(Segunda parte)
Memes, memes y más memes. Esos comentarios en las redes
sociales, que nuestro característico sentido del humor mexicano
produce al por mayor ante cualquier evento de cierta relevancia y
que en nuestras actuales circunstancias hay más que motivos para
buscarle el lado humorístico a nuestras tragedias.
Hemos demostrado desde tiempos inmemorables nuestra
capacidad de reír hasta de las peores tragedias (siempre, claro,
que no nos ocurran directamente a nosotros o nuestras familias), y
hay infinidad de muestras del ingenio mexicano ante ese enemigo
invisible, muy invisible, que se denomina covid-19, pero más
conocido como el coronavirus. Ya hasta canciones le hicieron,
boleros, cumbias, todo con el humor trágico de la necesidad del ser
humano de reír ante la adversidad irremediable.
Como ante toda situación humana, hay crédulos, incrédulos,
escépticos, mentirosos, honestos (muy poquitos, por cierto),
cretinos, cínicos, políticos (ay güey) y lo más cabrón, medios no tan
honestos que manejan la información a su antojo o conveniencia
o a conveniencia de quienes les pagan. La desinformación o las
verdades a medias, son peor que las mentiras, pues deforman
todo, absolutamente todo y confunden los criterios de la sociedad
a quien deben servir.
Su servidor se manifiesta completamente desorientado
acerca de la veracidad de esta situación (supongo que al igual que
millones de mexicanos), ya que se siguen yendo de vacaciones, se
hacen fiestas particulares y Susana ( si, esa de la distancia), brilla
por su ausencia y hay remedos de seguir las indicaciones de las
autoridades.
Pero, por si sí o por si no, tomamos las precauciones que
están a nuestro alcance. Como decimos en sentido figurado, por
si las moscas. Nos vamos de pesca, hacemos campamentos en
Semana Santa, fieles a las costumbres e incrementamos el riesgo
de infección y contagio al provocar grupos y convivencias de alto
riesgo en caso de ser verdad la situación. Insisto: no niego ni afirmo,
me reservo mi opinión al respecto.
Pero, ahí fue donde estuvo el pero, tal como dijo Piporro (dije
pero, no sean mal pensados), La verdad no sabemos hasta qué
punto es verdad o no. Pero si la Iglesia y gobierno se unen para
una causa común, esto es: el cielo y el infierno coinciden en algo,
es que hay pedo y un buen pedo.
Sin embargo, aunque las cifras aritméticas nos dicen que
hay unos miles de fallecidos en el mundo por ese diminuto, muy
diminuto virus creado en laboratorio, los daños colaterales son aún
más destructivos que los efectos directos en los seres humanos.
Hay algunos miles de muertos, sí, eso nos dicen y puede que sea
verdad; vamos a creer que sí (sobre todo creeremos al méndigo
Trump y su racismo sin limites). Ey.
Los llamados, pomposamente, daños colaterales, son más
nocivos que la realidad y los efectos directos sobre el ser humano.
Concedamos que el virus existe, es mortal y fácilmente contagioso.
El porcentaje de fallecimientos entre la población mundial es de
0.000000quién sabe, mientras que el hambre y otras enfermedades
matan mucho, muchísimo más personas y nadie dice nada. Ta
güeno.
El daño principal que ha causado esta méndiga chingadera,
no son las muertes directas, sino la psicosis y paranoia entre la
sociedad, que hace perder por completo y de manera irremediable,
amistades, parentescos, compadrazgos y hasta matrimonios, tan
sólo por la remota pero probable, contaminación del pinche virus.
Y ¿cuáles son
los sectores más
vulnerables, no al
méndigo virus, sino a la
paranoia social? Pues
los adultos mayores
(aunque estén más
sanos que muchos
jóvenes) y los pacientes
con enfermedades crónicas degenerativas, como diabetes, cirrosis,
hepatitis “c” y otras que disminuyen las defensas. Sin embargo,
no significa en forma alguna, que todos los adultos mayores y
enfermos, hayan adquirido el contagio, pues aunque la probabilidad
es mayor, estos sectores no son campo exclusivo de riesgo.
¡NO MAMEN!, las personas que tengan menor edad a lo que
se considera la tercera, no están exentos de contraer y propagar las
infecciones por contagio al no respetar las medidas de precaución.
Quítese esa pinche idea de ver a un adulto mayor, sobre todo si no
siente malestares, como que ya tiene el coronavirus y lo trate como
un APESTADO!, PUES NO LO ES.
Hay quien afirma que es un plan de las potencias mundiales
para reducir la población global, para desechar a todas las viejitas
y viejitos como dijese alguien de no tan grata memoria, pues luego
de haber cosechado lo que sembraron en su juventud los ahora
viejitos, se considera que están respirando oxígeno ajeno.
Un caso personal: mis compadres a quien consideraba
mis únicos y por lo tanto mejores reales amigos, el domingo más
reciente, fui a echarle la mano a mi compadre con unas labores
de alimentar animales domésticos de crianza y engorda (toritos y
borregos, pues). Sucede que al terminar, fuimos al exterior de su
casa y me mantuve a la sana distancia, sin embargo mi comadre,
con un aerosol lleno de desinfectante, prácticamente me bañó y
hasta por el pedorro me aspersó temiendo que la fuera a infectar tan
sólo con el saludo Apache, ése en que levantas tu mano derecha
y dices ¡Ao! Y no hay contacto físico. En el umbral de la puerta
fui humillantemente despedido, al decirme directa y claramente
que me alejara, pues iba a infectar a toda la familia. Hay formas,
digo. O sea, me corrieron a la gacha. Se acabó de golpe y putazo,
una amistad de varias décadas, tan sólo por esa pinche paranoia
tendiente a despreciar a los no tan jóvenes que ayudamos a crear
el mundo actual del que disfrutan sus pinches familias.
No la chinguen, esos que me corrieron de las inmediaciones
de su casa, uno es trailero y trata con infinidad de personas que
pudiesen contagiarlo. El otro es dueño de un bar en CDMX y trata
con infinidad de personas en sus negocios y es más factible que él
contraiga el CORONAVIRUS que un pobre anciano que tan sólo
trabaja para mantenerse y mantener a su familia. Por cierto, don
Andrés Manuel, deje de ser populista manteniendo huevones y
atienda a quien por sus labores y actividades ha fincado cimientos
en los que se basa la sociedad actual y que disfruta los beneficios
a mediano y largo plazo de SU trabajo.
Traten con respeto a los viejitos y a los enfermos, porque
como dijo aquél: como te ves me ví y como me ves te verás. No se
te olvide.
Jalostotitlán, Jal. A 15 de abril de 2020
Gonzalo “Chalo” de la Torre Hernández
chalo2008jalos@hotmail.com
No hay comentarios.:
Publicar un comentario