Por Verónica Mayorga Alderete
Cuando se pone el arado sobre la tierra, no importa si es
tirado por un animal o por alguna máquina agrícola, siempre
va hacia delante. Mirar hacia atrás implica realizar mal el
trabajo, surcos irregulares y direcciones erráticas.
La vida que nos ha sido entregada es el arado y la tierra
que nos tocó trabajar es justamente nuestro propio mundo.
De nuestro hogar, familia, trabajo, entorno social, todas
esas cosas que forman parte de nuestro propio mundo...
Igual que el sembrador , a veces halla pedazos de tierra
blandas, otras veces duras. Piedras, raíces, malezas que
hacen que pasar el arado sea en algunos sitios del campo
más difícil que en otros. Pero si hay algo que no debe perder
de vista, es que debe pasar el arado en esos sitios y que
justamente, si desea obtener mejores rendimientos en la
cosecha, es absolutamente conveniente que el arado sea
pasado inclusive varias veces por determinados sitios hasta
que la tierra quede en condiciones de ser sembrada.
¿Y no es nuestra vida lo mismo? A veces es necesario
que el arado de nuestra vida pase varias veces por un mismo
sitio donde las piedras, las malezas y la tierra dura harán
difícil plantar algo en ese lugar.
Es cuando pasamos por los peores momentos. Las cosas
se ponen difíciles, las lágrimas afloran y sentimos que ya no
podemos avanzar a pesar de los más grandes esfuerzos que
hagamos.
Si hoy la salud no te acompaña, si la tristeza y la infelicidad
baña tu rostro de lágrimas, si el dolor y el fracaso han llegado
a tu vida, y crees que ya no puedes más, hay una forma de
que NO se instalen para siempre...
Ya no mires hacia atrás, pon la vista adelante y continúa
tu camino. Andarás más despacio y con esfuerzo, pero
andarás, te lo aseguro, lo he vivido muchas veces.
Observa un arado siempre siempre deja una huella
fácilmente reconocible. Permite que tu vida deje huella en
quienes te rodean, sólo así tu adversidad de hoy no habrá
sido en vano....
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