Lacandona, nombre que deriva del grupo maya proveniente de la
Península de Yucatán que se asentó a orillas del lago Miramar para
instalar su centro ceremonial Lacan-Tun (Peñón, en lengua maya).
Autor: Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales
Reservorio genético asombroso que oxigena al planeta, la jungla
lacandona es una joya de megadiversidad: 625 especies de mariposas;
114 de mamíferos, 345 de aves y 84 de reptiles, además de 3,400
especies de plantas, de las cuales 160 se pueden encontrar en una
sola hectárea y en conjunto representan el 15% de los vegetales que
existen en México, entre los que sobresale, por rara, la flor Lacandonia
schismática, única entre 250,000 plantas descritas.
Lo anterior, junto con los servicios ecosistémicos, muestra la
exuberancia de la Selva Lacandona que discurre en una superficie de
1.8 millones de hectáreas ubicadas al oriente del estado de Chiapas,
en los municipios de Las Margaritas. Altamirano, Ocosingo, Palenque,
Maravilla Tenejapa, Marqués de Comillas-Zamora Pico de Oro y
Benito Juárez. Entre los 15 tipos de vegetación que ahí se desarrollan
predomina la selva alta perennifolia, pero existe también bosque
mesófilo de montaña y bosque con vegetación densa, entre otros que
aún ofrecen una excelente integridad funcional y favorecen el papel de
corredor biológico entre la reserva maya de Guatemala y la Península
de Yucatán.
Clasificada hoy entre las 25 zonas biológicas críticas del planeta
después de 230 mil años de existencia, la Selva Lacandona es hogar
del mayor número de especies de murciélagos del mundo, lo mismo
que de fauna rara, endémica, amenazada o en peligro de extinción
como el tapir, la nutria de río, el jaguar, la guacamaya roja, el mono
araña, el mono aullador, el águila arpía, el cocodrilo de río y la tortuga
blanca.
Cuenca del Usumacinta, impresionante red hidrológica:Esta selva
recibe anualmente entre 2,000 y 5,000 mm de precipitación pluvial
y despliega distintos gradientes altitudinales y variados tipos de
vegetación como pinares y encinares y, por su ubicación geográfica, es
puerta de entrada para numerosos grupos de flora y fauna de Centro y
Sudamérica que enriquecen aún más la diversidad biológica. El eterno
verdor de la Selva Lacandona es consecuencia de las grandes hojas
perennes de árboles de más de 65 metros de altura en esta porción
del territorio nacional de clima cálido húmedo con temperaturas
constantes de 22°C promedio, y lluvias durante nueve a 12 meses al
año, agua que propicia su exuberancia y que, a través de los suelos,
forma arroyos que al confluir integran la corriente más caudalosa de
México: el río Usumacinta que nace en Guatemala.
La impresionante red hidrológica del Usumacinta se ubica en una
de las regiones con más altos niveles de precipitación de Mesoamérica,
caracterizada por poseer un relieve complejo y por la formación,
en Chiapas, de lagos y lagunas como Najá, Metzabok, Montebello,
Lacanjá y Miramar, además del importante humedal de Catazajá.
Esta cuenca, la de mayor extensión y desarrollo hidrológico,
abarca una superficie total de siete millones de hectáreas, 42% de
la cual se ubica en México (el resto en Guatemala), y constituye un
territorio continuo con las regiones de Calakmul y Sian Ka’an, a través
de las áreas forestales donde convergen los estados de Campeche,
Tabasco y Quintana Roo (Punto PUT), y con las selvas del Petén que
interconectan ambas zonas de México. La Lacandona, nombre que
deriva del grupo maya proveniente de la Península de Yucatán que
se asentó a orillas del lago Miramar para instalar su centro ceremonial
Lacan-Tun (Peñón, en lengua maya), se ubica en la cuenca del río
Usumacinta y abarca las Áreas Naturales Protegidas federales:
monumentos naturales Bonampak y Yaxchilán; refugios de Flora
y Fauna Silvestre Chan-Kin, Metzabok y Nahá, y las reservas de la
biósfera Montes Azules y Lacan-Tún.
Este sistema de ANP integra una red de conservación a la que
se suma una ANP estatal, la Reserva Comunal Sierra de La Cojolita,
y todas se insertan en la región tropical del planeta, donde la vida
alcanza su más alta expresión y la megadiversidad manifiesta su
mayor complejidad.
Vastos servicios ecosistémicos: Pródiga, la Selva Lacandona
protege contra la erosión al acumular materia orgánica en los suelos y
evita tanto el arrastre de sustratos como el azolve en otros sitios; genera
agua para consumo humano, para riego y para generar electricidad;
suministra oxígeno y capta bióxido de carbono, lo que mitiga el
calentamiento global; aporta recursos alimenticios y medicinales como
plantas y animales, y es hábitat de un sinfín de especies de flora y
fauna, hongos y microorganismos, entre otros.
En el contexto del cambio climático, la Selva Lacandona es
reconocida entre los sumideros de carbono de mayor importancia
en Mesoamérica, por lo cual surgen oportunidades para vincular
conservación con desarrollo económico mediante mecanismos de
retribución como REDD+REDD, dado el potencial que posee por
la captura de carbono y por el almacenaje actual de volúmenes
importantes de carbono por hectárea.
La huella humana:Desafortunadamente, como a todas las selvas
húmedas de México, a la Lacandona la ha impactado la presencia
humana a partir de la llegada de los españoles, ya que desde entonces
ha perdido cerca del 90% de su territorio, pese a sus valiosísimos
servicios ambientales. La parte baja del Usumacinta corresponde
a México, región que recibe los daños acumulados sobre la red
hidrológica de los procesos de transformación que ocurren aguas
arriba, ya que la mayor parte de la población se asienta en la parte
alta de la cuenca en condiciones de enorme dispersión, cerca de 7 mil
localidades, el 60% con mil habitantes en promedio.
Esta fragmentación frena el desarrollo de servicios básicos
educativos, de infraestructura y de salud, lo que contribuye a mantener
en estado de marginación, a la población indígena tojolabal, tzeltal,
chol y maya-lacandón, principalmente. En las últimas décadas la
cuenca fue poblada para garantizar la soberanía nacional mediante la
colonización dirigida, pero también por la migración desde Guatemala
resultado de los conflictos internos de esa nación, y desde la zona de
Los Altos de Chiapas, hacia la cuenca media, donde se ubica la gran
selva maya.
La acción humana ha llevado a la Selva Lacandona al borde
del colapso. Es entonces de vital importancia reflexionar sobre la
responsabilidad de coadyuvar con las poblaciones indígenas para
rescatar las áreas perdidas de este pulmón verde, así como acrecentar
los esfuerzos para el logro de la resiliencia en esta región crucial para
el bienestar humano y planetario.
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