Imagínate a unos exploradores que
no aprenden a ubicarse con el mapa.
Imagínate a unos exploradores que
pasaron de niños a adultos guiados
siempre por un guía de exploradores,
conocedores de que hay un mapa,
pero siempre creyendo que es muy
confuso para ellos y que mejor, en
vez de consultarlo o intentar aprender
a consultarlo, están atenidos a pedir
orientación a su guía; que son adultos
pero que aún no se pueden ubicar
por sí mismos utilizando el mapa, qué
necesitan siempre preguntarle a su guía
sobre el rumbo que deben seguir en
cada caso. Tú me dirás: pues esos, de
exploradores no tienen nada. ¡Exacto!
Tú y yo no sabemos donde estábamos
antes de nacer, es decir, no sabemos de
dónde venimos.
Tú y yo no sabemos
qué estamos haciendo aquí. Tú y yo no sabemos qué va a
pasar después de qué nos muramos. Las preguntas más
importantes de la vida, no tienen respuesta para nosotros:
¿QUIÉN SOY?, ¿DE DÓNDE VENGO?, ¿A DÓNDE
VOY? No lo sabemos. Desde que fuimos pequeños
nuestros papás nos orientaron, con la información que les
dieron a su vez sus papás; y todos creemos que tenemos
la respuesta; pero no estamos seguros; es más, tan no
estamos seguros, que tenemos miedo de morirnos y no
es que tengamos la seguridad de que lo que sigue algo
malo, más bien es que no estamos seguros de qué sigue.
Tenemos respuestas vagas. Suposiciones aprendidas, y
que nosotros damos por entendidas y no les hacemos caso,
hasta en tanto no nos llega el momento de morirnos o nos
aprietan las enfermedades o los problemas. Es decir, no
tenemos la información precisa, no tenemos la respuesta
para quizás la pregunta más importante de nuestra vida.
Estamos perdidos en una confusión de información que
creemos que sí la tenemos, pero que no nos quita el miedo
a la hora de morirnos.
Lo interesante, es que el que creó la vida, dejó la guía
para caminar por este mundo y regresar a casa con Él:
y esa guía tiene las respuestas que necesitamos… y esa
guía son las Sagradas Escrituras. Lo paradójico, es que
todos sabemos que existe la Santa Biblia, pero la mayoría
de nosotros no acostumbramos consultarla, y más bien hemos aprendido a voltear hacia los que nos guían y
hacerle las preguntas que necesitemos; paradójicamente,
no hemos aprendido a voltear hacia las escrituras en busca
de respuestas o de orientación. Es como si hubiéramos
decidido, no dejar de ser niños, no dejar de depender de
un adulto; es como si los guías, en vez de tratar de qué
creciéramos y buscáramos por nuestra cuenta, Estuvieron
felices de que dependiéramos de ellos, de que fuéramos
incapaces de encontrar por nosotros mismos, y de qué cada
que se nos atore algo, dependamos de ellos y vayamos a
preguntarles a ellos.
Vi a dos personas discutiendo sobre si los astronautas
habían llegado de verdad o no, a la luna. Y lo que me llamó
la atención sobre su plática, fue que no mencionaban
argumentos de tipo técnico para decir que sí o para
decir que no; solamente se referían a que uno de ellos
simpatizaba con la idea de que sí sucedió el mencionado
acontecimiento y el otro creía firmemente que nunca pasó
tal cosa. Así pasa en muchos casos, algunas personas
simplemente decidieron creer una cosa o la otra. No es
que vieron que había datos suficientes para creer o dejar
de querer creer, sino que de antemano decidieron que
iban a creer algo o que no iban a creer otra cosa; porque
eso se acomodaba bien al sentimiento de coraje o gusto
que sentían en ese rato. Así hay ejemplos de personas
que un día decidieron creer que los que fueron a la luna
estaban mintiendo; y de ahí en delante afirmaron que eso
fue mentira, que todo fue un montaje. Aquí la cuestión no es tomar partido y afirmar si ese asunto es verdad o no,
sino fijarnos en el dato de que muchas de las personas que
discutían esos puntos, no tenían elementos técnicos para
poder afirmar que las cosas fueron de una manera o de
la otra: sino que antes de tener datos, decidieron creer lo
que les pareció mejor; y así no funciona la vida: así sólo se
están engañando a sí mismos.
