El desarrollo de la costa de Jalisco, en la zona de
Careyes y Cuixmala, involucró a varios de los más grandes
magnates del siglo XX, como el boliviano Antenor Patiño
y el inglés James Goldsmith, o el italiano Gianni Agnelli,
el francés Edmond de Rothschild y el mexicano Roberto
Hernández. Involucró también a hombres muy ricos del
siglo XIX, como por ejemplo Carlos F. Landero, el hijo de
don José Landero y Cos, ministro de Hacienda en uno de
los gobiernos de don Porfirio (y dueño de muchas minas
de plata en el estado de Hidalgo).
Pero involucró también
a personajes modestos. Esta es la historia de uno de esos
personajes, un héroe anónimo: Felipe Guzmán.
“Puerto Vallarta-Barra de Navidad, carretera panorámica
con longitud de 215 kilómetros que constituye una obra vital
para la integración económica de la zona; ya se inició su
pavimentación y toda la obra tendrá
un costo de 230 millones de pesos”.
Así dice un documento del gobierno
del estado de Jalisco publicado en
1970, titulado “La costa de Jalisco: una
región abierta al esfuerzo de Jalisco y
de México”.
El documento se refiere a
la carretera costera Barra de Navidad-Puerto Vallarta, que unió por vez
primera esa parte de Jalisco con el resto
de México. Y con el mundo.
La carretera había sido construida
a partir del rastro de la brecha trazada
durante los 50 por Felipe Guzmán,
un contratista de Colima. “La brecha
la construyó con un bulldozer que
manejaba él personalmente”, refiere
Guillermo Gargollo Rivas, pionero de la costa de Jalisco
(y nieto además del arquitecto Antonio Rivas Mercado).
“Se echó unos 30 kilómetros, desde La Manzanilla hasta
Chamela. Por el mismo camino le llevábamos los tambos
de diésel para el tractor”. Guzmán fue muy audaz. “El
monte estaba lleno de animales”, prosigue Gargollo Rivas.
“Una vez entré un kilómetro hacia dentro de Careyes para
llevarle combustible y cuando volví estaban las pisadas de
un jaguar”. Con ayuda de una brújula, a bordo del bulldozer,
ajustaba el trazo de la brecha al rumbo hacia donde
quedaba Chamela. Gargollo le enviaba gente a caballo con
alimento y combustible.
Por la noche, todos acampaban
alrededor de una fogata, bajo las estrellas. Guzmán llevaba
solo lo esencial con él: cobija, manga, linterna, pilas, latas,
cartuchos y cerillos, una mochila, un rifle, un cuchillo de
monte y un cambio de ropa. A veces cazaba venado y
pecarí. Comía también vainas de guamúchil y cuajinicuil, y
llevaba maceradas en raicilla unas rebanadas de guayaba
aderezadas con chile, para el cansancio y el dolor de
espalda. Así pudo llegar hasta Chamela.
Aquella brecha sería terminada en tiempos de don
Agustín Yáñez, quien en 1953 tomó posesión del gobierno
del estado de Jalisco. Abogado por formación, titulado en
la Escuela de Jurisprudencia de Guadalajara, miembro del
Colegio Nacional, Yáñez había ya publicado varios libros
cuando escribió La tierra pródiga, que narra la historia de
la
de la costa, concebida en los años que
fue gobernador de Jalisco. La novela es
muy reveladora. Yáñez celebraba en voz
alta, como gobernador, la construcción
de los caminos en la costa de Jalisco,
concebidos en el marco de la Marcha
hacia el Mar que impulsaba el presidente
Ruiz Cortines. “Cada día”, proclamaba,
“se hace justificada referencia al progreso
que suscitan los caminos. Nunca, empero,
se alude a cómo, por omisión, provocaron
más allá de su cuenca la postración y
el abatimiento… y, en cierto sentido,
la detención angustiosa del tiempo”.
Pero en su intimidad, como escritor,
lamentaba la obra de los tractores D-8,
las motoconformadoras, los bulldozer con
cuchilla que desmontaban las selvas de
Jalisco. “Seguían llegando máquinas”, escribió en La tierra
pródiga. “Avanzaban pesada, lenta, inexorablemente.
Derrumbaban árboles, rompían montañas, rellenaban
abismos... Tractores monstruosos, palas gigantescas,
escrepas colosales, enormes camiones de volteo…
Llegaban del oriente, del norte, del sur hacia el mar”. La
conquista de la costa, que comenzó primero con estímulos
fiscales y luego con obras de infraestructura, fue brutal
y despiadada. Pero tuvo un carácter épico durante el
gobierno de Yáñez. Los anuarios de la comisión encargada
de la colonización, que registraba los avances, habrían
de ser comparados por el historiador don Luis González
y González con las Cartas de relación de Hernán Cortés.
Uno de sus protagonistas fue Felipe Guzmán, modesto
contratista de Colima… ctello@milenio.com
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