
MILENIO DIGITAL
Por las calles y callejones de Guadalajara todavía suenan las
leyendas que abuelos contaban a sus nietos, la Perla Tapatía
ha sido testigo de innumerables anécdotas que dejan a más de
uno con los pelos de punta. Las leyendas en general son relatos
creados a base de sucesos imaginarios con algún contexto
histórico, sin embargo muchas veces son reales o al menos eso
es lo que se cuenta pues son historias que se transmiten de
generación en generación.
Estas historias forman parte de la cultura de la ciudad, se trata
de hechos que superan la realidad desde casos sobrenaturales,
superstición, espectros y hasta personajes terroríficos. Aquí te
presentamos algunas que han marcado a Guadalajara.
El rincón del diablo, hoy Secretaría de Turismo
Se cuenta por las calles de Guadalajara que lo que hoy se
conoce tan inocentemente como la Secretaría de Turismo del
Estado de Jalisco, hubo un tiempo donde al pasar por la zona
los ciudadanos no podían evitar persignarse y recitar “Bendito y
alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar”, evitando pasar
por el lugar y de hacerlo, se acompañaban de alguna “santa
reliquia o de agua bendita”.
La razón; la edificación llevaba el nombre del convento de
Santa María de Gracia y chocaba con el ‘Callejón del Ahorcado’,
llamado así por haber colgado ahí a un adúltero de apellido
Lemus durante la época virreinal.
Una noche en el convento de dominicas la maestra de
noviciado se despertó al escuchar gritos blasfemos provenientes
de una casucha situada en el callejón, la religiosa no daba crédito
y al acercarse descubrió que en el interior de la casucha se
encontraban unas mujeres de cabellos desordenados alrededor
de una fúnebre mesa con velas negras posadas sobre cráneos
humanos en los extremos de la misma, bebiendo de copas un
extraño brebaje mientras azotaban a un Santo Cristo de Marfil. Al
verse descubiertos varios bultos envueltos en mantos negros se
arrastraron por el callejón y al hacerlo se apreciaron caballeros y
hermosas mujeres quienes habían asistido a darle culto al diablo
a través de una funeraria misa.
La monja no dudó en comunicarle lo sucedido a la abadesa,
quien a pesar llamó al mayordomo del Convento, un respetable
sacerdote, quien para el alba ya había informado al Obispo de
Guadalajara de lo acontecido. El Alcalde Obispo de la Diócesis,
mandó llamar a los oficiales del Santo Oficio. El tribunal de la
Inquisición se trasladó desde ese día al Rincón del Diablo para
sorprender a los participantes de tan sacrílego acto. La ocasión
se les presentó poco tiempo después durante una noche donde
los oficiales del Santo Oficio observaron que algunos bultos
negros se deslizaban, por el callejón. Los oficiales se acercaron
a hurtadillas hasta la puerta de la casucha donde los presentes
se entregaban a darle culto al Diablo. Sin poder contener la
Inquisición desenvainando apresuradamente sus espadas,
se trabó un rudo combate entre los brujos y los inquisitoriales,
venciendo los últimos.
El reloj de la muerte del Hospicio Cabañas
Construido con nobles intenciones el Hospicio Cabañas
encierra una de las leyendas más aterradoras. La ‘Casa de la
Caridad y misericordia’ fue construida en 1792 a petición del
obispo Juan Cruz Ruiz de Cabañas y Crespo. Abrió sus puertas
en 1810 con la finalidad de admitir ancianos, enfermos, pobres,
lisiados, pero sobre todo a niños huérfanos para proporcionarles
atención y una esmerada educación.
La leyenda comenzó cuando años después de su apertura se
ordena traer desde Europa un reloj que se pondría en la fachada
principal del Hospicio, justo encima del pórtico vestibular que
adorna la entrada. Tras su instalación el artefacto funcionaba
y cada 60 minutos hacía sonar unas campanas anunciando el
cambio de hora, después de un tiempo sin razón aparente el
mecanismo comenzó a fallar y se detenía de manera aleatoria a
distintas horas del día, lo curioso era que tal y como se detenía
sin razón lógica de igual forma volvía a trabajar.
Las circunstancias se tornaron siniestras cuando las monjas
que dirigían el lugar notaron el extraño patrón que seguían las
pausas del reloj, las monjas se habían percatado de que cada vez
que el reloj detenía su marcha, lo hacía también el corazón de
uno de los niños albergados en este lugar; las circunstancias de
las muertes eran distintas, pero la hora coincidía con el cese de
la marcha del reloj, anunciando de alguna manera la muerte del
infante. El temor infundido fue tal que los ocupantes del hospicio
solicitaron que el reloj fuera removido de la fachada y en 1952
se retiró, a petición de las monjas fue destruido, sellando así su
fama como ‘Reloj de la Muerte’
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