México es un país que tiene mucha
producción y eso le beneficiará, explicó
la economista Silvia Marucci. | Liliana
Padilla
México quiere ir por su pedazo de
mercado interoceánico. Esto, pese a que
tiene enfrente a un mastodonte: el Canal
de Panamá, por donde cruzan a diario
unos 30 buques, lo que al año significa
el 6 por ciento del comercio marítimo
mundial, equivalente a ganancias de 3
mil millones de dólares anuales.
Pese a todo y pese a la competencia
de la vía panameña, al Corredor
Interoceánico del Istmo de Tehuantepec
se le prepara no sólo para ser un
complemento del Canal; también para
desfogar el mercado marítimo y crear
uno propio que beneficie a algunos de
los estados más pobres de México. Aunque pide tener
en mente que el tamaño de las dos operaciones es muy
diferente, la economista Silvia Marucci, quien desde 1995
trabaja en la administración del Canal de Panamá y hoy
es gerente de Análisis de Mercado, reconoce que México
tiene una ventaja frente al corredor centroamericano: la
distribución de carga interna.
“A diferencia de Panamá, que es una economía de
servicios, México es un país que tiene mucha producción
y eso le beneficiará”.
—¿Prevén algún tipo de competencia?
—Es que no se pueden comparar.
En el Istmo usarán
tren y un medio terrestre nunca competirá con la economía
a gran escala que ofrece el Canal al comercio mundial.
Mientras un buque transporta 15 mil contenedores,
un ferrocarril puede llevar 2 mil. El Corredor no es un
reemplazo ni una competencia para el Canal, pero sí es
un complemento. Es parte del desarrollo logístico que
cada país necesita.
Rafael Marín Mollinedo, encargado del Corredor
Interoceánico, ha dicho que el desfogue es el atractivo
del Istmo. “El problema del Canal es que está saturado,
al igual que otros puertos como Long Beach y Prince
Rupert. Nuestro atractivo es establecer 10 parques
industriales”, sostiene.
México, la economía 15 en el mundo, ocupa el lugar 12
con más exportaciones, pero además es el principal socio
comercial de Estados Unidos y con el corredor se estará a tres días de navegación de la costa este de Estados
Unidos y de la costa del golfo, lo cual incrementará la
relación comercial, destaca Marín Mollinedo.
Debido a la pandemia se han incrementado los
costos de los fletes marítimos de Asia a Estados Unidos
en casi diez veces, por lo que el proyecto del Corredor
Interoceánico será una plataforma logística que impulsará
la conectividad de Norteamérica con Sudamérica, Asia y
Europa, al mismo tiempo establecerá condiciones para
detonar la inversión privada.
En el trazo de los 309 kilómetros de vías férreas
del Corredor —las cuales se construye de Salina Cruz,
Oaxaca, a Coatzacoalcos, Veracruz— se permitirá el
cruce de petróleo a través de ductos, contenedores y
graneleros, y se estima que el tiempo de cruce se reduzca
de siete a cuatro horas.
El Canal de Panamá ha sido, desde 1914, la fuente
de riqueza para ese país: lo ha convertido en la potencia
económica de Centroamérica. Aún cuando no es
comparable, la idea del gobierno mexicano, en el Istmo
de Tehuantepec, es la de detonar la economía local de
manera similar mediante una intervención radical basada
en el comercio interoceánico, una que eleve el nivel de
vida de sus habitantes, desde Veracruz a Oaxaca como
sucedió con los panameños.
Por el canal panameño y sus tres juegos de esclusas
cruzan portacontenedores, buques de gas natural licuado
y petróleo, graneleros, portavehículos y hasta cruceros.
Por el corredor interoceánico cruzarán ductos de petróleo y por las vías férreas, contenedores con
granos, además de contenedores que facilitarán
importaciones y exportaciones, por eso ambas serán un
complemento y no competirán entre sí por el comercio
marítimo mundial.
“No lo vemos como algo que va a ser un reemplazo
o una competencia para el Canal, sino más bien un
complemento. Es parte del desarrollo logístico que cada
país necesita y que yo, en particular, lo veo como algo
ventajoso para México en términos de la distribución
de carga que va a poder hacer internamente. Porque, a
diferencia de Panamá, México es un país que tiene mucha
producción. Panamá es una economía más de servicios
que de producción de todo tipo, y nosotros somos un país
de paso”, destaca Marucci.
Esa intervención radical, como se le ve en Palacio
Nacional, pasa desde la reparación de vías férreas y la
construcción de muelles en los puertos de Salina Cruz
y Coatzacoalcos, además de infraestructura básica
y desarrollo social. Por eso, el proyecto, que espera
ser concluido en 2023, intenta ser la panacea para el
comercio internacional mexicano.
“Hay mucho analfabetismo, inseguridad y miedo”,
dice José Manuel Urreta, presidente de la Asociación
Nacional de Consejos Empresariales Regionales, quien,
no obstante, cree que el corredor será un detonante
económico para el Istmo.
—Hay quienes comparan el Corredor con el Canal de
Panamá—
—No, no tienen comparación, son naturalezas
totalmente diferentes.
El Corredor tendrá dos puertos de
carga y descarga de mercancías, que podrán transitar
al Pacífico y llegar al mercado asiático; o transitar al
Golfo e impactar no sólo a Estados Unidos, también a los
mercados europeos—. Para Urreta, “lo más importante es
garantizar la certidumbre jurídica para los inversionistas,
pero también garantizar el Estado de Derecho en una
zona, no sólo marginada, también afectada por el crimen.
De otra manera, ¿Cómo vamos a lograr que empresas
nacionales y extranjeras nos tengan confianza?”.
Para esa certeza jurídica, la Secretaría de Desarrollo
Agrario, Territorial y Urbano interviene también en el mega
proyecto. Como lo hizo con el Aeropuerto Felipe Ángeles
o el Tren Maya, aquí realiza una inversión de 2 mil 400
millones de pesos para programas de reordenamiento,
vivienda, empleo y recuperación de espacios públicos.
Román Mayer, secretario de Desarrollo Urbano y
Territorial, cuenta que el Canal de Panamá, por donde
transitan alrededor de 280 millones de toneladas de carga
al año, se encamina hacia su saturación. “El Corredor
ayudará a despejar parte del tráfico marítimo, pero su
potencial no se verá hasta dentro de tres décadas, por
lo menos. Había que empezar en algún momento y
este momento es con este gobierno”, dice. El Corredor
Interoceánico fue una promesa de campaña de López
Obrador: no sólo llevar a México
a la competencia por el comercio
marítimo; también detonar la
economía regional en una zona que
ha sido marginada históricamente.
A través de una vía de 309
kilómetros y 10 polígonos de
desarrollo e innovación, ubicados
en Oaxaca y Veracruz, el Corredor
conectará a los océanos Atlántico y
Pacífico, un sueño desde la época
del porfiriato. Habían pasado más de
100 años, 28 presidentes y decenas
de proyectos fallidos. El proyecto
contempla la rehabilitación de las
vías férreas, con una inversión de
más de 3 mil 900 millones de pesos.
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