Dr. Enrique Sigala Gómez
Pediatra-Cirujano Pediatra
Cuando al bebé no se le dan las cosas que él quiere,
suele devenir llanto y en ocasiones una suspensión de la
respiración que generalmente alarma a los padres, pues
el chico torna azulosa su piel y pareciera que no volviera a
aspirar aire. A esto se llama espasmo del sollozo; no es una
enfermedad y sólo se requiere calma para controlarlo.
El espasmo del sollozo no es un signo de que el niño
esté enfermo, pues hay reportes de que puede presentarse
en 1 de cada 5 chicos sanos, generalmente en menores de
18 meses, y en muy raros casos después de los dos años
de edad.
Los pediatras (especialistas médicos en salud infantil)
lo catalogan en dos variables: simple, que es la más
frecuente y se presenta cuando además de la suspensión
en la respiración hay cambio en la coloración de la piel (se
torna azulosa, morada en algunas ocasiones, lo cual recibe
el nombre de cianosis), y la forma severa, en caso de que
se pierda la conciencia por la falta transitoria de oxígeno al
cerebro.
Generalmente el espasmo del sollozo es precipitado
por un estímulo emocional súbito, como coraje, sorpresa,
dolor, temor o frustración al no cumplirse un capricho. Lo
que sucede entonces es que el niño llora con intensidad
durante aproximadamente 15 segundos y después de que
saca el aire de sus pulmones detiene la respiración (apnea),
por lo que puede mostrarse rígido, con leve tono azuloso en
los labios y en los dedos, aunque hay infantes que pueden
mostrarse pálidos. Es importante acotar que aunque por
algunos segundos el chico deja de respirar, su corazón
sigue latiendo y al concluir el espasmo se sentirá cansado,
sudoroso y con sueño; es más frecuente que se manifieste
por las tardes, cuando el niño está cansado, en especial
cuando se acerca la hora de dormir.
Se ha comprobado que el espasmo del sollozo de ninguna
manera repercute a nivel neurológico en el niño. No obstante,
si la fase de apnea es prolongada, lo cual es sumamente
raro, el pequeño puede presentar convulsiones.
No es epilepsia
Al inicio del artículo se señaló que el espasmo del
sollozo no es provocado por padecimientos orgánicos del
sistema nervioso, ni tampoco es manifestación de alguna
enfermedad psiquiátrica; de manera equivocada se le ha
vinculado a epilepsia, lo cual es un error mayúsculo, ya
que ésta sí tiene su origen en el cerebro, cuyas células (neuronas) generan pequeños impulsos eléctricos que de
perder el control dan lugar a distintos tipos de crisis.
Entre las manifestaciones más conocidas de esta
enfermedad encontramos las convulsiones, en las que
se pierde la conciencia de manera temporal, se producen
contracciones en todo el cuerpo, giros forzados del cuello,
bruxismo (rechinido de dientes) e incontinencia urinaria;
una vez concluido el episodio, puede haber fuerte dolor de
cabeza, confusión temporal y fatiga, y es común que no
se recuerde el hecho. La terapia más indicada para este
padecimiento contempla el uso de medicamentos que se
han formulado para dirigirse específicamente a las zonas del
cerebro que se ven afectadas, por lo que el diagnóstico debe
ser muy cuidadoso para seguir el tratamiento más adecuado
y efectivo.
En contraparte, el espasmo del sollozo se encuentra
relacionado con un reflejo respiratorio infantil, siendo
generalmente el motivo de su presencia una anomalía en
su conducta, ya que es común que se presente después o
durante algún berrinche.
Algunos especialistas sugieren la existencia de factores
hereditarios que condicionan el espasmo, argumentando
que 1 de cada 4 niños que lo manifiestan tiene un familiar
directo que lo padeció en su infancia.
