Cuando al bebé no se le dan las cosas que él quiere, suele devenir llanto
y en ocasiones una suspensión de la respiración que generalmente alarma
a los padres, pues el chico torna azulosa su piel y pareciera que no volviera
a aspirar aire. A esto se llama espasmo del sollozo; no es una enfermedad y
sólo se requiere calma para controlarlo.
El espasmo del sollozo no es un signo de que el niño esté enfermo,
pues hay reportes de que puede presentarse en 1 de cada 5 chicos sanos,
generalmente en menores de 18 meses, y en muy raros casos después de
los dos años de edad.
Los pediatras (especialistas médicos en salud infantil) lo catalogan en
dos variables: simple, que es la más frecuente y se presenta cuando además
de la suspensión en la respiración hay cambio en la coloración de la piel (se
torna azulosa, morada en algunas ocasiones, lo cual recibe el nombre de
cianosis), y la forma severa, en caso de que se pierda la conciencia por la
falta transitoria de oxígeno al cerebro.
Generalmente el espasmo del sollozo es precipitado por un estímulo
emocional súbito, como coraje, sorpresa, dolor, temor o frustración al no
cumplirse un capricho. Lo que sucede entonces es que el niño llora con
intensidad durante aproximadamente 15 segundos y después de que saca
el aire de sus pulmones detiene la respiración (apnea), por lo que puede
mostrarse rígido, con leve tono azuloso en los labios y en los dedos, aunque
hay infantes que pueden mostrarse pálidos. Es importante acotar que
aunque por algunos segundos el chico deja de respirar, su corazón sigue
latiendo y al concluir el espasmo se sentirá cansado, sudoroso y con sueño;
es más frecuente que se manifieste por las tardes, cuando el niño está
cansado, en especial cuando se acerca la hora de dormir.
Se ha comprobado que el espasmo del sollozo de ninguna manera
repercute a nivel neurológico en el niño. No obstante, si la fase de apnea
es prolongada, lo cual es sumamente raro, el pequeño puede presentar
convulsiones.
No es epilepsia
Al inicio del artículo se señaló que el espasmo del sollozo no es
provocado por padecimientos orgánicos del sistema nervioso, ni tampoco
es manifestación de alguna enfermedad psiquiátrica; de manera equivocada
se le ha vinculado a epilepsia, lo cual es un error mayúsculo, ya que ésta sí
tiene su origen en el cerebro, cuyas células (neuronas) generan pequeños
impulsos eléctricos que de perder el control dan lugar a distintos tipos de
crisis.
Entre las manifestaciones más conocidas de esta enfermedad
encontramos las convulsiones, en las que se pierde la conciencia de manera
temporal, se producen contracciones en todo el cuerpo, giros forzados
del cuello, bruxismo (rechinido de dientes) e incontinencia urinaria; una
vez concluido el episodio, puede haber fuerte dolor de cabeza, confusión
temporal y fatiga, y es común que no se recuerde el hecho. La terapia más
indicada para este padecimiento contempla el uso de medicamentos que se
han formulado para dirigirse específicamente a las zonas del cerebro que se
ven afectadas, por lo que el diagnóstico debe ser muy cuidadoso para seguir
el tratamiento más adecuado y efectivo.
En contraparte, el espasmo del sollozo se encuentra relacionado con
un reflejo respiratorio infantil, siendo generalmente el motivo de su presencia
una anomalía en su conducta, ya que es común que se presente después o
durante algún berrinche.
Algunos especialistas sugieren la existencia de factores hereditarios
que condicionan el espasmo, argumentando que 1 de cada 4 niños que lo
manifiestan tiene un familiar directo que lo padeció en su infancia.
El problema es relativamente fácil de diagnosticar, para lo cual se
necesita hacer una historia clínica cuidadosa que describa la secuencia
exacta de los eventos, además de un examen médico; en ocasiones el
pediatra pedirá un electroencefalograma (examen que mide los impulsos
eléctricos intercerebrales), el cual generalmente mostrará la condición
normal del cerebro. Muchas veces el médico tiene la suerte de observar uno
de estos episodios cuando el niño llora al ser examinado, lo cual facilita el
diagnóstico.
¿Qué hacer?
Ante un espasmo del sollozo usted debe conocer ciertas medidas que
evitarán que el problema cobre dimensiones mayores, pero también es
importante que sepa que otras maniobras pueden ser peligrosas y poner en
riesgo la vida del chico:
• Mantenga la calma.
• Retire cualquier objeto que el niño tenga en la boca.
• Recuéstelo de costado y separe los objetos con los que se pueda
golpear. Si lo levanta o lo coloca en su hombro, le va a llegar menos oxígeno
al cerebro y el cuadro puede prolongarse.
• No intente detener el espasmo.
• Aléjese un poco del niño y obsérvelo en forma indirecta, haciéndole
pensar que no le presta mucha atención al evento.
• Inmediatamente al término del espasmo, hable con él y explíquele
con voz firme que no debe hacer berrinches y que no es esa la manera en
que logrará lo que quiere.
• En caso de que sea provocado por golpe o caída, abrácelo y
consuélelo.
• Déjelo dormir pequeña siesta.
¿Qué no hacer?
• Reanimarlo. Medidas como respiración boca a boca y masaje
cardiaco pueden tener riesgos si las hace alguien inexperto.
• Usar agua. El impacto emocional de introducirlo súbitamente en
este líquido puede tener el riesgo de complicaciones pulmonares mayores
que el mismo espasmo.
• Tapar la boca. Al introducir objetos, sobre todo rígidos, puede
lesionarle la boca y, si es suave (como un pañuelo), puede asfixiar al
pequeño.
• Sacudirlo. Agitar con fuerza a un bebé que llora puede causarle
daño cerebral permanente, ceguera o matarlo.
• Golpearlo. De esta forma no se detiene el espasmo y sólo se
consigue que el niño sienta rechazo; tampoco recurra a pellizcos o nalgadas,
pues el bebé aprenderá que pegar es aceptable y que se puede reaccionar
con violencia ante la frustración.
• Administrar medicamentos. Únicamente deben consumirse bajo
la supervisión del pediatra, y no como medida de control; recuerde que
los anticonvulsivantes son ineficaces en este caso, por lo que no deben
utilizarse.
• Si el pequeño tiene varios eventos de espasmo del sollozo al día,
es probable que el manejo conductual no sea el correcto, y que el infante
utilice este recurso como forma de manipulación o para llamar la atención
de los demás miembros de la familia; es importante recordar que el llanto es
una, tal vez la principal, forma de comunicación a esa edad.
Como medida para terminar con las crisis de espasmos del sollozo,
es común que el pediatra hable con los padres, de manera que se haga un
análisis cuidadoso de cómo manejar al niño, dejando claro que no deben
sobreprotegerlo para evitar que haya manipulación del niño hacia sus
progenitores.
Tenga en cuenta que si se presenta un evento como el descrito y
usted acude inmediatamente al menor para proporcionarle gratificantes con
la intención de reducir su llanto, es probable que provoque un efecto contrario
y los espasmos se incrementen en número, ya que se está respondiendo al
capricho del pequeño, y él sabrá que esa es la manera de lograr su cometido.
Finalmente, vale la pena mencionar que deberá acudir al médico
en caso de que los espasmos inicien antes de los cinco meses de edad,
cuando se produzcan sin un factor desencadenante, durante el sueño, o
bien si el chico tarda en recobrar la conciencia.
Ser padre no es tarea fácil, por lo cual debemos estar informados para
mejorar en el ejercicio, ¿no cree usted?
Dr. Enrique Sigala Gómez
Pediatra-Cirujano Pediatra
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