Esto es tan simple como que 2 + 2 son cuatro y esa
verdad vale por sí misma, independientemente de si una
persona tiene coraje contra quien cree ese dato y por
coraje personal contra aquel, afirma que eso no es cierto;
pero en ese caso se está engañando asimismo; su vida la
está organizando sobre la base de engañarse a sí misma,
porque resulta que 2 + 2 son cuatro: aquí y en cualquier
lugar; ahora, ayer y siempre; independientemente de
cuántas personas lo acepten, o de cuántas personas lo
rechacen: esa verdad vale por sí misma, la Verdad vale
por sí misma.
Es decir, la Verdad no necesita partidarios: puede
uno aceptarla y vivir su vida en base a ella, o puede uno
ignorarla y pagar las consecuencias; pero uno solo se crea
problemas al pretender vivir sin ella, al auto engañarse,
afirmando que tal cosa puede o no puede ser.
Cuando uno se casa con un grupo político o religioso,
automáticamente renuncia a la verdad, a la búsqueda
de la verdad. Porque la verdad existe por sí misma y
es incomprensible. Uno no puede decir: ya la agarré.
Uno no puede decir: yo y mis amigos somos dueños de
la verdad, uno no puede alegar o ponerse a discutir con
otro, sobre que su grupo político o religioso sea mejor o
más justo que otros sin pelearse con la verdad. Porque la
verdad es in agarrable, no se puede poseer por iniciativa
propia, sino que ELLA SE ENTREGA AL QUE LA BUSCA
AFANOSAMENTE. Pero en el momento mismo en que
uno clasifica que los de tal grupo político o religioso son
los poseedores de la verdad y uno se casa con ellos, en
este momento renunció a la búsqueda, porque dice uno
ya la encontré, porque me casé con un grupo político o
religioso que posee la verdad... y en ese mismo momento,
chupamos faros… porque la verdad es como el arcoíris,
siempre está más allá de donde uno se encuentra. No la
puede uno atrapar, sólo nos sirve como referencia para
saber el rumbo hacia donde tenemos que buscar.
Jesús le dijo a Pilatos, que él venía a ser testigo de la
verdad y cuando Pilatos le preguntó: ¿y qué es la verdad?,
Jesús no respondió nada. Y es que la verdad nadie te la
puede explicar: Ni un líder político, ni un líder religioso;
quien así pretende encontrar la verdad se está engañando,
asimismo. La Verdad debe de buscarse afanosamente, y
cuando haya hecho uno su parte, ella se entregará gustosa:
No es de otra manera.
No deberíamos inquietarnos si no nos preocupa
encontrar la verdad. No deberíamos angustiarnos si alguien
de nuestra familia cercano a nosotros se despreocupa de
buscar la verdad. Porque todo es una cuestión de tiempos.
Cuando uno es bebé, su única preocupación es encontrar
el biberón y su juguete preferido; no es momento de
buscar la verdad; Y no tendría sentido que pretendiéramos
que el bebé buscara la verdad: ya crecerá, y entonces,
cuando tenga la edad correcta,
él sólo la buscará. Puede ser que
haya un pueblo de niños, todo un
conjunto de personas que están
felices viviendo en su ignorancia,
aventando cohetes, oyendo música
ruidosa y tirando basura… Y si eso
los hace felices, bien por ellos:
tiempo vendrá, en que tendrán que
luchar por encontrar la verdad, y
en la joda, tal vez sueñen con los
dulces tiempos en que eran bebés
y que todo les valía un soberano
cacahuate.
Entonces… tal vez quieran
buscar en el mapa por sí mismos…
tal vez quieran encontrar la Verdad…
Javier Contreras
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