El problema es relativamente fácil de diagnosticar, para
lo cual se necesita hacer una historia clínica cuidadosa
que describa la secuencia exacta de los eventos, además
de un examen médico; en ocasiones el pediatra pedirá
un electroencefalograma (examen que mide los impulsos
eléctricos intercerebrales), el cual generalmente mostrará la
condición normal del cerebro. Muchas veces el médico tiene
la suerte de observar uno de estos episodios cuando el niño llora al ser examinado, lo cual facilita el diagnóstico.
¿Qué hacer?
Ante un espasmo del sollozo usted debe conocer ciertas
medidas que evitarán que el problema cobre dimensiones
mayores, pero también es importante que sepa que otras
maniobras pueden ser peligrosas y poner en riesgo la vida
del chico:
• Mantenga la calma.
• Retire cualquier objeto que el niño tenga en la
boca.
• Recuéstelo de costado y separe los objetos con
los que se pueda golpear. Si lo levanta o lo coloca
en su hombro, le va a llegar menos oxígeno al
cerebro y el cuadro puede prolongarse.
• No intente detener el espasmo.
• Aléjese un poco del niño y obsérvelo en forma
indirecta, haciéndole pensar que no le presta
mucha atención al evento.
• Inmediatamente al término del espasmo, hable
con él y explíquele con voz firme que no debe
hacer berrinches y que no es esa la manera en que
logrará lo que quiere.
• En caso de que sea provocado por golpe o caída,
abrácelo y consuélelo.
• Déjelo dormir pequeña siesta.
¿Qué no hacer?
• Reanimarlo. Medidas como respiración boca a
boca y masaje cardiaco pueden tener riesgos si
las hace alguien inexperto.
• Usar agua. El impacto emocional de introducirlo
súbitamente en este líquido puede tener el riesgo
de complicaciones pulmonares mayores que el
mismo espasmo.
• Tapar la boca. Al introducir objetos, sobre todo
rígidos, puede lesionarle la boca y, si es suave
(como un pañuelo), puede asfixiar al pequeño.
• Sacudirlo. Agitar con fuerza a un bebé que llora
puede causarle daño cerebral permanente,
ceguera o matarlo.
• Golpearlo. De esta forma no se detiene el espasmo
y sólo se consigue que el niño sienta rechazo;
tampoco recurra a pellizcos o nalgadas, pues el
bebé aprenderá que pegar es aceptable y que se
puede reaccionar con violencia ante la frustración.
• Administrar medicamentos. Únicamente deben
consumirse bajo la supervisión del pediatra, y
no como medida de control; recuerde que los
anticonvulsivantes son ineficaces en este caso,
por lo que no deben utilizarse.
• Si el pequeño tiene varios eventos de espasmo
del sollozo al día, es probable que el manejo
conductual no sea el correcto, y que el infante
utilice este recurso como forma de manipulación
o para llamar la atención de los demás miembros
de la familia; es importante recordar que el llanto
es una, tal vez la principal, forma de comunicación
a esa edad.
Como medida para terminar con las crisis de espasmos del
sollozo, es común que el pediatra hable con los padres, de
manera que se haga un análisis cuidadoso de cómo manejar
al niño, dejando claro que no deben sobreprotegerlo para
evitar que haya manipulación del niño hacia sus progenitores.
Tenga en cuenta que si se presenta un evento como el
descrito y usted acude inmediatamente al menor para
proporcionarle gratificantes con la intención de reducir su llanto,
es probable que provoque un efecto contrario y los espasmos
se incrementen en número, ya que se está respondiendo al
capricho del pequeño, y él sabrá que esa es la manera de
lograr su cometido.
Finalmente, vale la pena mencionar que deberá acudir
al médico en caso de que los espasmos inicien antes de los
cinco meses de edad, cuando se produzcan sin un factor
desencadenante, durante el sueño, o bien si el chico tarda en
recobrar la conciencia.
Ser padre no es tarea fácil, por lo cual debemos estar
informados para mejorar en el ejercicio, ¿no cree usted?
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