El fallecimiento de su hija y la subsecuente muerte de su
expareja han sido unos de los episodios más duros en la vida
de Keanu quien, en aquellas épocas también se enfrentó al
fallecimiento de otro amigo cercano: River Phoenix.
En 1998, la estrella en ascenso Keanu Reeves comenzó
una relación sentimental con Jennifer Syme, quien trabajaba
como asistente del director de cine David Lynch y en un sello
discográfico que se encargaba de promover Dogstar, la banda
grunge en la que Reeves tocaba el bajo. Según distintos medios
de comunicación, ahí ocurrió el flechazo: se enamoraron en una
fiesta en la que ambos coincidieron y en 1999, como el propio
Keanu ya había expresado que era su deseo en entrevistas
anteriores, formaron una familia. Jennifer quedó en cinta de una
niña, a la que después habrían de llamar Ava Archer.
Sin embargo, Ava nació muerta. Con un dolor inmenso,
Jennifer se sumergió en una depresión. Después de eso, la
pareja no aguantó mucho tiempo y a principios del 2000 se
disolvió para dar paso a una amistad. Pero el cariño no perecería
nunca y Reeves fue amigo de Syme hasta sus últimos días.
Un año y medio después de que terminaron, Jennifer tuvo un
accidente automovilístico y falleció. Hay distintas versiones
sobre lo que pasó aquella noche, si ella había consumido o no
algunos relajantes musculares antes de salir a la avenida o si se
encontraba alcoholizada.
Lo cierto es que Syme acudió a una fiesta del cantante Marylin
Manson y se impactó contra unos automóviles estacionados
cuando dejó el lugar. Salió disparada de la Jeep que manejaba y
murió al instante. En el velorio de Jennifer, Keanu fue captado por
los medios de comunicación completamente abatido, enfundado
en un traje negro y cabizbajo. Se había despedido de la madre de
su única hija y de la familia que nunca pudo formar.
“Cuando las personas que amas se han ido, estás solo.
Extraño ser parte de sus vidas y que ellas sean parte de la
mía. Me pregunto cómo sería el presente si estuvieran aquí,
lo que podríamos haber hecho juntos. Extraño las grandes
cosas que nunca serán”, recordó Keanu en una entrevista con
Parade Magazine en 2006. “Creo, después que de la pérdida,
la vida requiere un acto de reclamo. Tienes que rechazar el ser
abrumado. La vida tiene que seguir”, sentenció quien quedaría
inmortalizado como Neo, en aquella ficción ciberpunk. Y a la
postre así lo hizo, siguió adelante.
Ahora, madre e hija descansan en el Cementerio Westwood Village en Los Ángeles, California y el nombre de Jennifer Syme quedó inmortalizado en la cinta Mullholand Drive; pues, después del accidente, el propio David Lynch decidió rendirle un homenaje y dedicar a su memoria la “mejor película del Siglo XX”, según la BBC.
Ahora, madre e hija descansan en el Cementerio Westwood Village en Los Ángeles, California y el nombre de Jennifer Syme quedó inmortalizado en la cinta Mullholand Drive; pues, después del accidente, el propio David Lynch decidió rendirle un homenaje y dedicar a su memoria la “mejor película del Siglo XX”, según la BBC.
Travolta y Hyland: un amor que se en-frentó a las críticas y a a la muerte
John Travolta y Diana
Hyland se enamoraron
perdidamente en 1976,
años antes de que el
actor protagonizara
“Saturday night fever”.
La atracción que surgió
entre Diana Hyland y John
Travolta no fue diferente
a aquellos romances que
comienzan en los foros
de grabación. Excepto,
quizá, porque evolucionó
para convertirse en una de las historias más trágicas que conoció
Hollywood. Cruzaron miradas durante el rodaje de El chico de
la burbuja de plástico; Travolta era el protagonista y Hyland
interpretaba a su madre. Mientras Diana ya había construido
una carrera sólida en Hollywood, Travolta, con solo 22 años,
era la sensación juvenil que acumulaba cientos de adolescentes
enamoradas.
Hasta ese momento, en su status de “rompecorazones”,
John no había tenido alguna relación seria. Sin embargo, el
amor lo abofeteó a primera vista y, después de algunas pláticas
sumamente animadas, la atracción que sentía por Diana pronto
se transformó en lo que sería “el amor de una vida”. Ambos
amaban la actuación y encontraron en la pasión compartida el
nicho de un amor que se antepuso primero a los 18 de años de
diferencia que había entre ambos... y después a una enfermedad
que terminó con todo a su paso.
“Nunca estuve más enamorado de nadie en mi vida. Pensé
que había estado enamorado antes, pero no. Desde el momento
en que la conocí me sentí atraído. Éramos como dos maníacos
hablando todo el tiempo en el set de Bubble”, recordó Travolta. Ni
los comentarios maliciosos o escépticos ni la diferencia de edad
pudieron contra el amor que aquella mujer de cabellos dorados y
un joven con la barbilla partida sentían. Pero pronto la salud de
Diana comenzó a deteriorarse y no dejó lugar para más.
En 1976, Diana fue diagnosticada con cáncer de mama.
Lamentablemente, el diagnostico no se hizo a tiempo y la
enfermedad consumió la vida de la actriz apenas unos meses
después. No hubo mucho que la ciencia pudiera hacer por
Diana, pero John se quedó ahí, inamovible de la mano de su
amada. Diana falleció el 27 de marzo de 1977 en California.
Había encontrado a quien la acompañó hasta que la muerte se la
llevó y Travolta quedó marcado con el dulce recuerdo de Diana
y un amor que comenzó levantando cejas y terminó derramando
lágrimas.
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