Por Gonzalo “Chalo” de la Torre Hernández
chalo2008jalos@hotmail.com
¡Gervasio!, qué gusto verte después de tanto tiempo y
sobre todo después de lesiones tan serias, que todos tus
amigos creímos que ya no volverías a caminar y ahora hasta
andas sin muletas siquiera. Díjole Patrocinio a su amigo de
siempre al verlo tan contento y caminando, un poco rengo,
pero con firmeza y seguridad.
¡Quihubo mi buen amigo, a mí también me da mucho
gusto encontrarte. Sigo lamentando ese episodio de mi
accidente, lamentable, pero agradeciendo el seguir vivo; dicen
algunos que volví a nacer y estoy convencido que es verdad.
Y ¿cómo fue que te recuperaste?
Pues alguien de entre mis amistades, me recomendó
con un traumatólogo que es una eminencia en su ramo, y con
sus tratamientos y ejercicios de rehabilitación, la constancia y
terquedad han hecho su efecto y aquí ando feliz de la vida y
disfrutando cada momento como nunca antes.
¿Pero cómo supiste que ese doctor era el adecuado?
Pues ya varios amigos me habían hablado de él y me
garantizaban, según ellos, que caminaría nuevamente, que
ese doctor, era una chingonería. Y sí… luego de un largo
tratamiento, tuve que vender el carro para poder pagarle; de
que me hizo caminar, me hizo caminar.
Hace unos pocos meses de este tan apocalíptico año
del coronavirus, compré pary a mi nieta y su hijo, una bolsa
de esos granos deliciosos que cuando tiernos les llamamos
guasanas, o sea los garbanzos en su infancia verde, y
accidentalmente uno de esos granos se introdujo en una
de las fosas nasales de mi nieto (bueno, bisnieto), y entre
visitas a doctores, nos recomendaron con un “especialista”
pomposamente denominado otorrinolaringólogo (bueno,
especialista en oídos, nariz y garganta), que asiste a las
instalaciones del DIF de Jalos para dar consulta y lo que se
requiera relacionado con su especialidad.
Bueno, eso de dar consultas como que no cuadra, pues
no da ni el saludo; más bien viene procedente de la ciudad de
Guadalajara y por la tarde del día correspondiente, a auscultar
pacientes que requieran de sus conocimientos y experiencia.
Nosotros nos vimos precisados a solicitar sus servicios para
extraer la guasana que el niño portaba en el interior de su
nariz.
Ya en las instalaciones públicas del DIF (desarrollo
integral de la familia… será verdad?) observó el problema y
mucho más rápido de lo que le platico, en un segundo, extrajo
el objeto de la fosa nasal. Uf, qué alivio; vino la tranquilidad…
pero sólo por un instante. Estaba pardeando la tarde y como
el sol anunciaba ya su ocaso, el médico otorrinoloquesigue,
llevaba mucha prisa por regresar a su lugar de origen. Así
que nos apresuró a remunerar sus servicios y al decirnos
la cantidad que debíamos reducir del ya de por sí reducido
tesoro familiar, casi nos da un patatús, tramafat o chiripiorca:
nos dijo que tratándose de niños, normalmente cobra 200
pesos por consulta, pero como esa tarde fuimos sus únicos
pend…, digo, pacientes y para hacer más o menos costeable
el viaje, nos cobró tan solo 500 pesos. ¡sácate las babuchas!
Y uno se cuestiona: la idea generalizada, aunque
no escrita, es que estamos en la creencia que cuando un
profesionista da sus servicios en una institución de servicio
público, esperamos no una beneficencia ni un regalo, pero
sí honorarios razonables para las personas de recursos
limitados acordes a sus posibilidades. ¡Pues no!
Actualmente estamos en la imperiosa necesidad de
los conocimientos de un neurólogo (al menos eso nos
recomendó un médico cirujano y partero) para la atención de
una de mis nietas que se desmaya intempestivamente unas
cuatro o cinco veces al día y se da unos golpes muy fuertes
al caer al piso. No sabemos qué enfermedad padece pero
le solicitaron un electroencefalograma, para diagnosticar más
precisamente el origen de sus males. Por la cosa esta del
coronavirus, su cita ha sido pospuesta por el neurólogo que
ya la auscultó someramente (cinco minutos), pero sí cobró
consulta completa. Dado que no hemos podido realizar ese
estudio de electroloquesigue, pues dependemos que vengan
especialistas de otras ciudades, buscamos otras opciones y
nos recomendaron un neurólogo de Tepa y nos dijeron más
o menos así. Es tan buen neurólogo que lo que cobra es
barato; tan sólo mil doscientos pesos por consulta y dos mil
doscientos por el estudio. ¡súmete que te quedó jabón! O sea
3,700 pesos tan sólo por el inicio para averiguar cuál es su
mal.
Para la mayoría de las familias y en estas tierras, para
un subempleado o empleado que gana el salario mínimo,
esto es peor que una mentada de madre. Equivale tal vez a
su ingreso mensual y por necesidad y haciendo malabares y
consiguiendo préstamos, desembolsa esa altísima cantidad.
Uno entiende que los galenos se queman las pestañas
varios años aprendiendo y sacrificando mucho de su propia
vida, pero inevitable y mayoritariamente, el famoso juramento
de Hipócrates, se va convirtiendo en tan sólo un poema
filosófico que trata de enaltecer la dignidad de la profesión
nobilísima de la medicina y que termina siendo una utopía de
altos vuelos.
Señores médicos, especialistas o no, consideren que
merecen totalmente llevar una vida más que decorosa por su
labor y muy justo que si sanan a las personas se les reconozca
y se les remunere generosamente, pero… hay límites. No
sean tan careros y ayuden de verdad a los necesitados.
Gonzalo “Chalo” de la Torre Hernández
chalo2008jalos@hotmail.com
Jalostotitlán, Jal. A 11 de junio de 2020
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