Carta no. 6
17 de noviembre de 1943
Ojalá que no, pero espero esta vez sea la última.
Sarah jamás abandoné las ansias de hacer de mi vida
algo excepcional, tú hiciste que valiera la pena, y pase lo
que pase nuestra historia está intacta, la vida es incierta,
nos lástima y nos enseña, la obra aquí termina, pero pude
lograr que mi musa se inmortalizara en estas letras, te hice
poema y estrofa.
No dejé nunca de soñar pues fue la mejor manera
de ser libre, aquí la vida ya es un infierno, así que estoy
disfrutando del pánico que me provoca pensar que es mi
último día con vida, encararé esto con orgullo y con miedo
en los zapatos. Miro tus fotos y no puedo evitar sentir roto
el corazón, imagino tu mano sosteniendo la mía yendo
juntos contra el mundo donde el resto del cielo aún es azul,
creo que este es el amanecer de una tempestuosa vida, la
hora más feliz y el día más dichoso, por lo menos espero
que mi espíritu esté tranquilo cuando me recibas, la muerte
simplemente será un dolor semejante al que siento desde
que tú no estás.
Hoy no estoy, sólo sé que el corazón me estorba,
quisiera ponerlo a lado de tus gardenias para ver si
reverdece y vuelve a funcionar para cuando te vea, ya me
busco la muerte por la mano, por encima del hombro y
atrás de mí, ya siento que miro con cariño las balas y las
bombas, todo mi dolor lo dejo en estas cartas, este dolor
vale más que toda la alegría, sabrán entonces que un amor
me ha dejado con el alma caída.
Te digo adiós mi amada, ni siquiera la muerte me ha
de hacer olvidarte, me despido de ti aún sin la seguridad
de que estás esperando por mí, me queda el recuerdo
dormido de tu sonrisa en mi memoria y el corazón con
apenas dos palabras “Te amo”. Es la hora de los soldados
dormidos, es la hora para recargarnos en el tibio regazo de
la santa muerte, partiremos entonces rendidos al misterio
sin luz, a la hora cero. Las lágrimas corren como mis ganas
de morir… Sarah, pronto llegaré, estaremos los dos en esa
estrella, en ese interminable prado. Te amaré por siempre,
antes de morir soñaré con tus labios de nácar, soñaré
con tus ojos desesperadamente, soñaré con tus mágicos
besos y el calor de tu pecho, soñaré antes de morir y jamás
lo sabrás, te regalaré el último aliento y jamás lo sabrás. Te
veré en el cielo mi amor.
Suyo por siempre, Guilleume Dumont.
Blanca De la Torre.
BlancaJaneth2018@hotmail.com
“Volver a nacer”
Deseo volver a nacer envuelto en hojas de elote
Y cobijado con gotas de rocío mañanero, nacer
Oliendo a surco, a baho de tierra mojada,
Y semilla germinada, nacer entre pétalos de rosa
Entre el aroma de la rosa de los vientos y de las aguas
De temporal, nacer soñando entre los rayos del sol
Volver a nacer sintiendo las brisa del primer trago
Del aire que inunda los pulmones como un huracán
Desbocado que levanta la tierra con graciosos
Remolinos que gimen de tristeza y alegría buscando
Lo más profundo de las raíces del firmamento
Para bajar con furia de relámpago y trueno como
Una llama que abraza amorosa al elote que será
El fruto más preciado del campesino
Volver a nacer y estar sintiendo el estado de
Las cosas visibles e invisibles y de la luz de las
Flores revientan con colores, como todos
Los colores que no existen y sin embargo están
Escondidos en el maguey, en la caña y en
La calabaza que algún día germinará también
En todos los planetas del universo
Nacer… volver a nacer donde quiera
En medio del aire fresco y perfumado de las
Mañanas campiranas nacer cobijado con la bruma
De los arroyos cristalinos y alumbrado con
Estrellas fugaces y sobras luminosas y azucaradas
Como almíbar de amanecer volver a nacer entre
Lluvia de llanto para morir con alegría añorando
La hierba húmeda y el sagrado olor a tierra mojada.
Juan José Padilla Pérez “Bucho”
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