Por Paloma Boves D’Harcourt
Ciudad de México, 1 de enero (apro).- Oculta tras el sigilo
de una noche húmeda y nebulosa, Alma Delia Fuentes, la
actriz que encarnó a la perturbadora Meche en la película “Los
olvidados” y a quien su propio personaje buñueliano apremia
con obstinada fascinación (Proceso No. 2042) salió de su casa
en una ambulancia de la Cruz Roja con rumbo desconocido el
pasado 9 de noviembre.
Apenas unos cuantos vecinos de la exclusiva zona
residencial del estado de México en la que habitaba, se
percataron del hecho, como testigos distantes de su fatalidad.
Desde entonces, nada saben de su condición, su paradero ni
su destino.
Aquel brumoso miércoles de noviembre, un movimiento
inusual llamó la atención de moradores cercanos.
Un par de
vehículos permanecieron estacionados frente a la casa de la
actriz desde el mediodía hasta ya entrada la noche. Demasiadas
horas para la visita común de sus familiares.
Más aún porque un día antes también se les vio en el lugar,
cuando lo habitual era que permanecieran sólo por espacio
de tres o cuatro horas, una vez por semana. Algo excepcional
debía ocurrir.
Aquella noche, narran, la acción fue guiada por su hija
Alma Delia Azcárraga Fuentes y por el esposo de ésta, bajo un
oportuno manto de oscuridad y en medio de una lluvia incesante.
Alrededor de las once, una ambulancia con torretas
encendidas se detuvo delante de la residencia de la intérprete.
Minutos después, envueltas en sombras, aparecieron las
siluetas de un par de hombres que asían entre sus manos la
camilla en la que Alma Delia Susana Fuentes González era
subida a la unidad de auxilio médico, según recuerdan vecinos
que prefieren resguardar su identidad.
Desde entonces, la residencia de Alma Delia permanece
solitaria, como ella misma en los últimos años, como el personaje
de La Meche, el único incapaz de olvidarla.
Uno de los vigilantes del municipio de Naucalpan que efectúa
rondines regulares en la colonia, asegura que tras la salida de la
actriz de su residencia, en la que habitó como indigente durante
los años duros de su vejez, la familia se llevó a Romina, la leal
perra raza Pug que la acompañó en el abandono.
Nada se sabe de sus dos pequeños gatos y mucho menos
de Güero, el taciturno perico con el que conversaba de tarde en
tarde para mitigar la depresión y el aislamiento.
Aquella noche de noviembre, los vecinos no se acercaron a
preguntar por la salud, por la situación de Alma Delia, debido a
la ríspida relación que existe con su hija y especialmente con el
esposo de ésta.
Con amenazas e intimidaciones trataron siempre de alejar la
escasa ayuda y la ocasional compañía, cada día más reducida,
que algunas personas brindaban a la artista. Meses atrás, el 23 de febrero de 2016, un encuentro fortuito
entre un vecino y esta reportera, con la hija y el yerno de Alma
Delia, ocurrido en la desolada y ruinosa residencia de la actriz,
ejemplifican el trato otorgado a quienes llegaron a ofrecer apoyo
y alimento a la intérprete de películas tan recordadas como A
toda máquina, protagonizada por Pedro Infante.
En esa ocasión, al identificarme como la autora de la
publicación de Proceso sobre la condición de abandono que
sufría Alma Delia, su primogénita reclamó la revelación y
aseguró que no existía desamparo ni desatención alguna.
Lo hizo, mirándome de reojo en medio del lacerante reflejo
del arrabal de La Meche buñueliana, el mismo que se alojó
durante años, atestado de moscas y olores a orines y heces, en
las entrañas de la casa de su madre.
Después de espetar “es usted una desgraciada infeliz”, el
yerno apareció de pronto, me echó de la casa, se enfrascó
en insultos con el vecino que me acompañaba y, tras cerrar la
puerta de la propiedad, que afirmó es suya, pudo escucharse el
regaño a gritos que profirió a la actriz por la osadía de aceptar
el apoyo de “extraños”.
Pese al desencuentro, estuve con Alma Delia varias veces
más. En alguna de ellas le comenté que no quería importunarla
por la situación con su yerno. Con ironía, me respondió:
“En la vida hay personas a las que no hay que hacerles
mucho caso.
El esposo de mi hija mayor, es una de esas
personas”.
Sin embargo, su deterioro era inminente, no sólo físico, sino
anímico. En aquella etapa, su hija espació las visitas y la artista
descuidó aún más su precaria higiene personal.
Cuando menos, durante los últimos tres meses antes de su
desaparición, la bella Alma Delia Fuentes, nominada por Los
olvidados y ganadora de un Ariel por la cinta Historia de un
corazón, de Julio Bracho, llevó adherido al cuerpo un demacrado
y sucio vestido rojo recubierto por churretes de excremento.
Como si fuesen talismanes, desde nuestro primer encuentro,
ocurrido hace más de un año, tampoco se deshizo de las mallas
roídas, que parecieron siempre tatuadas a la piel, ni de sus
zapatillas rotas, a las que se aferró con abrumadora tenacidad.
