“No hay Dios”, decía Ignacio Ramírez, El Nigromante.
Luchó por la inserción del conocimiento científico en el sistema
educativo, así como por la separación del Estado y la Iglesia.
Ignacio Ramírez, El Nigromante, nació en San Miguel
de Allende, Guanajuato, de 1818 en una familia mestiza con
predominancia indígena. Su padre, José Lino Ramírez se
afilió al Partido Liberal Federalista, luchó contra el poder
clerical, fue insurgente durante la independencia y llegó a ser
vicegobernador de Querétaro.
Ignacio Ramírez, cuyo nombre completo era Juan Ignacio
Paulino Ramírez Calzada, inició sus estudios en artes en
Querétaro. En 1845 obtuvo el grado en jurisprudencia por la
Universidad Pontificia de México y un año más tarde ingresó
a la Academia Literaria de San Juan de Letrán, constituida por
los hombres más ilustres de su época. Al solicitar su ingreso,
Ramírez pronunció un célebre discurso en el que mencionó: “No
hay Dios; los seres de la naturaleza se sostienen
por sí mismos“. Ante dicha idea revolucionaria
para su época, varios integrantes protestaron,
pero aún con ello se le permitió su afiliación.
Ramírez tuvo una educación rica en ciencias,
filosofía, historia, literatura y artes, algo extraño
para su época. Sobre su propia postura filosófica
declaró:
“Yo soy positivista: todo hombre que no
es infalible, absoluto, ni intolerante, debe ser
positivista; es decir, debe buscar la realidad de
las cosas […] [y expone su postura] ya antes
me había dedicado a las ciencias naturales
y conservaba la mortificación de que en ellas
no había logrado emplear ni teología, ni mi
metafísica, ni mi fraseología retórica, ni la
poética. Antes bien, siempre se me prevenía
que la impropiedad en los nombres es la primera
causa de los errores […] [más adelante precisa su estilo y
método] me veo comprometido a seguir mi instinto, mi íntima
convicción […] [que] los hombres son hijos de las palabras […]
el corazón humano siempre es el mismo“
Ignacio Ramírez, El Nigromante, un periodista liberal
Ese mismo año, fundó junto con Guillermo Prieto y Vicente
Segura el periódico Don Simplicio, el cual tenía una línea
editorial liberal y un estilo humorístico. En sus publicaciones,
Ignacio Ramírez comenzó a firmar bajo el seudónimo de “El
Nigromante“, apodo con el cual se le conocería toda su vida.
Debido a sus publicaciones incendiarias a favor de la reforma
económica, religiosa y política, en 1847 se prohibió el periódico
y Ramírez fue encarcelado.
También colaboró en el periódico Themis y Deucalión, en
donde publicó el texto titulado A los indios, en el cual llamaba
a los indígenas a sublevarse contra sus opresores y establecía
símiles entre bases sociales de las distintas naciones. Dichos
textos lo llevaron a juicio, pero fue absuelto gracias a su defensa
escrita en el medio El Demócrata. Posteriormente colaboró en
numerosos periódicos de corte liberal.
Tras salir de prisión, inició su vida en la administración
pública de la mano del gobernador del Estado de México, donde
trabajó de forma exhaustiva en la reconstrucción del gobierno.
Reorganizó el Instituto Literario de Toluca, donde fungió como
docente de literatura y derecho, pero fue separado de su cargo
debido a sus ideas liberales.
Un ejemplo de servidor público
En 1851 se mudó a Sinaloa, donde se promovió su candidatura
a la diputación federal por la entidad. Posteriormente fue
secretario particular del gobernador de Sinaloa, Plácido Vega,
quien admiraba sus posturas liberales. Tras el derrocamiento
de Vega, viajó a Baja California donde descubrió canteras
perlíferas y de mármol, sobre las cuales escribió. En 1853
regresó a la Ciudad de México, donde trabajó en el Colegio
Políglota. Tras una fuerte crítica a Antonio López de Santa
Anna, fue encarcelado once meses, pero fue liberado tras la
Revolución de Ayutla. Durante un tiempo fungió como secretario
de Ignacio Comonfort, pero renunció a su cargo tras advertir
que el gobierno falseaba sus principios liberales. Entonces se
unió a la causa de Benito Juárez.
En 1856, Ignacio Ramírez “El Nigromante”
volvió a la Cámara de Diputados en
representación del Estado de México, donde
destacó como orador y liberal radical de la
izquierda jacobina. Debido a ello, tras el triunfo
de la Reforma se convirtió en uno de los
principales redactores de las Leyes de Reforma.
Por su parte, el presidente Benito Juárez lo
nombró Secretario de Justicia e Instrucción
Pública, cargo que desempeño de enero a mayo
de 1861, y durante el cual fundó la Biblioteca
Nacional y unificó la educación primaria.
Como secretario de fomento hizo efectiva la
separación entre Iglesia y Estado, se hizo cargo
de los procesos de expropiación de bienes
eclesiales como libros y obras de arte, y se
responsabilizó por la salida de las monjas de los
conventos. Su honradez fue admirada por sus contemporáneos,
ya que jamás tomó ninguno de los bienes para sí. En 1861
es escogido como presidente del ayuntamiento de la Ciudad
de México. Ante las protestas de los conservadores, Ignacio
Ramírez “El Nigromante” declaró:
“No venimos a hacer la guerra a la fe, sino a los abusos del
clero. Nuestro deber como mexicanos no es destruir el principio
religioso, sino los vicios o abusos de la Iglesia para que,
emancipada la sociedad, camine. La constitución progresista
debe considerar garantías individuales, educación laica y
gratuita, igualdad de géneros, un México libre por la separación
de la Iglesia y el Estado.”
Últimos años
Durante la intervención francesa, Ramírez combatió en
Mazatlán hasta que fue desterrado a Estados Unidos. Regresó
a México antes de la caída del Segundo Imperio Mexicano y fue
encarcelado en San juan de Ulúa. Posteriormente fungió como
ministro de la Suprema Corte de Justicia, durante el gobierno
juarista y del porfiriato. Murió el 15 de junio de 1879 a causa de
un infarto.
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