CARTA A LA NIÑA DE GUATEMALA,
la que dice José Martí, que
se murió de amor.
QUERIDA NIÑA:
Me presento ante ti: Soy tu cruel asesino; y vivo en
un infierno por ello. No quiero morirme en esta situación
en la que he vivido una eternidad y en la que, como has
de comprender, vivo sin estar vivo y me muero todos los
días de remordimiento y coraje, sin acabar de morirme
nunca. La única forma de redimirme es lograr tu perdón, y
resarcirte el daño que te causé con mi ignorancia; y hacia
esa meta se encamina esta humilde misiva.
Debo confesarme ante ti y tratar de explicarme a mí
mismo, para poder decirte, cómo queriéndote tanto,
amándote como se ama a lo más bello en la vida, fui capaz
de destruir el amor más grande que se había concebido en
toda la historia de la humanidad. Recuerdo tus lágrimas y
me golpeo el alma de coraje: ¿cómo pude ser tan ciego y
no ver que llorabas por mí? ¡Tuve que haber estado loco!
¡Bien loco! ¡Rematadamente loco! Te fui fiel durante más
de cuatrocientos años, esperando que al fin me dijeras que
sí, esperando ansioso el día en que por fin me aceptaras…
y mientras tanto tu llorabas por haberme perdido.
¿Se puede concebir mayor locura? Me mantuvo
vivo durante siglos la esperanza de que, si bien hasta ese
día no había logrado que me quisieras, quizá mañana
me aceptarías y yo sería inmensamente feliz; y mientras
tanto, tu llorabas por sentirte abandonada, por un loco que
en realidad no tenía ojos para nadie sino sólo para ti y que
durante mil años pidió a Dios el milagro de lograrte en su
vida. ¡Hágame usted el favor!
Cómo esto no tienen ni pies ni cabeza, tengo que
contarte la historia de un tipo que vivió en mi época. Ello no
aconteció a nadie que tú y yo conozcamos. Como siempre
pasa en estas cosas; el asunto sucedió una vez en un
reino muy, muy lejano, a un amigo de un primo de no se
quien. Pues bien, resulta que al desconocido de quien te
platico, un día se le quitó la venda de los ojos, y despertó
a la realidad. Y ándale que se da cuenta, que lo que creyó
cierto durante los últimos mil años, no lo era.
Descubrió nuestro buen loco, por principio de cuentas, que había vivido engañado por su propia historia.
Supo en ese momento, que la vida le había enseñado
desde su más tierna infancia, que nadie lo podía querer;
que no tenía un lugar entre los que le rodeaban, que vivía
en un pueblo que no era su pueblo, entre una gente que
no era su gente; y al no poder entender la lógica de esta
realidad, lo único que se le ocurrió fue marcharse de donde
suponía que no debería estar.
No me refiero a que alguien lo dañó o rechazó,
sino que él siempre se creyó incapaz de lograr que lo
aceptaran como uno más entre los demás, y bajo esa
premisa vivió su vida. Hubo ocasiones en que deseaba
tanto la compañía de sus amigos, que hubiera pagado por
un poco de amistad, pero se retiraba de ellos creyendo
que lo rechazaban, aunque quizá sí lo aceptaban. Cuando
miles de años después se quitó la venda de los ojos, tuvo
que revisar toda su vida, persona por persona, para darse
cuenta con terror, que la mayoría de aquellos de los que
él anheló su compañía, quizá siempre fueron sus amigos
y nunca su habían ido, sino que él se retiraba de ellos
creyendo que lo rechazaban, aunque se fuera llorando en
su interior por haberlos perdido.
Y ese es el caso contigo, bonita. No encuentro
palabras para decirte el tamaña de mi amistad por ti. Quizá
te lo puedo explicar, diciendo que antes de conocerte, viví
en la oscuridad y que todas las imágenes que recuerdo de
mi pasado, son en blanco y negro; pero cuando te conocí,
salió el sol. La época más luminosa de mi vida, fue cuando
platicábamos juntos, cuando fuimos amigos. Pero fue un
momento fugaz que duró lo que la chispa. De pronto se
acabó el día y los colores, y viví miles de años en tinieblas
soñando con volverte a ver. Eso era como para volverse
loco. ¡Después de conocer la luz, regresar a la oscuridad,
es insoportable! Pero, ¿sabes qué me sostenía?, la
esperanza de que sólo fue un malentendido por hoy, pero
mañana te encontraría sonriente y seguiríamos siendo
hermanos por el resto de la vida… Y esa esperanza me
duró cuatro mil años.
¿Y qué fue lo que pasó con nuestra amistad?