Aunque poco después Alma Delia Azcárraga reanudó la
asistencia a casa de su madre una vez por semana, como era
costumbre, la actriz lucía cansada, muy desaseada y denotaba
mayor dificultad al andar.
Varios incidentes presagiaban el trágico azar del infortunio,
la cercanía fatal de su destino, igual a la de los personajes que
esculpió con minuciosa maestría el genio de Luis Buñuel en Los
Olvidados.
Una torcedura de tobillo que la mantuvo con el pie derecho
notoriamente hinchado por más de una semana, se convertiría en
el primer aviso premonitorio de una situación que iría escalando.
Una posterior luxación la dejó en cama, imposibilitada para
allegarse alimento y encender la luz.
En esa ocasión, alertado por un par de vecinos, uno de los
vigilantes de la caseta aledaña a la mansión de la actriz, se
comunicó vía telefónica con su hija para que acudiera en su
auxilio.
La ayuda llegó un día después.
La desconcertante fortaleza que emana de su frágil y delicada
figura, proveniente quizá de la entraña misma de su incansable
afán de sobrevivencia, le permitió ponerse de pie unos días más
tarde.
Sin embargo, un percance mayor ocurrido el pasado 15 de
septiembre se convirtió en el detonante de su paulatino declive.
Uno de los escasos vecinos que aún la frecuentaba para
allegarle alimento, frutas, alguna golosina y un poco de compañía
descubrió ese día que Alma Delia yacía en el suelo de su garaje, la
zona de la vivienda convertida en el último reducto precariamente
habitable de su ruinosa mansión.
Al llamar al portón, el hombre y su enfermera escucharon el
lamento de la artista que participó en más de 50 películas.
Fue entonces cuando la actriz, animada por las voces
exteriores, se arrastró hasta la puerta y a través de la rendija de
su buzón logró arrojar las llaves hacia la calle, en un auténtico
guiño surrealista.
Los visitantes entraron a la casa de Alma Delia,
pero no pudieron levantarla.
Según su propio relato, llevaba muchas horas tendida en ese
lugar. Tuvieron que llamar por teléfono a otro vecino conocido,
más joven y fornido para que pudiera auxiliarla.
Ante el trajín vecinal, policías municipales de Naucalpan
que resguardan la colonia, se percataron del hecho, detuvieron
sus patrullas en el domicilio e intentaron llamar por radio a una
ambulancia.
Al advertir la inconveniencia del empeño, desistieron de su
propósito. Alguien tendría que acompañar a Alma Delia al centro
hospitalario y responsabilizarse de ella. Ni vecinos ni guardias,
versados en las actitudes familiares de la artista, aceptaron tal
responsabilidad.
Optaron por llamar a su hija homónima. Lo hicieron
insistentemente a los números telefónicos colgados en la pared
de la desaseada e improvisada habitación de la artista, pero
nadie respondió.
Marcaron entonces al celular de Bertha Eugenia Azcárraga
Fuentes, la menor procreada durante el matrimonio de Alma
Delia con Julio Azcárraga, primo de Emilio Azcárraga Milmo, El
Tigre. Tampoco hubo respuesta.
Con fuertes dolores en su pierna y tobillo derecho, Alma
Delia fue llevada hasta su camastro, donde engulló lentamente,
por la falta de dentadura, unos tacos de guisado que le fueron
convidados por las mismas personas que la auxiliaron en aquel
momento.
Sin posibilidad de hacer más por ella, los testigos del incidente
le acercaron agua, alimento y teléfono, para que pudiera
sostenerse, por lo menos 24 horas.
Sus familiares la rescataron un día y medio después del
accidente, de acuerdo con el testimonio de uno de los vigilantes
que apenas horas antes había acudido en su auxilio.
Alma Delia también se repuso de esa caída, pero a partir de
esa fecha, la vivacidad prendida en unos ojos que todavía hacían
recordar el destello de aquella sensual, cruel y al mismo tiempo
inocente muchacha de Los olvidados, se fue desvaneciendo.
De ahí, hasta una noche lluviosa de noviembre en que
alcanzó el destino incierto de Meche, su personaje emblemático,
la turbadora presencia de Alma Delia Fuentes se esfumó.
Como reflejo perfecto de ella misma, la otrora elegante
residencia de la actriz convertida desde hace años en ruinas
ocultas tras una fachada que convive en aparente armonía con
su entorno, luce desierta, tras el halo de misterio que rodea el
destino de la artista.
Sorpresivamente, varios sellos de clausura han sido colocados
recientemente en la fachada de la que hasta hace poco más
de 30 días fuera la casa de la mujer que a los cinco años inició
carrera en la compañía infantil de teatro de Bellas Artes.
Un requerimiento de pago por rezago predial fechado en
Naucalpan de Juárez el pasado 20 de diciembre y dirigido a Alma
Delia Susana Azcárraga Fuentes, da cuenta de un adeudo por
102 mil 432 pesos.
A raíz del exhorto municipal, la hija y el yerno han regresado
un par de veces más a la desolada residencia de la actriz que
encarnó, como nadie, dentro y fuera de la pantalla, la dureza del
abandono y la ineludible y cruel cita de su destino. La última visita
fue el pasado 29 de diciembre.
http://www.proceso.com.mx/468092/alma-delia-fuentes-laactriz-olvidada-desapare
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