Por José Alvarado Montes.
Desde los años de mil seiscientos
cincuenta y tantos, se comenzó a
celebrar la primera quincena en el mes
de agosto en el Santuario de la Virgen
de San Juan, que afortunadamente
se conserva hasta el día de hoy,
en la revista número 10 del circulo
entre amigos se transcribió un amplio
reportaje del año 1887, donde el
cronista recuerda, que hacía pocos
años atrás la iglesia estaba abatida,
mucha sangre derramada del pueblo
y sus ministros, y profanado muchos
de sus templos. Pasan los años, las
heridas cicatrizan, la fe se acrecienta
y la fiesta de la Virgen se sigue
celebrando.
En 1906 es coronada
solemnemente la Imagen de la Virgen
de San Juan y en lo religioso y en lo
profano comienza una fiesta nueva,
con un desfile de carros alegóricos
representando pasajes bíblicos,
escoltados por un contingente de
caballería que montaban gallardos
jovencitos, vestidos a todo lujo al estilo
de los soldados romanos, dándole
así gran realce al desfile, más tarde
comenzaba la fiesta popular, imitada
de la zarzuela española, gigantes y
cabezones, que son monos grandes
hechos de cartón y de carrizo que
en su interior son bailados por un
hombre, al son que toca la música de
una banda, al frente iba un conjunto
de mojigangas y al final de los monos
iban una docena de toritos, hechos de cartón y de carrizo en su armazón,
docenas de cuetes de los llamados
buscapiés. Estos eran transportados
por un grupo de jóvenes y se quemaban
estos toritos al terminar de bailar los
monos, siendo la delicia de chicos y
grandes. Ya que la gente común es el
verdadero pulso del pueblo.
En los años de 1940, se encargaba
de hacer, reparar y bailar estos monos
un hombre llamado Bernardo (Alias el
PILIGüIJE), la fiesta se comenzaba con
un desfile de pantomimas, que eran
jóvenes disfrazados con diferentes
caracterizaciones, de mujer, de diablo,
de payaso, de esqueleto etc. Esto era
la parte más cómica, un integrante de
estos fue el CHICOTE, trabajaba en
el mercado con Don Juan Dávalos,
Alfredo García (El Ferruco) y su
Hermano Roberto, Francisco Atilano
(El Cantinflas) de profesión dulcero.
Jesús Dávalos (El Carón) primera voz
de un trio de buenos cantantes, Jesús
López (El rellena) gritón en las peleas
de gallos, monosabio y Tancredo en las
corridas de toros, José Isabel Ruiz (El
Polón) y otros jóvenes pertenecientes
todos a la crema y nata de los hombres
picarescos de San Juan.
Los bailadores de los monos eran.
Daniel Delgado (El del pocito) bailaba
la mona grande, Jesús Vallín (La perra)
bailaba el mono grande, (El gravítate)
bailaba el mono del puro, (Pablo La
Muerte ) bailaba el mono que cargaba
en el cuello otro mono en forma de
niño, vestía pantalón y camisa de
manta y una faja roja en la cintura, (El
Malecho) de oficio panadero suplía a
los que bailaban los monos grandes,
Lucio Rosas ( El cigarros verdes)
bailaba el melenudo, Roque de
profesión bolero (apodado La Flaca)
bailaba el soldado, Darío ( el perro)
bailaba la mona chica, ( El gorilita de
la Cruz) bailaba un mono como su
apodo, Simón ( La Collota) bailaba el
músico, Jesús (El Guangoche) bailaba
el diablo, otros bailadores fueron los
hermanos: José y Macario (apodados
las muertes), ( El Charol, El guiso, El
músicas, El Picador, El Monosonso, El
sensen y muchos más que escapan a
la memoria fueron bailadores de los
monos o quemadores de los toritos
alrededor de la plaza, seguido de un
grupo de muchachos sin miedo al
peligro de los cuetes. Personalmente
conocí a todos los que aquí menciono.
Los tiempos cambiaron y llegaron
otras generaciones, otras costumbres
en el hablar, en el vestir y en divertirse,
pero eso es ya OTRA HISTORIA.
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