(Cuento corto)
Hace unas décadas atrás, a inicios de los
60´s, existió en plena juventud, acá en Cajititlán
de los Reyes, Jalisco, un pobre pescador, como
muchos, pero éste era muy paciente, persistente y
respetado. Vivía al día con el producto de su pesca
y con éste todas las tardes después de las torrentes
actividades, compraba la despensa con el dinero de
la venta.
El pan y la leche para la cena diaria que rogaba
a Dios no fuera la última, en el expendio de Don
“Cande”.
Así ocurría cada 24 horas, una vez que se
lavaban, limpiaban y remendaban los chinchorros
rotos en el ajetreo: o se atoraban en el fondo de la
laguna entre palos, piedras y botellas de plástico
(acá también se vive eso), o eran mordisqueados
por los propios pescados.
¡Pero!... hoy no hubo pesca, ningún pez tan solo
siquiera por equivocación, cayó en sus “redes”.
¿Su familia, hoy qué cenaría?
Pasar frente al establecimiento de Don Cande,
era obligado; ni para qué voltear –se dijo-, pa´qué!
Menudos, pero rápidos, fueron sus pasos; se pasó de largo.
Don “Cande”, el panadero que lo conocía hasta en mole, “olió”
su discreción a la distancia y abandonando el mostrador, salió y a
la espalda le suelta: “hoy no llevarás tu pan pa´ la cena?”. No, Don
Cande, hoy no. Me quisieron traer “muca” la laguna y sus peces. Ni
uno, ni pa´ la “Nela”, el gato de la casa.
“Nada de eso, amigo Florentino: entra, ándale!, luego que mejore
la pesca, me pagas”, derrochando amabilidad Don Cande le ofreció
el apoyo.
Cuando se crean “compromisos” desde el alma no hay quién se
resista; así se dio entre dos “viejos” vecinos y paisanos.
Al día siguiente muy temprano, casi con el alba –era de diario- y
cuando aún no se “borra” el último arrebol de la tarde anterior, “se hizo
a la laguna” (a la mar). Entra en su canoa con sus redes hambrientas
tanto como él de comer algo. Una santiguada en la frente –ni siquiera
en la barriga- lo acompaña, cuando al pasar por el pasillo de su casa
de hinojos le pidió a sus “Reyes” que no lo abandonaran.
Y bueno, siguió la mala racha: le buscó por todos lados, de todas
las formas; besaba las redes, sobaba los remos y dirigía su mirada
pa´l rumbo de su casa, tal vez como “cábala” o ritual de magia…
pero no! Era la desesperación. Casi regresaba el tiempo y gritaba a
los Cuatro vientos que “Los Reyes Magos eran de palo”, así enojado
gritaba su nieto años atrás, cuando la mamá lo direccionaba al
templo; y al decir que “no iba”, ésta lo azuzuba diciéndole que lo
castigarían si no iba.
Así que Don “Flor” salió con el marcador en contra por enésima
vez.
Y, claro, en añeja lección de dignidad burló la pasada por el
expendió del amigo Cande, ya que “no hubo pesca, no hubo venta,
menos pago”.
Ya en otra ocasión le había dicho en su cara: “Flor, más vale que
tú me debas a que yo te deba; ya que la pesca mejore, me pagas”, le
deletreó esta sentencia. Con la sana intención que jamás dejara de
llevar las provisiones.
La presente noche se quemó las neuronas restregando la
almohada: “Mañana haré diferente recorrido por la laguna. Rogándole
a la suerte por el centro me ha ido mal, muy mal”.
Así que nuestro amigo Don Flor, esta ocasión
apuntó para el extremo norte del embalse que
era más ancho que el contrario. Ahí va rema que
rema, sin parar, sin cansancio como diario y sin
perder la esperanza. Subió los remos y jubiloso
exclamó: “redes pa´ cuándo son”. Silbaron al
cortar el aire y allá van.
Empezó a “oler” la fe en ese lance, brillaba la
luz de la luna aún en pequeñas zonas alrededor
de la desvencijada canoa, que dicho sea de paso,
ya le urgía un baño de brea y alguna resanada.
Empezó a jalar y jalar y los ojos de Florentino
parecían abandonar sus cuencas por el esfuerzo
y la sorpresa: puf! puf! Ahhh!, apenitas pudo
acabar de jalar y subir la carga a la “desnutrida”
embarcación. Ella tampoco venía preparada para
tal empresa. ¡Qué chulada! Gracias a Dios a
través de mis Reyes Magos, balbuceaba llorando
de emoción.
Saldré de mis deudas, todas, pensaba al
tiempo que limpiaba el copioso llanto. La clave:
“hice cosas diferentes por eso obtuve resultados
diferentes”, se decía feliz, ancho de contento el viejo y crédulo
pescador.
Producto de la paciencia, persistencia y fe en lo que hacía, salió
a tierra, vendió, pagó y con un saldo considerable para los tiempos
malos. ¡Ah!, y la reparación de su “Gabriela”, así se llamaba su
canoa, se me había olvidado presentárselas.
Cajititlán, Jal
Mtro. Juan Rosales Contreras
Abril 26 2020
IV
Son tus tierras las que
se siembran en estos montes
de sabanas cálidas.
Seducen al horizonte
Que las mira perplejo
Palpa el aire, devoción de ti.
Surca los suelos de la contemplación,
floreces como lo hace el día.
Mueres todas las moches
Mientras sus manos te buscan
Juan José Rosales Hernández
MAÑANA
Imagino mi felicidad como un foco recién apagado
Con su luz borrosa y débil
Sola entre las sombras esperando a ser encendida.
Me divierto pensando que soy luz y estallo dentro de los ojos de mil personas
Dejándolas ciegas y a tientas
¡Siendo dos mil ojos felices y a tientas!
Pero hoy no, hoy sólo soy dos ojos
Quizás sea dos mil mañana
Si, ya estallaré mañana.
Hansi Javier Rosales Hernández
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