaba
una boda real tan grandiosa y
espectacular. Ese matrimonio, nacido
de una lujosa ceremonia celebrada
en la catedral de San Pablo el 14 de
noviembre de 1501, estaba destinado
a cambiar el rumbo de la historia de
Inglaterra, a consolidar la dinastía
Tudor. Al menos así lo pensaba el
monarca, Enrique VII, después de
haber logrado una alianza con Castilla
mediante el enlace de su hijo mayor,
Arturo, y la princesa Catalina de
Aragón, hija de Fernando e Isabel, los
Reyes Católicos. Sin embargo, todos
esos planes se desmoronarían solo
cinco meses más tarde.
La joven pareja —él tenía 15 años,
ella a punto de cumplir 17— no se
quedó inmediatamente en la corte,
sino que fue trasladada al castillo
de Ludlow, cerca de la frontera con
Gales. A Arturo le fue encomendada,
como príncipe, la misión de gobernar
estas tierras para ir curtiéndose en las
tareas políticas. La zona había sido
golpeada recientemente por la peste
y otras enfermedades, y a finales
de marzo, los dos integrantes del
matrimonio comenzaron a presentar
los primeros síntomas preocupantes:
se les ordenó permanecer en cama
y quedaron confinados en sus
aposentos.
Pero ni los cuidados médicos ni los
rezos de sus allegados fueron efectivos
para salvar la vida del heredero al
trono de Inglaterra. Arturo Tudor murió
el 2 de abril de 1502, quedando su
hermano, el futuro Enrique VIII, como
sucesor del reino. Y no solo eso: el
joven y caprichoso príncipe pediría la
mano de la viuda Catalina de Aragón,
quien sí logró sanar, para contraer un
matrimonio que provocaría la división
de la Iglesia Católica —el rey manipuló
a su antojo la noche de bodas de su
hermano: dijo, para poder casarse con
la princesa española, que el enlace
no había sido consumado; años más
tarde alteró la versión para justificar el
divorcio y entregarse a los brazos de
Ana Bolena, la segunda de sus seis
esposas—.
Aunque los historiadores han
ido abanderando distintas teorías al
respecto, no se ha podido determinar
de forma irrebatible la causa del
fallecimiento de Arturo, a quien desde
bien pequeño se le definió como
un niño enfermizo. Una neumonía,
los efectos de la tuberculosis o un
cáncer testicular son algunas de
las hipótesis que se han barajado,
pero la más extendida es la de que
contrajo el “sudor inglés”, una extraña
enfermedad muy contagiosa que se
desarrolló en Inglaterra a finales del
siglo XV y principios del XVI y afectaba
fundamentalmente a los varones.
El virus, llamado también
sudor anglicus o pestis sudorosa,
presentaba unos síntomas similares
a los de la gripe: fiebre, dolores
en el cuello, las extremidades y de
cabeza, estremecimientos, sensación
de debilidad, vómitos y una gran
sequedad. Pero en un momento dado,
el contagiado empezaba a sudar
de forma horrible y a acelerársele
el pulso. Muchas personas morían
en menos de 24 horas. ¿Y cómo
se transmitía? Ese es uno de los
aspectos más misteriosos del sudor
inglés: algunas fuentes refieren que
las ratas fueron las portadoras de un
tipo de hantavirus que los humanos
contraerían al entrar en contacto con
restos de algunos de estos animales;
también se dice que se difundía a
través de las aguas residuales.
El origen
Las primeras noticias que se
conocen de esta curiosa enfermedad
se retrotraen también a Inglaterra,
en 1485, durante la última fase de la
Guerra de las Dos Rosas. En ese año, la
epidemia se coló en la decisiva batalla
de Bosworth, que desembocaría en la
victoria de Enrique VII y en el inicio de
la dinastía Tudor. De hecho, la excusa
del sudor inglés fue utilizada por Lord
Stanley, uno de los principales apoyos
de Ricardo III, para darle la espalda a
su aliado... y acabar traicionándole en
beneficio del futuro rey.
La enfermedad, probablemente,
fue portada por el ejército vencedor
en su regreso a Londres, donde en
apenas seis semanas se cobraría la
vida de 15.000 personas. Sin embargo,
las últimas investigaciones de un
equipo belga también han referido
otro posible foco de expansión: los
mercenarios franceses procedentes
de Rhodes que Enrique Tudor había
contratado para reforzar militarmente
su rebelión. Estos, a su vez, la podrían
haber contraído en 1480 durante una
campaña contra el Imperio otomano.
Ese fue el primero de los cinco
brotes epidémicos que desarrollaría
el sudor inglés —las otras fechas
corresponden a los años 1508, 1517,
1528, y 1551—. Solo en una ocasión,
la enfermedad se propagó más allá de
las fronteras inglesas: fue entre 1528
y 1529, cuando se registraron casos
en otras partes del continente europeo
como Hamburgo (Alemania), donde
varios miles de personas murieron en
un mes, Lituania, Polonia, Rusia o los
Países Bajos.
En una crónica publicada en 1557,
se definía el sudor inglés como una
enfermedad “tan aguda y mortal que
ningún hombre tenía conocimiento
de algo similar hasta ese momento”.
Y aquellas líneas las redactaron los
nietos cuyos abuelos habían sido
testigos de los devastadores efectos
de la peste negra.
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