Quien, siendo Mexicano, no conoce la leyenda de la Noche
Triste, aquella Noche de lluvia cuando los españoles encubiertos
por la oscuridad, escapaban del sitio en que los aztecas les tenían,
y dice la leyenda, que una mujer india, los logró ver y dió la voz de
alerta, al grito de los teules huyen, salieron los guerreros mexicanos
trabando una encarnizada batalla en la avenida principal de
la Gran Tenochtitlan; la Calzada estaba cortada en diferentes
tramos por donde fluía el agua, los españoles llevaban tablones
que le hacían de puentes, los tablones no resistieron y caballos y
gente se hundieron en las aguas, los españoles traían exceso de
peso, pues antes de salir del palacio del Huey Tlatoani, del Gran
Moctezuma, Cortes dio la orden a la soldadesca, que agarraran
el oro que pudieran llevar y así lo hicieron, en sus ropas, en sus
alforjas, en sus bolsas y en lo que pudieron cargaron cuanto oro
pudieron cargar. Así que cuando caían al agua, el peso del metal
los hundía, fuero tantos entre caballos y gente que llenaban los
huecos donde no había puente y ellos con sus cuerpos hicieron el
paso por donde otros siguieron pasando en desaforada huida, tras
el embate Azteca.
Cuando estuvieron lejos de Tenochtitlan, los pocos y maltrechos
soldados de Cortes, éste hizo un alto y cuentan que bajo la fronda
de un viejo ahuehuete lloró tristemente su derrota.
Los aztecas, por razones que los historiadores no se ponen de
acuerdo, no siguieron a las ya derrotadas huestes de Cortes para
acabarlos, de haber sido así, el curso de la historia hubiera sido
distinta.
Cortes se repuso y lo demás, ya se sabe. Todo paso la
“Conquista se consumió” (aquí el que esto escribe difiere en que
no fue “conquista” más bien fue una “invasión”) y los soldados que
participaron esperaban su recompensa, así se tomó la decisión de
repartirles las tierras del Imperio Mexicano.
El Papa Alejandro VI emitió una Bula, donde autorizaba a
España adisponer de “todas las Islas y tierra firme descubiertas y
por descubrir por la autoridad del Omnipotente Dios que ejercemos
en la tierra, las damos concedemos y asignamos a vos (daban
generosamente, lo que no era suyo y desposeían a unos para
favorecer a otros). Después Fernando V en 1513, promulgó la “Ley
para la distribución y arreglo de la propiedad” que decía; “para que
nuestros vasallos se alienten al descubrimiento y posesión de las
Indias y puedan vivir con la comodidad que deseamos, es
nuestra voluntad que se pueden repartir y se repartan, casas,
solares, tierras, caballerías y peonías a todos los que fueron a
poblar tierras nuevas.
“Habiendo hecho en ellas sus moradas y su labor y residido
en aquellos pueblos 4 años y les concedemos facultad para que
de ahí en adelante, las pueda vender y hacer de ellas su voluntad
libremente, como casa propia suya; y así mismo conforme su
calidad el Gobernador o quien tuviere nuestra facultad, les
encomiende indios en el repartimiento que hiciere, para que goce
de sus aprovechamientos y demoras”.
No hubo límites, se despacharon con la cuchara grande, les
daba 40 hectáreas (una caballería) y se apropiaba de 4000 mil.
Los aztecas tenían bien ubicadas sus tierras, unas eran del
Rey, les llamaban “Tlacollalli” otras estaba destinadas al ejército
“Michimalli” los religiosos o sacerdotes también tenían sus tierras
“Teotlalpan” los señores o altos designatarios se les adjudicaba
tierras que llamaban “Pillalli” por ultimo estaba los “Calpullallis”
o tierras comunales, no había escrituras, había respeto, sabían
y conocían los límites, pero llegó el invasor y arraso con todo y
tomaron las mejores tierras… que caballería o que peonia fue
“hasta donde mi vista alcance”.
Una caballería, estaba formada por un predio urbano que
consistía en un solar de 100 pies de ancho por 200 de largo y cinco
peonias, que representaba terreno suficiente para sembrar 500
fanegas para pan de trigo o de cebada, 50 de maíz, 10 huebras
de tierra para huerta, 40 plantas de otros árboles de secadal, tierra
de pasto para 50 puercas de vientre, 100 vacas, 20 yeguas, 500
ovejas y 100 cabras.
Una peonía, se fijaba como predio urbano consistente en un
solar de 50 pies de ancho y 100 de largo y 100 fanegas de tierra de
labor de riego o de cebada, 10 de maíz, 2 huebras de tierra para
huerta y 8 para plantas de otros árboles de secadal, tierra de pasto
para 10 puercas de vientre, 20 vacas, 5 yeguas, 100 ovejas y 20
cabras.
Una caballería se calcula que tenía poco más de 42 hectáreas
y una peonia, poco menos de 10, siendo estas medidas los
antecedentes territoriales de nuestras haciendas y ranchos.
El criminal Nuño de Guzmán a quien Cortes lo hizo Gobernador
de estas tierras y al no encontrar oro, se dedicó a la venta de
indígenas a los que marcaba en el rostro con una “G” y los vendía
como esclavos en las Antillas o los cambiaba por mulas, caballos,
burros o vacas.
Está registrado en la historia, que los naturales al menor
descuido de sus captores, preferían lanzarse al mar y ahogarse
antes que padecer la esclavitud.
Consumada la “Conquista” y ya en el año de 1748, llego a estas
tierras llamadas Costas del Seno Mexicano, Don José de Escandón
y Helguera, su misión consistía en pacificar, colonizar y poblar a
esta región Huasteca, aquí los indígenas no se dejaban avasallar y
eran fieros defensores de su territorio, los Janambres eran famosos
y temibles, los Come-camote, los
Matucapames, los Aracates, los Pames, los Come-crudo,
todos fueron “pacificados” y Escandón los conminaba a que se
congregaran en pueblos, les daba tierra y les repartía semillas,
aperos y bueyes para sembrar. Los españoles introdujeron en
México el arado egipcio que facilitaba el cultivo.
Los naturales huastecos no sabían sembrar a la usanza
española, pero Escandón traía consigo indios Tlaxcaltecas que ya
habían aprendido sus técnicas y ahora instruían a los de Nuevo
Santander. Nueve años le llevo al Capitán General de la Sierra
Gorda fundar 22 poblaciones, una de las cuales lleva el nombre
de la tierra española que le vio nacer; Soto la Marina. Costa del
Seno Mexicano, Nuevo Santander y por ultimo llego Fray Andrés
de Olmos y por él se llama Tamaulipas.
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