sábado, agosto 08, 2020

RECORDANDO AL “VIEJO PABLO”

1.- Un hijo jamás podrá saldar la “deuda” con sus padres; tal vez haciendo cuentas, “echándole lápiz”, lo material pudiese, siempre y cuando estudiara mucho y trabajara igual; también que fuese muy hábil en los negocios sino cubriera la condición primera. La otra deuda, la de la vida, la moral, enseñanzas, de nuevo: ¡Jamás, Jamás, Jamás! Aunque bien pudiera responder: ¡Yo no he pedido nacer! Obvio, al convertirse en padre esa respuesta bravucona, retadora, se volvería etérea.
2.-Tal vez algún día, en su noche, pudiera soñar fácilmente que podía traer, con nitidez, su pasado con perfil de hoy y ver las fallas cometidas y querría resarcirlas en el acto, pero…¡No! Son idílicas, volátiles, de delirio, ¡oníricas! De sueño, sin dueño.
3.-Más vale que de plomo sean sus pies, y con realismo vea su presente, que sí es verdadero. Sus padres se “han dormido” antes y no hay figura paternal de repuesto para que intente ”amanarse” (ponerse a mano). Esa es la impotencia cruel, la cruel impotencia. Pero ellos fueron tan “santos”, tan buenos, que han dejado una prole con su ADN, con sus genes, que:
a)-pudiera en algo paliar su dolor, menguar su sentimiento de culpa. Y no es malo, no lo ha sido, ellos lo sabían –ellos lo entendían-; recuerda que los padres todo lo saben. Solo se embelezó con todo lo material y “la vida de la noche le ganó”.
b)-Lo que ellos “requerían” de él jamás les llegó como una lluvia constante; él los conocía, sabía de su estoicismo y que de él hacían gala y “nunca” sufrieron, “jamás” algo les faltó; solo… que viviera más en corto de esos concéntricos círculos de familia que crearon.
c)-Si existe el Cielo, ahí ellos deben de estar; a la diestra de su padre al que tanto amaron. Ante el cual se santiguaron en el horizonte como destino para que graves no fueran tus deslices. Así, ellos nada le perdonaron porque no había qué perdonar.
4.-Hoy YA SABES a estas alturas de tu vida porque eres padre ya. Sabes que están semidesnudos los padres pero no, ellos están cubiertos. Tienen hambre, pero eructan pollo; no han dormido plácidamente, pero han tenido la mejor de las noches… y así respondieron mil veces ante ti, pero viraron su carita otras tantas, como tú lo haces hoy, para que no les miraras sus anegados ojos, ¡exactamente cómo hoy lo finges tú!
5.-Te heredaron incluso, junto a la sociedad -a ellos iluminarán tus actos de bondad-, un PRÓXIMO que deambula solitario aceptando su destino, con sus ropas raídas, pero no el espíritu; que no tuvo un CAYADO como tú que le sirviera de sostén, soporte; que le permitiera retar la cuesta que hoy “ya le cuesta”.
Hasta un pobre y callejero perro, como el del VIEJO PABLO, y no tanto, pues éste para que saques tu “cacareada” bonhomía. Porque compartiendo se nota, y no cuando te sobra sino cuando apenas tienes. Con sus redondos ojos y su pelambre hecho manojos, te “presumirá” su sed, su hambre. Tendrás tiempo de darle porque sus trenzadas patas lo lazan al andar, ya no corre porque igual se le acabó la prisa.
Si agua le ofreciste en una vasija o jícara, esos lengüetazos al tomar, son la onomatopeya de los aplausos que tus padres te ofrendan, te regalan por ahora, sí, tu sensible corazón.
El dolor de la impotencia con actos sublimes como este destello, irá desvaneciéndose como fue yéndose la flama de tus progenitores, que fue ejemplar; se sacrificaron por ti sin cruz y sin calvario.
El utópico sueño de traer el pasado al hoy “vivir a ojos vistos” sin errores, fue solo eso. Pero te dejó la claridad de que aferrarte al presente será tu arca de salvación.
Tan solo tienes tu hoy, tu ahora y este instante. Después del punto final “alguien” continúa sanando.

Mtro. Juan Rosales Contreras (en el seno del “quédate en casa”).

REVOLUCIÓN

Te invito a mis alturas, a mi paisaje
A mi escondite en las llanuras.
Te invito al país que es mi mente
A quedarte siempre ahí y te vuelvas residente.
Presenta tu pasión como bandera
Derriba esta soledad, mi extensa frontera.
Barre la dictadura que el tiempo impuso en mi corazón
Presenta tus armas
Declárate revolución.
Hansi Javier Rosales Hernández

XVII

Una mujer sus brazos mueve
sobre la hoja que su muerte brinda.
Ojos que se alzan y huyen.
Una mujer devorada por sus cuervos.
Por su soledad como perros.

Una mujer como esfinge
arde contra toda posibilidad.
Lacera la página en que escribo.
Mujer locura, sueño diurno.

¿No eres acaso las voces que
ahora se abren paso entre las mías?
Mujer diáfana, recostada en
el sexo erecto de la noche.

Bésame el sexo como beso tu muerte.
Déjame reposar en tu pecho
Como en el fuego
en el que ardamos.

Juan Rosales Hernández

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