Nunca lo supe. Sólo sé que se apagó la luz, un día que
tú dijiste una palabra bien dicha, que yo en mi locura
interpreté como un rechazo. Como yo creía que todos me
rechazaban, simplemente me pareció muy natural que me
hubieras mandado al cuerno; y no me sentía con méritos. suficientes como para insistirte. Y así esperé una
eternidad con la esperanza puesta en que un buen día
volverías. Lo veía con mi propia filosofía; como que hasta
lo entendía: ¿cómo pretender que alguien tan grandioso
me aceptara, si ni siquiera mis amigos o familiares podían
hacerlo?
¿Qué podía hacer? Sólo esconderme e irme lejos
en cuanto pudiera; muy lejos, lo más lejos que pudiera
llegar: a dónde nadie me ubicara y volver a empezar de
cero. Suponía que donde nadie me conociera, nadie me
rechazaría. Y así anduve huyendo de mí mismo, por los
siglos de los siglos amén.
Y es el caso que miles de años después, me doy
cuenta que sí tenía amigos. Supe que Godínez preguntó
por mí, y que, a su instancia, Guille y Bugi indagaron mi
paradero y me llamaron; ¡habías de ver el gusto que me
dio! Luego llamé a nuestra compañera Esperanza para
pedirle un favor, ella me atendió con gran amabilidad y al
recordar nuestra época estudiantil, me explicó que yo tenía
la tendencia a retirarme de los amigos. Luego, Cristina me
ayudó con su noble amistad y me hizo sentir que en ella
tenía una verdadera amiga. Todo eso me puso a pensar y
pensar. Llegué a la conclusión, de que, si alguna vez hubo
un problema, ese estaba en mí y no en los demás; y me
pregunté ¿Entonces no estoy muerto en vida? ¿Si puedo
tener amigos? Eso me despertó y me llevó a preguntarme
por la posibilidad de si en el transcurso del tiempo, alguien
más me había aceptado como persona y yo no lo había
advertido. Repasé mi lista de amigos que creía que me
habían evitado, reflexioné las anécdotas del recuerdo
y me di cuenta de que quizá ellos nunca lo hicieron así
conmigo.
Y me pregunté... y pensé... y me dije: ¿y si
de casualidad... sólo por casualidad... si hubiera
la posibilidad de que mi niña no me hubiera
rechazado? No lo vas a creer bonita, pero el
mundo se detuvo. El mismo universo dejó de
respirar. ¿Te imaginas la eventualidad de que
la persona con la que siempre soñé, me hubiera
aceptado? De sólo suponer que existía la
posibilidad de que tú no me hubieras rechazado
en aquel tiempo, mi vida cambió. ¡Ni los ángeles
se lo podían creer! ¡Sané de tantas cosas...!
Pensar que pudiera verte de nuevo, de frente
y volver a ser amigos me alegró sobremanera.
Quise comunicarme contigo y con todos mis
amigos de nuevo. Regresé a lugares a los que
jamás pensé poder volver a pisar. Volví a sonreír
como cuando te conocí. El mundo se empezó a
componer.
Hasta este punto yo no sé lo que tú piensas de este
tema. Sólo que me dije a mi mismo: si ella me consideró
en algún momento como su amigo, si ella nunca pensó en
rechazarme, si fui yo el que me retiré de su amistad: ¡Qué
bruto! No existe palabra para decirme a mi mismo lo que
merezco, si ese fue el caso. La sola posibilidad de que yo
hubiera lastimado a la persona que más quería, hace que
me jale los pelos. No lo puedo concebir. Jamás te hubiera
querido lastimar ni de la forma más mínima. No, no, no.
No me lo puedo imaginar; pero, sin embargo, me queda la
duda, porque existe esa posibilidad.
Pienso en ti como una hermana muy estimada, a
la que por muchos años dejé de ver; y siento un gozo muy
grande por la posibilidad de poder saludarte de nuevo. Te
respeto a ti y a tu familia y jamás haría nada que te dañe
a ti o a los tuyos, o que les cause algún inconveniente.
Prefería sumergirme otros mil años en la oscuridad de
nuevo, antes que causarte otro dolor. Si un día se pudiera,
me gustaría pedirte mis disculpas de manera personal, y
si las aceptas, considerarnos en el futuro como hermanos;
pero si existe la posibilidad de que eso te cause algún
malentendido con tu actual familia, dejemos el asunto en
este punto y no volveré a insistir, y sólo te pido que algún
día aceptes mis disculpas, expresadas por este medio. Si aquí en el mundo no es posible, cuando nos veamos
en el cielo, continuaremos platicando esta cuestión; confío
en que allá sí me sabré explicar adecuadamente.
Atte:
Tu contrito asesino
Javier Contreras
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